Volante de disculpa

En los fallos condenatorios por calumnias e injurias expresadas a través de la prensa, el Código Penal (artículo 114) ordena al ofensor publicar, en el mismo medio, la rectificación. Dentro de la Argentina, mucho antes de que existieran los Códigos nacionales, esa rectificación estaba también impuesta por la antigua legislación española, que aplicaban, como se sabe, nuestros Tribunales.

En Tucumán, en la segunda mitad del siglo XIX -tiempos de la Confederación- actuaba en la ciudad un presbítero llamado Antonino Monge y Bello. Posiblemente boliviano de origen, carecemos de sus datos biográficos: sólo sabemos que dirigió, en 1853, el periódico “La Montaña”. Pero el hecho de que su nombre apareciera con frecuencia en los expedientes judiciales, como actor o demandado, indicaría que se trataba de un personaje alborotador y pendenciero.

Al parecer, en 1855, el coronel José Segundo Roca le entabló un pleito por injurias o calumnias escritas. Se lo ganó, y el juez impuso a Monge y Bello la obligación de rectificares públicamente. Lo curioso es que lo hizo no por medio del periódico, sino de un impreso en hoja suelta (un volante, diríamos) que muy posiblemente se pegó en las fachadas de las casas, o se distribuyó en la calle. Nuestro Archivo Histórico conserva un ejemplar.

La hoja decía: “Señor Coronel D. Segundo Roca. Tucumán, Abril 3 de 1855. Muy señor mío: Acompañándome el sentimiento a que el escrito que di a luz hubiese ofendido a la fama y reputación de su nombre, tengo a bien dirigirme a V. manifestándole que mi ánimo no fue tal, y que de consiguiente mis deseos son que viva V. en posesión del buen crédito que haya sabido adquirirse en el país de su residencia. Sin más que esto tengo el honor de llamarme su atento servidor. Antonino Monge y Bello”.