Las quejas de los beneficiarios del PAMI

Las quejas de los beneficiarios del PAMI

Debería ser un premio, pero parece un castigo. Tras toda una vida de trabajo, la jubilación debería implicar el descanso merecido. Se ingresa a una etapa en que, por una cuestión de la naturaleza comienza una declinación física, aunque no siempre intelectual. Ello requiere prestarle una mayor atención a las enfermedades que andan rondando en la esquina. “Los años no vienen solos”, suele rezar el refrán. Mientras en otros países los adultos mayores gozan de una cobertura social eficiente y de algunos pequeños privilegios, en la Argentina se convierten en muchos aspectos en blanco de la desconsideración, del maltrato, de la insensibilidad del aparato burocrático estatal.

Para miles de jubilados, el Instituto Nacional de Servicios Sociales para Jubilados y Pensionados (INSSJyP) como se denomina ahora el Programa de Asistencia Médica Integral (PAMI), es muchos aspectos un sinónimo de martirio. Nuestra Sección Cartas se ha convertido en una caja de resonancia de las quejas de los afiliados. El viernes pasado, el lector Francisco Toledo instaba a revertir “el sometimiento a una obra social con trámites engorrosos y demoras en dar una solución”. “No podemos permitirnos seguir perdiendo dignidad y nuestros derechos como persona, siendo los más vulnerables pues tenemos ya muy poco tiempo. ¿Dónde están los derechos humanos? ¿Y la justicia?”, acotaba. Judith Gilda Lilián Ismaín (12/1) se lamentaba por el trato “inhumano que reciben los afiliados y contaba el drama de una persona de 93 años. “Hace cuatro meses que pedí un colchón antiescaras, nunca me contestaron. Pobres ancianos, antes, ahora; siempre lo mismo”, afirmaba.

El 28 de marzo, en la sede tucumana del organismo, se realizó una protesta para quejarse por “las continuas irregularidades en el PAMI y los malos tratos de los que son víctimas quienes se atreven a reclamar lo que les corresponde y se han ganado tras toda una vida de trabajo”. Solicitaron, entre otras cosas, que se les brinde un servicio de emergencias médicas, que se acaben los cambios compulsivos de prestadores (los afiliados llegan a sus especialistas o sanatorios y se encuentran que estos fueron cambiados de manera oscura e inconsulta, generando inconvenientes aún mayores). Pidieron que se termine la burocracia para la entrega de prótesis, stent cardíacos, válvulas, “ya que ante las enormes demoras para obtenerlos se pierden las vidas de los afiliados que no tienen para pagarlos de sus bolillos”; que se agilice la entrega de sillas con ruedas, bastones, trípodes, camas ortopédicas, ya que la demora es de más de dos años; que cese el recorte de medicamentos (en la actualidad solo cuatro son gratuitos” y que se solucione el tema de la falta de camas en los sanatorios.

El ex PAMI, que el próximo 13 de mayo cumplirá 48 años, fue creado para ser administrado por sus afiliados, pero nació intervenido y se convirtió en una suerte de botín de guerra de los gobiernos de turno. ¿Por qué el afiliado del PAMI no puede elegir libremente su prestador como ocurre en cualquier obra social o renunciar para afiliarse a otra que considere mejor? Tal vez nuestros gobernantes deberían vivir en carne propia estas crónicas vicisitudes para sensibilizarse con estos dramas y brindar soluciones definitivas. Llegar a la vejez en la Argentina puede ser sinónimo de desdicha, pero da la impresión de que a la clase dirigente poco parece importarle.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios