Bolsoneros o bolsonaros

Un hombre de camisa blanca, diminuto moño negro y tiradores se para en el centro del cuadrilátero. Sostiene un micrófono que acaba de bajar como caído de los cielos. “Buenas noches, damas y caballeros, la velada está en marcha”, anuncia con voz nasal. La luz de los reflectores le quema la cara. No puede ver a los espectadores, pero su experiencia le hace saber que ahí abajo las butacas están todas ocupadas. El presentador llena los pulmones de aire con profesional disimulo. “En este rincón -prosigue, histriónico-, vistiendo pantalón claro de generosos bolsillos multicolor, el chico malo del Estado benefactor. El multicampeón, el ganador de mil batallas. Dicen las malas lenguas que sus puños ya no son tan efectivos. Que ya no pega como antes. Pero aquí está, vigente y sonriente, generoso por demás: ‘The Buggieman’ (sostiene la n, mientras la multitud aplaude y se pone de pie) Bol-so-ne-ro”. En los parlantes del estadio resuena “Ojos de tigre”, la canción de la película Rocky. La voz del presentador interrumpe la ovación. “Y en este rincón, damas y caballeros, con pantalón oscuro de cinturón apretado y campera amarilla, recién coronado en suelo carioca. El encantador de masas. El prometedor de mano dura. El patrón de las redes sociales. Con ustedes, el único, pero no por eso original: ‘Easy-Trigger’ Bol-so-na-ro”. Otra vez, el ringside es un hervidero. Los fanáticos están desaforados. Sólo el sonido de la campana hace cesar el bullicio del público. “Prepárense para el estruendo”, exclama el presentador, mientras el micrófono asciende lentamente hasta perderse en las alturas. La pelea ha comenzado.

Round I: advertencias

La escena anterior merece dos advertencias: es generalizadora y reduccionista. No todos los candidatos cabalgarán sobre el asistencialismo ni sobre las promesas efectistas. Pero estos estereotipos se han instalado en la mayoría de los discursos políticos. Pasa en el oficialismo, pasa en la oposición, pasa en las terceras posiciones. ¿Son estos postulados de campaña un efecto colateral de la polarización? ¿O es la polarización en realidad un efecto directo de las demandas sociales? Un viejo aforismo dice que un pueblo no tiene la clase política que se merece, sino la que se le parece. La cuestión, otra vez, es quién se parece a quién.

Round II: regalos y pistolas

Las crisis en materia económica y en seguridad son inocultables. Lo que no asoman son soluciones de fondo. Las estadísticas y los indicadores pueden ser engañosos, pero las necesidades básicas insatisfechas y los casos de violencia crecen notoriamente a la vista de los tucumanos. La dirigencia en general luce desbordada por la coyuntura. Es un escenario ideal para los extremos. Todavía no está definida la fecha de las elecciones provinciales (¿será en mayo, aunque pueda resultar inconstitucional?) y hubo tucumanos que ya recibieron cajas y bolsones navideños con firmas de políticos. También hubo bingos y sorteos en la previa de Año Nuevo en distintas localidades de la provincia. Regalos por doquier. ¿Qué cara mostrará el Estado benefactor el día que se vaya a votar? Y para luchar contra la inseguridad, sobre el cierre de 2018, se anunciaron más armas, más chalecos, más policías. Como en el farwest, las fichas están puestas en el brazo armado de la ley. ¿Cuántos motoarrebatos es posible prevenir simplemente a balazos?

Round III: los extremos

Una de las claves de la comunicación política es reconocer las necesidades sociales y darles forma de solución a través de un candidato. Es un proceso de identificación complejo, estudiado y premeditado. De eso se tratan las campañas. Al margen de que cada dirigente pueda elaborar una detallada plataforma de gestión, el eje de las estrategias preelectorales gira sobre las emociones. Por eso, unos se presentan como los que cuidan a los tucumanos, otros dicen ser los que combatirán la corrupción, y están también los que prometen mano dura o una revolución productiva. El menú es amplio. Lo que se muestra es una foto del punto de llegada, no del camino a recorrer. Y si la campaña empieza a rozar los extremos puede tornarse peligrosa, reducida a una pelea discursiva entre dos estereotipos: bolsoneros o bolsonaros.

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