Santiago Nader: “Con las aplicaciones de citas lo que estamos buscando es ser elegidos”

Santiago Nader: “Con las aplicaciones de citas lo que estamos buscando es ser elegidos”

El dramaturgo tucumano, habla sobre los vínculos y los sentimientos que se generan a través de las aplicaciones de citas.

TEATRO. El actor Federico Lehmann protagoniza la obra de Nader. Fotos de Lucía Raiden.- TEATRO. El actor Federico Lehmann protagoniza la obra de Nader. Fotos de Lucía Raiden.-

Imaginate a vos, así como sos ahora, en... digamos 1980. Te cruzás con un chico o con una chica en la calle o en una plaza. Se gustan. Hacen un intercambio de miradas de esos que te dejan sin aire. Pero es irresistible, no hay manera de que no se acerquen y se saluden. Con timidez, intercambian palabras... las de siempre: edad, a qué te dedicás, dónde vivís. Ahora imaginate que inmediatamente sacás del morral un álbum de fotos -impresas, claro, estamos en 1980- y ella o él hace lo mismo. Entonces comienzan a mostrarse mutuamente esas selfies, los mejores perfiles, los momentos más felices, los amigos, las juntadas más alegres. Después de eso, los dos guardan el álbum y siguen su camino.

¿Suena ridículo? Ahora pensá en Instagram.

Terroríficas valoraciones

En la obra de teatro que ha escrito Santiago Nader no se menciona esa red social ni tampoco se les pone nombres a las aplicaciones de citas. “La aplicación de las fotos perfectas”, “El catálogo de chicos”, “La aplicación de los torsos”. Son eufemismos -lo más literales posible- para esas herramientas que usamos todos los días para vincularnos, para estar en contacto, que es contacto virtual y que tiene sus modos propios.

“La ansiedad irrefrenable, la paranoia en relación a la curaduría de la propia imagen y, por encima de todo, un sentimiento profundo y punzante de soledad, de desacompañamiento, que no logra abastecerse siquiera con la acumulación de palabras, pensamientos, o personas”, dice el joven dramaturgo tucumano para explicar de qué va “Garnett Kelly y el torso ganador”. Instalado en Buenos Aires desde hace cinco años, esta es la primera vez que vuelve a la provincia con un proyecto bajo el brazo. Su obra se presentó anoche en el Círculo de la Prensa con una doble función.

-¿Cuál fue el clic con el que dijiste “tengo que escribir sobre esto”?

-El haber esperado a alguien hasta las 6 de la mañana. Sólo esperando, despierto, con el celular en la mano y haciendo las cosas que uno hace todo el tiempo. Entrar a una red social, comentar, mandar mensajes, recorrer virtualmente una ciudad con Street View... En la dimensión terrenal yo no estaba haciendo nada, pero mi teléfono estaba prendido fuego, generando situaciones, una tras otra, y en un estado de alerta innecesario. Son cosas que hacemos todo el tiempo y no siempre nos llaman la atención. Pero me imaginé una cámara fija mostrándome en esa situación, más de seis horas... pasando de un lugar a otro sin hacer nada.

-¿Cuál sería el adjetivo para la escena?

-Patético -contesta, preciso, sin pensar-. Una escena patética. No es mi interés demonizar ni estigmatizar la tecnología ni la digitalidad, pero si te parás para verlo, creo que es eso. Estás generando un montón de conclusiones sobre esa persona con la que te estás vinculando por internet. Uno genera prejuicios y expectativas todo el tiempo de manera involuntaria. Tiene pocos likes y no le doy bola. Es un terrorífica escala de valoraciones.

-¿Por qué hablás de paranoia en esas situaciones virtuales?

-Porque saltás de una app a la otra, viendo que hacen los otros, y una persona te lleva a otra y así infinitamente. Se generan ansiedades por ver los premios, ascensos, viajes, todo lo mejor de los otros, y una paranoia de si vos estás consiguiendo lo que querés, si lo estás logrando.

-¿Y cuál es el riesgo?

