No ven y ayudan a otros jóvenes ciegos a estudiar

No ven y ayudan a otros jóvenes ciegos a estudiar

Un voluntariado que nació de la amistad de dos compañeros de la carrera de educación especial. La Red Mate mejora la calidad de vida.

Miguel Cantos y Carla Correa se conocieron en el profesorado de Educación Especial. Se hicieron íntimos amigos. Se complementaban. Uno tenía lo que al otro le faltaba. Él es ciego y ella le prestó el hombro para caminar por el oscuro y poco inclusivo sistema educativo. Él, a cambio, le mostró el mundo, no menos sombrío, de las personas con discapacidad visual. De esa dupla retroalimentada por la ganas de sortear los obstáculos de la vida cotidiana, surgió la idea de crear un voluntariado para ayudar a personas ciegas a seguir estudios secundarios y superiores.

Así nació la Red Mate. “Es un espacio que apuesta a la autonomía de los jóvenes con discapacidad visual. Somos voluntarios y nos dedicamos a digitalizar material de estudio y adecuarlo para que los estudiantes puedan rendir sus materias en tiempo y forma”, explica Miguel, profesor de la escuela Luis Braille y de un centro de rehabilitación para personas con baja visión. Miguel habla desde la sede de la red, en Buenos Aires 757, donde se dictan cursos sobre tecnología adaptada y educación especial para personas con y sin discapacidad visual. En la red lo acompaña su esposa Fabiana Nieva, que no tiene discapacidad, como muchos otros voluntarios.

“Nos autofinanciamos a través de campañas de socios promotores. Con un aporte de $ 100 o más, alquilamos esta sede y compramos insumos. Los servicios que brindamos a las personas ciegas son gratuitas”, agrega Carla, que fue una de las primeras coordinadoras de la Red Mate en 2013, aunque que ya en 2011 había intentado con Miguel formar una asociación. Ella es docente de una escuela especial de Monteros y coordinadora de la institución. “También dictamos cursos arancelados de capacitación, hacemos rifas, organizamos un festival, el Mate Fest, dos veces por año para poder pagar el sueldo de una persona que se encarga de corregir el material (apuntes escritos a mano o en letra impresa) para poder pasar a sistemas digitales de audio”, ilustra. Reciben pedidos de trabajo de toda la provincia y ya casi han colmado su capacidad de respuesta. Trabajan de lunes a viernes.

La Red Mate no sólo ayuda en los estudios a las personas ciegas - que ya no se inscriben solamente en Abogacía sino en muchas otras carreras-, también contribuye a cambiar la mentalidad de los empleadores. “Muchos no tienen trabajo por desconocimiento de las capacidades que puede tener una persona ciega. Hoy, con un lector de pantalla una persona con discapacidad visual puede trabajar perfectamente”, aclara.

En la sede de la red hay muchas computadoras con programas adaptados. También hay libros escritos en sistema Braille. En un pequeño patio, unos 30 integrantes están reunidos para organizar la tarea del año. Las fest mate son las más convocantes. Se hacen en distintas localidades de la provincia para facilitar la llegada de los que viven en zonas más alejadas. En esos encuentros, que se hacen dos veces al año, no sólo hay charlas, sino también actividades recreativas, música y baile. En esas ocasiones se conocieron varias de las parejas que hoy llegan a la sede de la mano.

Es el caso de Exequiel Figueroa, estudiante del profesorado de Educación Musical, donde cursa una tecnicatura en piano, y de su novia María Burgos, a quien conoció en un encuentro del NOA con la participación de chicos de otras provincias. Ella es ciega, pero no su hijo Valentín, de cuatro años. Vivían en San Salvador de Jujuy y ahora se vinieron a Tucumán para estar más cerca de su amor. María estudia Nutrición.

Muchos de los profesores de la red estudiaron gracias a la tecnología, como Franco Salas, que es licenciado en Ciencias de la Comunicación y ahora dicta cursos de tiflotecnología, o Janet, que es profesora de Ciencias Sagradas. “Antes tenías que depender de un familiar o de un amigo, de su buena voluntad y sobre todo de que tuvieran tiempo. La tecnología nos ha hecho superar todo eso”, dice con alegría Walter Godoy, de 26 años. Él y sus compañeros, sienten que cerca de una computadora o con un celular en mano tienen casi las mismas oportunidades educativas que los demás.

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