Formación deportiva, y de vida, en el hipódromo

Formación deportiva, y de vida, en el hipódromo

Como una verdad de Perogrullo, se repite que el deporte es el campo ideal para contener a los jóvenes, brindarles un campo de acción que despierte vocaciones y, de paso, alejarlos de los vicios. Lo que se está haciendo en la Escuela de Aprendices “José Faustino Bollea”, que funciona en el hipódromo de Tucumán, responde con contundencia a esos preceptos.

Quienes allí concurren forman parte de contextos muy humildes. Procedentes de distintos puntos del Gran San Miguel de Tucumán, los chicos -considerados dentro del grupo de riesgo por las autoridades- conocen y ven de cerca la falta de oportunidades, la precariedad de medios, la lucha diaria por subsistir, la desilusión. Pero son ellos también los que con su actitud de aprendizaje, con sus ganas de superación, con su voluntad para mejorar sus vidas, encontraron en la Escuela un sitio que los protege y los forma. Cuando no, les da una posibilidad para sumar algún ingreso para incorporar a la vulnerable economía de sus hogares. El deporte es, en casos como este, un vehículo de oportunidades, una herramienta que bien puede generarles a quienes lo practican una mejor calidad de vida. Son los propios aprendices los que lo dicen, con una sorprendente madurez a pesar de sus cortas edades.

Son 18 los chicos que asisten diariamente a la “escuelita”, como la llaman cariñosamente. Fue fundada en 2003 y de ella ya egresaron 57 pilotos; uno de ellos, Osvaldo Adrián Alderete, pudo llegar a Buenos Aires, donde se radicó y compite con éxito en los principales circos hípicos. Es el apodado “Fleco” el ejemplo a seguir por los aprendices. De su propia historia -vendía verduras en un carrito, hasta que ingresó al curso y logró una oportunidad superadora para su vida- es que emanan las mejores expectativas para este grupo de deportistas tucumanos.

A modo de reflexión, surge la inquietud de cuánto se podría hacer desde el deporte, de manera efectiva y con una política sostenida en el tiempo, para brindarles oportunidades a los jóvenes en situación difícil de vida. Pasa el tiempo y la mayoría de las iniciativas de los últimos años de quienes deciden pasaron por ayudas breves, sin sustento o puestas bajo el paraguas de la política. Estas acciones fueron apenas paliativos que se perdieron generalmente en un gesto de buena voluntad, sin una red de contención mayor.

Queda claro que ser jockey no es una tarea fácil, aunque no se puede soslayar que ayuda a tener una salida laboral inmediata. Y hay otros oficios en ciernes: vareador; peón de stud; domador; herrador; personal de apoyo de transportistas; forrajero o empleado de mantenimiento de pistas, entre otras cosas. De parte de los aprendices se requiere responsabilidad, sacrificio, cuidado con los animales con los que se trabaja. Ellos, en los hechos, demuestran disposición. Así, la fórmula funciona.

En el hipódromo se les brinda a los aprendices la enseñanza de las teorías y prácticas del oficio en sí, junto con una preparación física con personal profesional. También hay planes de construir una nueva aula, un gimnasio, un gabinete de uso múltiple y un área de nutrición. Esto último, para darles a los chicos educación alimentaria y un seguimiento antropométrico para mejorar el rendimiento deportivo, preservando la salud y, en definitiva, tener una mejorar calidad de vida.

Sin dudas adquiere un valor incalculable lo que se está haciendo en el hipódromo. No se trata solamente de alimentar una ilusión: se está actuando de manera efectiva, y eso es algo que viene dándose a lo largo de los 16 años que lleva la Escuela.

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