Las casas de los saberes del pasado y del presente

Las casas de los saberes del pasado y del presente

No es verdad que todos los museos públicos del mundo cobren el ingreso. Es un argumento falaz para justificar que en el Museo de la Casa Histórica sus graves problemas edilicios y de mantenimiento se resolverían porque la gente pague una entrada (y de paso, se liberaría al Estado de su obligación).

Pero como la ‘campaña’ ha comenzado, es bueno tener en cuenta que lo público y privado son ámbitos distintos y hasta contrapuestos; pareciera que a algunos opinólogos de todo habría que recordar que lo público es de los ciudadanos, abierto y libre. Y más en este caso, en el que la Nación es dueña absoluta de la Casa Histórica. ¿No sería mejor hacer una ‘campaña’ para que la Secretaría de Cultura de la Nación otorgue el presupuesto necesario para hacer las refacciones y repare todo lo que hay que arreglar y mantener? (En abril de 2017 el Estado dispuso 500 millones de pesos para mejorar los 25 museos nacionales).

La Secretaría de Cultura dispondrá este año de casi 5.000 millones de pesos. En 2018 fueron 4.480 millones. Ahora es un poco más que, en realidad, es un poco menos, teniendo en cuenta las estimaciones de inflación. Es verdad: en todos o casi todos los museos situados en esta provincia hay necesidades urgentes (los baños, el agua, los techos) Por tanto, no es un problema sólo de la Nación (hay humedad en el MUNT y en el Centro Cultural Virla y grietas en el Timoteo Navarro).

Ahora bien, más allá de que exista una maestría en museología, lo cierto es que se ha avanzado en esta ciudad en cómo transmitir, cómo comunicar el museo; los departamentos educativos están activados. “Actualmente, el museo deja de ser un espacio de contemplación para ser un lugar donde suceden cosas”, describe el teórico Boris Groys en un texto que no tiene más de cinco años en el país.

Pero ya que se usa (y abusa) esa frase, hay que ser consecuente: que sucedan cosas, pues. Falta mucho para debatir sobre cómo conquistar público.

Datos, no opinión

En Londres el Museo Británico (British Museum) recibe más de 5 millones de visitantes anuales, lo que lo convierte en el tercer museo más visitado del mundo, por detrás del Louvre, de París, y del Metropolitan Museum, de Nueva York. El museo es gratuito y posee más de 7 millones de objetos procedentes de todos los continentes.

El Museo de Historia Natural alberga una colección compuesta por más de 70 millones de especímenes y objetos relacionados con el mundo natural, y es gratuito. Las Tate son gratuitas igualmente y en una de ellas se cobra el ingreso para muestras particulares.

Los museos Smithsonian en Washington DC no cobran entrada. El Museo del Indio Americano (Nueva York) tampoco. Y no pocas instituciones en París son de ingreso abierto. El Museo Metropolitano de Arte de Nueva York -el famoso MET- generó un escándalo el año pasado cuando comenzó a cobrar. En Río de Janeiro y San Pablo hay días de ingreso directo. Es decir, hay una situación desigual: hay tantos que cobran como otros que no lo hacen, y se extienden los planes de días pagos y días gratuitos, descuentos para estudiantes y jubilados, etcétera.

Los “amigos”

Américo Castilla, que fue secretario de Patrimonio de Cultura durante algunos años del gobierno de Néstor Kirchner, y por casi dos bajo la gestión de Mauricio Macri, afirmaba que las asociaciones de amigos “muchas veces fueron de gran ayuda y otras veces fueron una competencia por el poder que no favoreció y creó un hábito que llegó a unos extremos realmente delictivos” (La Nación, abril, 2017). En esta provincia las denuncias de irregularidades han sido publicadas en diferentes medios y no se conoce hasta dónde llegó la investigación.

Sea que se cobre vía asociaciones de museos, con esa experiencia tan cuestionada en esta provincia, o por los propios empleados del museo, las sospechas de irregularidades no faltarán. Pero, además, lo que se recaude no alcanzará.

¿Lo público debe ser gratuito? La educación, por caso, ¿quién diría que hay que arancelar? O los hospitales (la salud pública), o supuestamente la UNT. Y, ya que lo sufrimos tanto en estos años, paguemos la seguridad, en tal caso; abonemos de este modo, dos o tres veces por esos “servicios”. ¿Acaso la cultura, los museos públicos en este caso, son menos necesarios que la educación? La tendencia a la privatización parece incontenible. Y desde la misma tercerización del mantenimiento.

Historia

No son nuevos estos interrogantes. ¿Será que defender la educación y la cultura públicas necesitan mayores explicaciones?

Se le atribuye a Marx haber dicho que aprendía más de la historia a través de los museos y el arte que de los libros de historia.

A través de las obras se puede enseñar (y conocer, sobre todo) el pasado, pero también el presente (una institución inexorablemente, se dirige y da cuenta del presente, porque tiene la mirada de época); el comportamiento de la flora y fauna, del mismo ser humano. De todo lo que tenga vida, en definitiva.

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