Messi y el abismo del fútbol

Messi y el abismo del fútbol

GENIO. En el clásico catalán frente a Espanyol, Messi ratificó que él y su fútbol están pasos adelante del resto. reuters GENIO. En el clásico catalán frente a Espanyol, Messi ratificó que él y su fútbol están pasos adelante del resto. reuters

A los tres minutos de iniciado el partido, “Leo” Messi protagonizó la primera acción increíble. Como el torero mueve la capa, le mostró la pelota a Marc Roca. El volante de 22 años, nueve más joven que él, se sintió toro. Tiró rápido su pie izquierdo creyendo acaso que la pelota ya era suya. Pero Messi, más rápido aún, confirmó que la pelota suele ser una extensión de su pie izquierdo: volvió a esconderla y dejó al pobre Roca contra el piso, como suele el torero humillar al pobre indefenso toro. El rito taurino, toda una tradición en España, lleva ya años de prohibición en Barcelona. Pero el “oooole” salió espontáneo. Y el Camp Nou comenzó su “Meeeessi, Meeeessi” que incluye hasta reverencias de turistas japoneses que eligen ver primero al crack y luego a Gaudí. Cinco minutos después, la jugada tenía ya miles de reproducciones en la web. Y sólo se habían jugado tres minutos del clásico catalán que Barcelona ganó ayer 2-0 a Espanyol. Con dos nuevos goles de Messi, claro.

No pudimos escuchar claramente el “Meeeessi” porque la transmisión de Cablevisión nos trasladó al túnel del tiempo. El audio se inició primero con un pitido insoportable. Y luego se superpuso con otra transmisión. La falla, eso sí, permitió que nunca tuviéramos a Messi tan presente en nuestro fútbol de todos los días. Porque llevaba Messi la pelota, pero el audio nos saludaba “desde la cancha de Los Andes”, en el “clásico del sur” contra Temperley, por la B Nacional y, para peor, el relator preguntando si podían informarle cómo iba Barcelona. Barcelona iba cero-cero porque, por momentos, Messi confirmaba que él juega a otra cosa y el resto de los mortales hacen lo que pueden. Sea los de Argentina o los de Barcelona. A los 17 minutos dio un pase mágico a Nelson Semedo que sólo él vio. A los 20’ en dos toques y desde el aire a Luis Suárez, a los 32’ pelotazo formidable a Phillippe Coutinho. Sus compañeros, sin embargo, no resolvían lo que él simplificaba.

Tenía ayer interés especial en ver a Messi después de su inédita y muy buena entrevista radial del viernes, en la que por primera vez habló no sólo del golpazo que significó la caída en Rusia 2018, sino también de muchas cosas más. ¿Que tendría que haber hablado antes? Sí, es cierto. Sobre todo porque su retorno a la Selección, anunciado con bombos y platillos, terminó siendo un nuevo golpe por la derrota contra Venezuela. Y porque luego volvió sin hablar a Barcelona, afuera ya del segundo partido, afortunadamente a salvo del triunfo ventoso 1-0 en Marruecos, una gira que ofreció lo peor del ciclo de Lionel Scaloni, por el juego y por las declaraciones sobreactuadas e innecesarias del DT. “Me van a tener que seguir aguantando”, fue seguramente la frase más contundente y a su vez más paradójica de Messi en la entrevista a los colegas Martín Souto y Pablo González, de la FM “Club 94.7”. Contundente porque nos dijo que quiere seguir jugando con Argentina. Paradójica por el “aguantando”. Expresión inexplicable si volvemos a lo que sucedió ayer en el Camp Nou.

Es cierto. La presión allá es otra. Mientras acá todos los medios hacían tapa con su entrevista, allá, en cambio, la tapa la ocupaba su compañero Gerard Piqué. En un programa humorístico de la TV, Piqué llegó a cantar él mismo hasta las canciones ofensivas hacia él y su esposa Shakira que suelen dedicarle los hinchas de Espanyol. Pero respondió burlón que su patrimonio personal era mayor que el presupuesto anual de Espanyol. Esa y otras frases lo mostraron casi como lo que muchos creen que es, un presidente paralelo de Barcelona, mezcla de CEO que compra la Copa Davis, catalanismo a la Pep Guardiola y pilar defensivo del equipo que aguanta el cero en el arco propio si los de arriba no aciertan y queda entonces esperar que, otra vez, el que deba definir sea, como siempre, “Leo” Messi.

Y así fue. Primero hay que decir que a los 63 minutos del partido la TV globalizada, no la nuestra que superponía con Los Andes, pareció entrar en una nueva dimensión. Porque, siendo ya más de la medianoche en China, en Espanyol, que tiene un patrón chino, entró el atacante chino Wu Lei. Uno, dos, tres, 100 millones más de televisores encendidos. Pero al pobre Wu Lei, equiparado a Messi en los adelantos promocionales de la TV china, las dos únicas ocasiones que tuvo se las arruinó el zaguero francés Clement Lenglet. Y a los 71 minutos China vio a Messi. Los rivales ya no saben qué hacer cuando “Leo” se para en tiro libre que tiene claro olor a gol. “Leo”, nuevamente, sorprendió a todos buscando la cabeza de Sergio Busquets y la pelota terminó entrando al arco gracias a una torpeza rival, tal la desesperación. Después llegó el segundo gol, más clásico, con centro atrás y definición de primera. Y el Camp Nou otra vez cantando “Meeeessi”, “Meeeessi”.

Y aquí argentinos enojados en las redes porque “Leo” no fue a jugar al viento marroquí invocando un dolor muscular. Porque nos dejó huérfanos. Con Scaloni, “Chiqui” Tapia y una Selección a la que volverá en junio para jugar la Copa América de Brasil. Con más chances de nuevo fiasco que de triunfo. Porque la distancia entre uno y otro parece cada vez mayor.

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