Veredas, ese lado descuidado de la vía pública

Veredas, ese lado descuidado de la vía pública

19 Noviembre 2018

Las veredas son un asunto pendiente en las ciudades tucumanas. Cuando no se encuentran rotas, incompletas, deterioradas o directamente no existen, tienen elevaciones, depresiones u obstáculos que dificultan el tránsito peatonal. Un informe de 2016 daba cuenta de que el 45% de las aceras de San Miguel de Tucumán se encontraba en mal estado y esa situación no ha variado demasiado, pese a que las autoridades capitalinas han comenzado un plan de reparación dentro de las cuatro avenidas. A mediados de este año la Municipalidad informó que en ese sector hay 9.500 m2 de veredas rotas.

Las normas sobre el área peatonal de las calles son singulares. Las ordenanzas 3.964 y 3.974, ambas de 2008, se refieren a la responsabilidad de los vecinos cuando las veredas están rotas y a la obligación de repararlas con los materiales que correspondan. Salvo cuando hay problemas a causa de obras de empresas de servicios, el municipio debe notificar a los frentistas para que arreglen sus veredas en un plazo de 90 días, y luego da intervención al Tribunal de Faltas.

Pero el sistema no ha funcionado. El intendente mismo exhortó a los vecinos a que ayuden. “Si tienen sus baldosas y mosaicos, nosotros los podemos colocar”, manifestó. Su secretario de Gobierno fue más directo: “ante la falta de mantenimiento en el área central, el reclamo de los transeúntes y de las personas con capacidades disminuidas, iniciamos las obras a pesar de las intimaciones que les hicimos a los frentistas. Queremos garantizar la segura circulación en la ciudad y por ello también agregamos a este proyecto la creación de rampas”.

Nada de esto, sin embargo, garantiza que la inercia de abandono que hay en cuanto a las veredas vaya a cambiar. En el Concejo Deliberante ingresó a mitad de año un proyecto para que los frentistas puedan solicitar al municipio las obras de reparación, que serían prorrateadas en las facturas de tasas municipales. También se incluye la unificación de las veredas por diseño y color, la construcción de rampas y los indicadores en baldosas para no videntes.

Pero, más allá de esa iniciativa, la cuestión pasa por la necesidad de que se asuma que las aceras son tanto o más importantes que la calle pavimentada, de tierra o enripiada. El valor del peatón en la ciudad es sustancial y sobre él debe centrarse el mantenimiento y la funcionalidad del área de circulación urbana. En ese sentido, no cabe aceptar que haya veredas desniveladas, con depresiones o elevaciones, o con obstáculos que afecten la circulación fluida. La Capital tiene lugares con veredas mal construidas o con materiales inadecuados que, aunque se encuentran en perfecto estado, generan alto riesgo al peatón, cuando no lo obligan a bajarse a la calle en ciertos tramos. Un informe sobre accidentes en las veredas daría cuenta de esta situación. Y esto, por sólo hablar de San Miguel de Tucumán. Yerba Buena, donde el municipio se ha hecho cargo de que se construyan veredas básicas de cemento en calles nuevas, como el Boulevard 9 de Julio- tiene un déficit histórico en cuanto a las aceras. En la “ciudad jardín” es problemática la circulación peatonal, y crítica en caso de ancianos, discapacitados o familias con bebés.

La política y la legislación sobre veredas deberían ser iguales y coordinadas en todos los municipios, y con la responsabilidad ejecutiva fundamental del Estado, para evitar el caos que impera actualmente.

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