“Tucumán Arde” retrató la miseria y la pobreza que generó el cierre de los ingenios

“Tucumán Arde” retrató la miseria y la pobreza que generó el cierre de los ingenios

Un grupo de artistas rosarinos y porteños relevó la situación social y económica de la provincia y la expuso en esas ciudades con grabaciones, datos, testimonios, filmaciones y fotografías.

ÍCONO. El diseño del logo fue atribuido al artista de Buenos Aires León Ferrari. ÍCONO. El diseño del logo fue atribuido al artista de Buenos Aires León Ferrari.

“Tucumán Arde” fue, junto con “El siluetazo”, una de las mayores operaciones artísticas-políticas argentinas del siglo XX. Por estos días en esta provincia, en imágenes y hasta en la folletería de la Bienal de Fotografía Documental, se pueden observar referencias a aquél movimiento, lo que obviamente no es casualidad: se cumplen 35 años de “El siluetazo” y 50 de “Tucumán Arde”.

Charlas, debates, acciones y las plataformas digitales de @TucumanArde50Años recuerdan a su manera esta acción, que fue una avanzada de tipo conceptual, aunque sigue sin conocerse si los artistas tucumanos fijaron posición o, al menos, tomaron conocimiento de lo que sucedía.

AFICHES Y PANCARTAS. Las estadísticas de la desocupación, la mortalidad infantil y la deserción escolar fueron expuestas. AFICHES Y PANCARTAS. Las estadísticas de la desocupación, la mortalidad infantil y la deserción escolar fueron expuestas.

“Tucumán Arde” fue un movimiento artístico-político pensado, concebido, producido y realizado por artistas rosarinos y de Buenos Aires. “Fue una obra colectiva y multidisciplinaria que se montó el 3 de noviembre de 1968 en la sede de la CGT de los Argentinos de Rosario, y en la de Buenos Aires unos días después, aunque por pocas horas. La realizaron intelectuales y artistas de diferentes disciplinas de esas ciudades, que se proponían crear un fenómeno cultural de características políticas que excediera los cauces habituales de las vanguardias que ellos mismos practicaban”, cuenta Juan Renzi, uno de sus más importantes activistas. Contó con el respaldo de la CGT-A, en ese entonces dirigida por Benito Romano (Fotia).

Por distintas razones, este importante movimiento apareció tarde en los estudios de intelectuales, académicos e historiadores, tal vez más preocupados en atender lo festivo y celebratorio del Instituto Di Tella y no en su línea revolucionaria. Porque, eso sí, se trataban de artistas revolucionarios, con el lenguaje artístico (experimental y conceptual) y con la propia posición política. Era 1968 cuando los rosarinos y porteños como Pablo Suárez renegaban de las instituciones y advertían: “siempre es tiempo de no ser cómplices”.

Objetivos y recursos

Se propusieron mostrar qué sucedía en esta provincia en tiempos de dictadura, con el cierre de numerosos ingenios, gran pobreza y desocupación, desnutrición y mortalidad infantil, y deserción escolar; al denominado “Operativo Silencio” opusieron la contrainformación. Cuando se expuso todo el trabajo en Rosario, un gran cartel decía: “Visite Tucumán, Jardín de la Miseria”. Y a la vista de todos estaban los datos en grandes afiches y filmaciones; y se podían escuchar los testimonios de los obreros del surco y sus familias en las grabaciones, particularmente de las colonias de los ingenios. Algunos historiadores escribieron que con el cierre de los ingenios más de 150.000 personas fueron a crear y a poblar las villas del conurbano en Buenos Aires; seguramente de allí surgieron los personajes Ramona Montiel y Juanito Laguna, de Antonio Berni.

Sí, 150.000 personas, casi un cuarto de la población estimada en 750.000.

Grabaciones, testimonios, entrevistas, documentos y fotografías, pero también un trabajo de investigación (no es menor esta pesquisa que incluyó sociólogos y economistas; tampoco, el trabajo de un colectivo de artistas que fue anónimo; sobre el que el Centro de Investigaciones de Ciencias Sociales -Cicso- hizo un informe). Una delegación de artistas vino a la provincia, dio charlas pour la galerie sobre la comunicación y el arte, que registró este diario. Pero en rigor, clandestinamente tomaron apuntes, se ensuciaron los zapatos en las barriadas, conversaron con las mujeres obreras y de los trabajadores; atentamente observaron a los niños, y consultaron la opinión y datos de algunos profesionales de la salud y de la educación (en 1964 Palito Ortega retrató esta realidad con su canción “Changuito cañero” que idealizaba el trabajo infantil).

La dictadura militar de Juan Carlos Onganía (de 1966 a 1970) planteó una reconversión económica y la concentración del capital en pocos ingenios, bajo el nombre de “Operativo Tucumán”, un proceso que, con otro ritmo, también se observa en la actualidad.

Una vanguardia

El grupo de artistas se propuso como una vanguardia y como tal, tuvo su manifiesto y sus objetivos; surgió en un momento en el que llegaban los ecos del situacionismo francés; toda la vanguardia se propuso unir el arte y la vida. No se sabe bien cuáles fueron las relaciones con los artistas franceses, pero no es casual que en París fue reconocida su acción antes que en el país.

No debe olvidarse que Julio Le Parc, que vivía en París, ganó el gran premio de la Bienal de Venecia en 1966 y en 1968 fue expulsado por su participación en el Mayo Francés. Fue solidario con “Tucumán Arde”, al igual que Luis Camnitzer; algunos autores mencionan también a artistas que residían en Europa en esos momentos, como Rómulo Macció y Antonio Seguí.

Es 1968, y cualquier acción política y artística debe pensarse en relación al contexto internacional, no aisladamente: la contracultura, la primavera de Praga, el Mayo Francés, la ruptura del stalinismo y la “revolución cultural china” y el pasaje al maoísmo de gran parte de los filósofos.

La historiadora Ana Longoni escribió varios textos sobre política y arte de los 60 en este país. Y señala que hay un mito sobre “Tucumán Arde”. Lo cierto es que apenas existen algunos pocos ensayos al respecto. Y que durante gran tiempo fue una tendencia ignorada y ocultada en los libros de historia del arte. “Se gestó en agosto del 68, viajaron en dos oportunidades, y fueron investigadores. Son más de 400 fotografías que existen en la colección de Graciela Carnevale”, cuenta la misma Longoni. En definitiva, los 60 comenzaron a investigarse en los 90 en Argentina, pero en Tucumán poco o nada se conoce y se estudia en este tiempo.

Antes, en los 70, ya había trascendido a nivel internacional (Estados Unidos y París). En esos años, la fotografía era una pieza fundamental de documentación. El Di Tella y los grupos que se nucleaban a su alrededor protestaron contra el premio Bracque en la embajada de Francia; por la censura del baño instalado de Robert Plate y la guerra de Vietnam. Diferentes artistas asumieron una posición revolucionaria: qué otra cosa podían hacer en los 60, en los 70. Cuando se pensaba que la revolución estaba tan cerca.

Sacar el arte de un espacio privilegiado, dislocarlo, deconstruirlo. “Arte es todo lo que moviliza y agita. Arte es lo que niega radicalmente este modo de vida y dice: hagamos algo para cambiarlo”, se dijo entonces.

No se conoce qué actitud o posición tenían los artistas residentes en la provincia al respecto. Aún los artistas que aparecían más críticos con la dictadura no figuran adhiriendo o tomando posición sobre este trabajo, o conociéndolo al menos.

Mientras, Tucumán sigue ardiendo y, por estos días, también París.

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