Perros del siglo XVIII

Perros del siglo XVIII

Tradición popular tucumana sobre su atadura.

 LOGANIZA. Según la versión, se la usaba para atar perros, hasta que el gobernador Maestre lo prohibió. LOGANIZA. Según la versión, se la usaba para atar perros, hasta que el gobernador Maestre lo prohibió. FOTO ARCHIVO/ LA GACETA.
06 Marzo 2019

La revista “Tucumán Ilustrado”, que se editaba en nuestra ciudad en 1907 y 1908, solía insertar notas sobre “Tradiciones populares”. Una de ellas se ambientaba a fines del siglo XVIII, allá por 1780, cuando don Andrés de Mestre desempeñaba la gobernación de Tucumán, jurisdicción de siete actuales provincias, la nuestra incluida. Cuenta que en esa época, los perros del vecindario eran atados con longanizas, o sea ese embutido que era largo y continuo, rellenado con carne de cerdo. La gente del pueblo acudía a tal recurso, “a falta de algo más apropiado y racional, según se sabe por chismografías y sutiles crónicas”, narraba el periodista.

Un día, estaba de visita el gobernador Mestre en San Miguel de Tucumán (habitualmente residía en la cabecera de Salta) con tres “ilustres señores recién venidos, de noble abolengo” y “de empolvada peluca”. Se hallaban negociando, al parecer, importantes “asuntos de estado”. Sucedió que de repente, “al trote ligero penetró en la sala uno de los perros de las cercanías, llevando al cuello cuatro cuartos de longanizas que no olían a rosas”.

El fuerte olor invadió la estancia y los señores “echaron apresurada mano a las faltriqueras, desenvolvieron sus luengos pañuelos, amarillos unos, bermejos otros, y los llevaron rápido en auxilio de su herido olfato”. Luego entró un criado y desalojó inmediatamente al animal.

“Breves horas después, el señor de Mestre dictaba la severa prohibición de atar los perros con longanizas, orden que se cumplió sin dilación en toda la aldea”. La nota se cerraba afirmando que, “desde entonces, desde aquel minuto extraño y placentero para la raza canina de San Miguel de Tucumán, ella se vio libre de la cadena de la esclavitud con que era aprisionada, pudiendo vagar a todas horas satisfecha y ufana”.

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