- Yo creo que el problema es que en ese evaluar la vida de otros, de medirla de una manera u otra, te estás perdiendo de ir a donde vos querés ir... es una enorme pérdida de tiempo y de energía. De nuevo, sin criticar las redes, creo que está bueno pensar en la potencia que tienen esas emociones que se generan al frente de una pantalla. Por más que eso sea algo virtual, las sensaciones son muy reales.

Ser elegidos

Santiago aclara en varios momentos de la charla que todos son análisis ultra personales de un fenómeno que, por cotidiano, pasa inadvertido. Con 22 años, siendo un nativo digital, Santiago evita por todas las vías ponerse en el lugar de un catedrático dando cátedra. Son sus reflexiones convertidas a texto. En sus propias palabras: “no es nada nuevo hablar de esto, pero llegó a un punto, permeó tanto, que nos determina los vínculos y las subjetividades”.

-¿Qué estamos buscando, sobre todo en las apps de citas?

-Ser los elegidos. En el fondo, creo que es eso. Porque la supuesta búsqueda de la no-soledad a veces se termina con que te elijan a vos en un mar interminable de opciones, personas e información. “El catálogo de chicos” -una referencia clara a Tinder- uno desliza para un lado cuando le gusta y hacia el otro cuando no le gusta. Muchísimas veces el vínculo termina con elegir o ser elegido. Esa es la satisfacción inmediata. Nos autogeneramos el deseo, sólo porque contamos con la herramienta. Pero quizás no tenías ganas de compartir con otro cuerpo.

- ¿Te modificó pensar y escribir todo esto?

- Sí, en el hecho de pensar: “che, yo tal vez necesito menos de esto. Esto me genera ansiedad, paranoia. Me hace muy mal recibir enormes cantidades de información. Tenemos que poder elegir hasta dónde llego y hasta dónde participo. Además uno tiene que ser consciente de que lo que uno crea de sí mismo en las redes también es un personaje. Uno elige qué mostrar y que no. Es la curaduría de la propia imagen y hay que ser conscientes de eso. Creo que todo esto es muy importante para poder discernir y abstraer emociones positivas y negativas.

El otro como objeto

Santiago salta directo al tema del consumo, que también juega en estas aplicaciones de citas. A veces, la idea de conocer a alguien se convierte en algo muy parecido a ir al supermercado.

“Es el consumo, que se mete también en nuestras relaciones humanas también. ¿Bajo qué circunstancias, en otro momento de la historia, vos le revisabas el álbum de fotos a alguien? Te quedabas con la imagen en el tiempo real. No hablo en contra de estas apps, porque sería hipócrita, pero sí muchas veces conocer a una persona es como, no sé, elegir una compu. ‘La aplicación de los torsos’ -así se llama en la obra la aplicación de contactos gay- se llama así porque lo que la mayoría poner como foto de perfil es su torso, como si fuese un trofeo. Objetualizar a una persona siempre me va a parecer una cosa horrorosa. Por todo eso me parece que está bueno y necesario repensar internet, y que entre a la literatura y a la escritura dramática”.

› Santiago Nader
Santiago Nader es tucumano, tiene 22 años, y actualmente es estudiante de la licenciatura en Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes, Buenos Aires. Tomó clases de Dramaturgia con Ignacio Bartolone, Maruja Bustamante, Ariel Farace y Mariano Tenconi Blanco; también de Narrativa con Leticia Martin y Defne Cizakca. En 2018 recibió la beca Fulbright-Fondo Nacional de las Artes en la categoría de Letras, para estudiar en la University of California, San Diego. Escribió las obras “La clase de rikudim” (Saturna, Ed. Textos Intrusos), “Los parques temáticos”, “Dans l’impasse” (en colaboración, estrenada en París), “Garnett Kelly y el torso ganador” (LibrosDrama), “Hola casa de
Aarón” y “Potrillo Ben”. Actualmente escribe teatro y narrativa: trabaja en su primera novela y en una obra de teatro. Su primera serie de cuentos, “Una homosexualidad nueva”, está en vías de edición y publicación.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios