La modernización de las bibliotecas populares

La modernización de las bibliotecas populares

Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos; lugar donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura. Son dos de definiciones que propone el diccionario. El origen de la biblioteca se remonta a más de 4.000 años en ciudades de la Mesopotamia. “Las naciones verdaderamente ilustradas se propusieron y lograron frutos muy diferentes de sus bibliotecas públicas. Las 37 con que contaba Roma en los tiempos de su mayor ilustración, eran la verdadera escuela de los conocimientos... que son hoy día tan comunes en los pueblos cultos de Europa, son miradas como el mejor apoyo de las luces de nuestro siglo”, afirmaba Mariano Moreno.

Durante mucho tiempo, la biblioteca pública cumplió un papel relevante en el desarrollo educativo y cultural de las sociedades, especialmente para los vastos sectores con urgencias económicas para quienes los libros no estaban a su alcance. Con alguna periodicidad, estas instituciones compraban libros para actualizarse, en particular, en las universidades. En nuestro país, las bibliotecas populares son dirigidas y sostenidas principalmente por sus socios y brindan información, educación, recreación y animación socio-cultural, por medio de una colección bibliográfica y multimedial general. “La biblioteca complementa a la escuela y la vivifica sirviendo como un auxiliar para el maestro y como un incentivo de curiosidad para el niño. Porque es la biblioteca de distrito la que pone en manos del habitante en las poblaciones lejanas, libros atrayentes y útiles generalizando los conocimientos donde quiera que haya un hombre capaz de recibirlos”, afirma Domingo Sarmiento, impulsor de la Ley N° 419 en todo el territorio nacional.

Los tiempos han cambiado considerablemente. En los últimos lustros, el desarrollo de la tecnología y la informática han transformado los hábitos. La invención de internet ha revolucionado las comunicaciones, tanto que desde un teléfono móvil se puede acceder a cualquier información, así como a libros para ser leídos en la pantalla táctil, con la posibilidad de imprimirlos en muchos casos. No se necesita tener en la casa los 30 tomos de la Enciclopedia Británica o del Diccionario Espasa Calpe. Pero en contrapartida, este auge digital ha llevado a que las nuevas generaciones lean menos libros. Y en ese sentido, las bibliotecas tradicionales han comenzado a despoblarse. Esta nueva modalidad las obliga a modernizarse para seguir prestando un servicio útil a la comunidad.

¿Qué hacer, por ejemplo, con las Bibliotecas Sarmiento y Alberdi que atesoran verdaderas joyas, que corren el riesgo de desaparecer por el deterioro? Hubo algunas intenciones de digitalizarlas, pero que quedaron a medio camino. Si ello se lograra finalmente, se podría diseñar una red informática para intercambiar datos y que todo estuviera subido a online. Difícilmente puedan encontrarse en internet libros referidos a Tucumán, especialmente del siglo XX. Las autoridades podrían destinar una partida presupuestaria específica a tal fin; nos parece que es un patrimonio muy valioso como para dejar que se pierda. Las bibliotecas están pidiendo una nueva oportunidad para seguir viviendo. “Por el grosor del polvo en los libros de una biblioteca pública puede medirse la cultura de un pueblo”, afirmaba el escritor estadounidense John Steinbeck.

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