Atlético vivió una pesadilla en Paraná y se fue goleado

Atlético vivió una pesadilla en Paraná y se fue goleado

El "decano" no se pareció en nada al sólido equipo armado por Zielinski y sufrió ante Patronato. Los goles.

PARA EL OLVIDO. Aliendro, que lucha el balón, Bianchi, que acompaña y Díaz al fondo, tuvieron un partido deficiente, como el resto de sus compañeros.  gentileza el diario / foto de Gustavo Roger Cabral PARA EL OLVIDO. Aliendro, que lucha el balón, Bianchi, que acompaña y Díaz al fondo, tuvieron un partido deficiente, como el resto de sus compañeros. gentileza el diario / foto de Gustavo Roger Cabral

A diferencia de los carteles que le parecían dar una monacal bienvenida al “Club Atlético Patronato de la Juventud Católica” y al estadio “Presbítero Grella”, Atlético terminó encontrándose con un pequeño infierno en el lugar menos pensado. El 3-0 no supone una derrota dolorosa -insólitamente, lo es más para San Martín- ni tampoco para encender alarmas pero no deja de causar asombro por el bajo rendimiento del equipo, como si hubiese levantado la bandera de rendición muy pronto. Fue el día en que Atlético no se pareció al Atlético de Ricardo Zielinski ni al de los últimos años -acaso, sí, al del final del ciclo de Pablo Lavallén-.

Ya bien temprano, a los 3 minutos, cuando los choripanes todavía no se habían puesto a la parrilla y el sol pegaba fuerte en Paraná antes de esconderse por detrás del río, Atlético supo que su excursión por Entre Ríos no sería de turismo. Rodrigo Aliendro se entretuvo con la pelota, la perdió ante rivales que lo atacaron como tiburones (es lo que tienen los equipos que se juegan la permanencia y llegan con envión anímico) y la jugada derivó en un corner mal defendido, con Mauro Matos y José San Román clavados contra el piso, y un cabezazo de Germán Berterame al gol. Fue como levantarse por la mañana y leer un mensaje en el Whatsapp: “Hola, empezaste el día perdiendo 1-0”.

Atlético quedó como si un hacker le hubiera copiado su clave bancaria. Un equipo cuya fortaleza queda en evidencia tan pronto -y la del “Decano” es la solidez- pierde confianza y los muchachos de Zielinski pasaron a jugar incómodos, envueltos en una telaraña roja y negra, siempre un segundo por detrás de la jugada. El contraste fue total porque los jugadores de Patronato -siempre más veloces, en especial Gabriel Carabajal y su tocayo Compagnucci- encontraban huecos como si un GPS les revelara el secreto de donde recibirían la pelota con mayor espacio.

Si Atlético suele ser un equipo compacto, Patronato supo cómo desactivar el doble cerrojo de Juan Mercier y Aliendro y causar daño por los costados: San Román y Mathías Abero la pasaron tan mal que, si se hubiera tratado de básquet, habrían pedido un minuto para detener el partido y arrancar de nuevo. Hubo algún intento de reacción, en especial por parte de Favio Álvarez (el más activo), pero no fue más que eso, avances espasmódicos, solitarios y que morían antes de llegar al área. La única clara fue un buen pase de Matos que Leandro Díaz no pudo direccionar ante la salida de Sebastián Bértoli.

En ese contexto de un equipo que parecía jugar tan encerrado como en un metegol, o con una pelota tan liviana como una playera, el segundo gol de Patronato fue más de lo mismo: a una chambonada de Bruno Bianchi le siguió otro centro como puñal y un nuevo cabezazo, esta vez de Carabajal, para el 2-0.

Como si no pudiese jugar peor de lo que lo había hecho -o con menos tensión-, Atlético se despertó mínimamente en el comienzo del segundo tiempo. David Barbona tuvo más participación y se asoció un par de veces con Álvarez y Matos en función de pivote. Allí pudo haber llegado el descuento pero hay días en que todo sale mal y ése fue el caso de Atlético, que quedó nocaut tras un contraataque fulminante que terminó en una mano de Mercier y el penal convertido por Gabriel Ávalos, quien venía de anotar por triplicado ante River en el Monumental.

Zielinski hizo entonces lo que hacen los entrenadores cuando sólo les queda apostar por un electroshock: meter los tres cambios juntos, pero Ricardo Noir, Ramiro Carrera y Javier Toledo no podían cambiar nada (ayer tampoco lo hubiesen logrado Lionel Messi, Neymar ni Cristiano Ronaldo). Si un partido se pudiese terminar apretando un botón, a Atlético le habría convenido, porque encima le sumó la expulsión de Jonathan Cabral, víctima de la impotencia de un equipo sin rebeldía, entregado a la derrota desde hacía rato.

La mayor síntesis posible es que Atlético jugó tan mal que ni siquiera le puede echar la culpa a Fernando Espinoza, de impecable actuación. Y eso es mucho decir.

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