Miedos propios, temores ajenos

Miedos propios, temores ajenos

Desde hace tiempo es uno de los sellos distintivos del “Jardín de la República”, pero no es motivo de orgullo. La basura es la compañera inseparable de los tucumanos. Se puede constatar su presencia a la vera de las rutas, en las calles, en el piedemonte, en las plazas. La que peor impresión causa, sobre todo a quienes nos visitan por primera vez, es la que se halla en los accesos a San Miguel de Tucumán.

En nuestra sección Cartas del martes, un lector se refirió al acceso este de la ciudad que recibe a quienes llegan por vía aérea a la provincia. Describió que desde que se atraviesa el puente Ingeniero Barros, comienza la primera confusión del turista que “no sabe si llegó al Mato Grosso o llegó a Tucumán”. Si se toma la avenida de Circunvalación los basurales saludan a los visitantes, y “eso que en la época del anterior gobierno se creó la Secretaría de Saneamiento y Mejora de los Espacios Públicos para el gran fin de tener entradas dignas”.

Pero no solo la basura afea el paisaje; los líquidos cloacales emboscan al visitante desprevenido y le dan la bienvenida con su aroma maloliente. Esta postal no es nueva y se repite, por lo menos en lo que a basura se refiere, en los otros ingresos a la ciudad.

A veces están apagadas las farolas de la autopista de Circunvalación. Entre el Mercofrut y la avenida Jujuy, el tránsito se vuelve por momentos peligroso a causa de la circulación de perros y caballos sueltos, de carros de tracción a sangre, de personas que circulan a pie, en moto o bicicleta por la banquina, incluso en contramano. De modo que quienes ingresan a la capital por allí se topan con ese riesgoso panorama.

En los últimos tiempos, como consecuencia del agrandamiento de la pista de aterrizaje, se han incrementado notablemente los vuelos nacionales y algunos internacionales, desde y hacia Tucumán. De manera que el caudal de viajeros es importante.

Nuestra capital es además el centro de muchos congresos en distintas profesiones, algunos de alcance internacional, como el de educación que concluyó el fin de semana o el de la caña de azúcar que tendrá lugar el 31 de agosto próximo. En este último han comprometido su presencia personalidades de varios lugares del mundo en el ámbito azucarero. ¿Qué bienvenida les daremos a los huéspedes?

Si parte del frente de una casa se halla sin revoque y las paredes con leyendas, si su jardín está poblado de yuyos, residuos y alimañas, pocos deseos de ingresar en ella tendrá cualquier persona. Algo parecido ocurre con una ciudad. Si sus principales accesos no se hallan en condiciones, el viajero que llega en vehículo por primera vez a nuestra capital, seguramente pocas ganas tendrá de quedarse. Y si tuviésemos la suerte de que regresara tiempo después, este probablemente descubriría que la realidad no solo no ha cambiado sino que ha empeorado.

Si se piensa en el bienestar de los ciudadanos -debe ser la prioridad- y se cree que Tucumán puede progresar turísticamente, se debería poner énfasis en saldar antiguas deudas urbanas y en el mejoramiento de los accesos a la ciudad.

La temporada turística de julio está a escasos 60 días, tiempo suficiente para poner en condiciones los accesos, cuya desprolijidad contrasta con los murales de mirada mosaiquista en los que se trabaja para embellecer los pórticos de la ciudad.

En 10 días arranca, oficialmente, la campaña electoral, de acuerdo con el cronograma fijado por la Junta Electoral provincial. Sin embargo, la tarea proselitista ya agotó el ingenio, la discusión y hasta los recursos que, habitualmente, los políticos suelen “invertir” para alcanzar el objetivo político. A diferencia de otras, la elección que se desarrollará dentro de 39 días viene precedida por un sesgo peronista. Desde la búsqueda de reelección por parte de la dupla Juan Manzur-Osvaldo Jaldo, pasando por la incursión por fuera del ex mandatario José Alperovich y llegando hasta el intendente capitalino, Germán Alfaro, que ha peronizado su discurso, algo que al oficialismo local le hace ruido y, por esa razón, le achaca su orientación macrista. A su manera, cada una de estas tres corrientes lleva una mochila difícil de cargar.

Manzur-Jaldo lidian, a diario, con la mayor demanda de seguridad en una provincia donde los índices crecen cotidianamente y donde hace rato la inseguridad dejó de ser una sensación. Es una realidad. El binomio gobernante no le ha encontrado la vuelta a un área sensible. Sin embargo, trata de mostrar que otras acciones, como el pago regular de salarios, un mayor equipamiento en salud o el cumplimiento de los días de clases en el calendario anual, son de alto impacto social. Aún más, en un contexto adverso que, según la Casa de Gobierno, constituye la gestión con escaso margen financiero, por la falta de acompañamiento del Gobierno nacional.

Alperovich, a su vez, sigue su incursión electoral montado en una estructura con poca dirigencia tradicional. Según el senador nacional, esa situación constituye una de sus mayores fortalezas, ya que -a su criterio- la nueva dirigencia no tiene los vicios de la vieja guardia. En privado, el postulante de Hacemos Tucumán reniega de la falta de acompañamiento de muchos de los que fueron sus colaboradores en más de una década de gestión. Alperovich necesita mejorar su imagen, tras su polémica intervención en una entrevista realizada en “Buen Día”, el programa matutino de LA GACETA Play. Esta semana llegaron a Tucumán sus asesores en comunicación, con el fin de imprimirle cierta velocidad al último tramo de campaña. Ellos señalan que, pese a la “gaffe” del senador, las encuestas aún lo acompañan.

Alfaro, en tanto, se montó al tren de las inauguraciones. La última fue la constitución de los vigías de la Agencia de Protección de Espacios Públicos, que ya recorren las calles de la ciudad. La idea es robustecer aquel reclamo de más seguridad. “La Policía va a depender de mí. Voy a ser gobernadora y la jefa de la Policía de Tucumán”, supo decir la senadora radical Silvia Elías de Pérez, como una manera de acompañar las acciones del intendente. El espacio de Vamos Tucumán evitó el uso del nombre de la coalición nacional de Cambiemos. Aún más, su dirigencia intenta despegarse de la política económica actual, como lo hizo hace algunos días el propio Alfaro. “Con este gobierno seguimos en el desierto, pero el problema es que este gobierno en lugar de acercarte agua, te acerca sal”, había opinado, una frase que no cayó para nada bien en la Casa Rosada.

En medio de esta pelea electoral local, cada vez más agresiva, los principales referentes sacan a relucir sus propios miedos, exponiendo los temores ajenos. Manzur-Jaldo siguen mirando de reojo a Alperovich que, a su vez, anticipó que, si pierde las elecciones, se alejará definitivamente de la pelea por la gobernación. Elías de Pérez y sus aliados tratan de evitar el arrastre del descontento social frente a la política económica nacional, mientras el oficialismo local potencia aquel sentido de pertenencia al macrismo por parte de los dirigentes de Vamos Tucumán.

En Tucumán, algunos prefieren perder de vista el escenario nacional. Mauricio Macri ha vivido una de sus peores semanas de gestión con un dólar y un riesgo país en alza que lo obligaron a dar un volantazo a su política cambiaria. Cristina Fernández se subió en silencio a su libro y, con él, trata de encender los motores proselitistas. La tercera posición, Alternativa Federal, no logra levantar cabeza. A nivel nacional también se desató la batalla de los miedos, mientras crece el ejército de indecisos y el índice de descontento social.

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