Los oficios viven su nueva era dorada

Los oficios viven su nueva era dorada

CECILIA LAVERGNE, DE PSICÓLOGA A MAQUILLADORA.- CECILIA LAVERGNE, DE PSICÓLOGA A MAQUILLADORA.-

En su cabeza todavía resuenan los mandatos familiares. Serás profesional o no serás nada, les repetían. Un día se dieron cuenta que no todo es blanco o negro. Y que un oficio podía hacerlos más felices a la hora de trabajar que una carrera convencional. No dudaron en arriesgarse. Se convirtieron en su propio motor de cambio. Y aquello que era una alternativa laboral de segundo orden se convirtió en la opción de reinventarse y transformar su vida.En tiempos en que se valora más lo auténtico y lo “hecho a mano”, los oficios viven su nueva era dorada. Cada día más personas abrazan ocupaciones como las carpintero, panadero, zapatero, repostero, peluquero o maquillador, entre otros. Basta un paseo por Instagram para comprobarlo: son muchos los que están dando el viraje hacia los oficios, buscando nuevos rumbos laborales. Y las redes se convirtieron en la vidriera privilegiada de los productos que hacen. Para ellos significó ser felices haciendo lo que les apasiona. Pero no fue sólo abrir una cuenta, poner un hashtag y armar algo. Detrás de cada historia hay toneladas de valentía y sacrificio. Aquí te contamos algunas de ellas.

> De psicóloga a maquilladora
Si hay una palabra con la que Cecilia Lavergne (31) se siente identificada es con rebeldía. Cuando algo ya no le gusta o no le hace bien, no lo duda: lo suelta. Le pasó en el plano amoroso. Y también con su profesión. Se recibió de psicóloga, pero guardó el título porque su verdadera pasión, lo que quiere hacer hoy, es el maquillaje.
Su mamá le ha preguntado más de una vez: ¿cuándo vas a ejercer la psicología? “No voy a hacerlo”, le contesta ella hasta el cansancio. Igual, no se arrepiente de haber pasado por la facultad. Mucho menos de haber cambiado el viaje a Europa que le regalaron al recibirse por un curso de maquillaje avanzado en Buenos Aires.
Cuenta la joven que la relación con el make up tiene su génesis en la adolescencia. “Como tuve problemas de acné mi sueño era tener una piel linda. Después, cuando ya estaba en la facultad, pensé en hacer un curso de automaquillaje. Apenas lo terminé gente conocida me empezó a pedir que la maquille”, relata.
Al recibirse de psicóloga decidió trabajar como maquilladora en distintos eventos hasta que le llegara el título. Y cuando eso sucedió, sintió que no podía dejar de maquillar ni de perfeccionarse en esta apasionante disciplina. Hoy también se ha vuelto experta en perfilado de cejas, enseña make up y anhela con abrir su propio estudio.
“Me asombran los cambios que uno puede lograr con este arte. Me gusta verles la cara de felicidad a las personas después que las maquillo. En cierta forma suelo estar ejerciendo de psicóloga mientras trabajo en sus rostros”, cuenta Cecilia. Ya le ofrecieron trabajar en un prestigioso estudio de Buenos Aires. Mientras lo medita, tiene diversos emprendimientos en Tucumán. Ahora prepara el evento “Rebelde Navidad”, una expo maquillaje que se realizará a fines de diciembre. No le podría haber puesto otro nombre al encuentro. “Los mandatos familiares te van estructurando. ¿Quién no tuvo alguna vez un sueño que implicaba romper esas estructuras? Hay que ser rebelde, animarse a probar, a soltar. Es cierto que uno arriesga mucho. Pero si ese era tu lugar en el mundo vale la pena haber archivado un título universitario”, resume.



> De contadora a repostera
El proceso de Mónica Batalla (40) comenzó con el desencanto hacia su profesión: contadora.
Ahora ella no se arrepiente ni un día de su vida de haber cambiado los números por la repostería.
Hoy tiene su propio local y conduce un programa de televisión en el que muestra toda su creatividad con pasta modelada.
“Ejercía como contadora y tomaba clases de pintura, decoración de tortas y bordado. Y un día alguien me dijo: “lo tuyo es el arte”.
Lo pensé mucho hasta que decidí dejar la profesión y dedicarme a lo que me apasionaba: el arte en azúcar. Porque todo lo que hacemos en una torta es arte. Con el cambio estoy feliz porque esto es algo muy creativo: no existe la rutina, cada torta es diferente, y lo mejor es que las tortas acompañan los acontecimientos felices. ¡Y me encanta ver a la gente feliz!”, remarca Mónica.
Seguramente haciendo números habrá amargado a más de uno. “Siiiii”, dice. “Pero principalmente yo no vivía contenta. Mucho tiempo luché con lo que sentía adentro porque pensaba me dediqué seis años a estudiar y me planteaba: “no puedo tirar ese tiempo a la basura”.
Después comprendí que todo sirve. Y que seis años no son nada. Peor es pasar toda la vida haciendo algo que no disfrutás”, evalúa.
Hace unos días, uno de los dos hijos de Mónica, Ezequiel, le preguntó si es mejor hacer algo que le dé mucho dinero de ganancias o algo que le guste. “Le dije que si hace algo que le gusta y que lo apasiona seguramente será primero que nada feliz y es muy probable que así sea exitoso. Incluso aunque no ganés mucho dinero la felicidad de hacer lo que a uno le gusta vale más que cualquier cheque”, resume.

> De arquitecto a carpintero y diseñador
El arquitecto José María Figueroa (41) decidió darle un volantazo a su vida antes de enmarcar el título universitario y colgarlo en un estudio. En 2005, cuando se recibió, hizo un viaje de dos años a México para conocer a fondo la arquitectura latinoamericana. Al regresar abrió un bar con un amigo y más tarde comenzó a hacer objetos de diseño.
“Siempre me había gustado trabajar con madera, hacer cosas originales, poner onda a los ambientes. Estudié arquitectura porque era lo que mediaba entre lo artístico y lo políticamente correcto”, confiesa.
En el diseño de objetos fue que encontró su lugar en el mundo. Empezó a hacer muebles de madera y de MDF. Estuvo en importantes ferias de diseño y su trabajo se hizo cada vez más reconocido. Ahora, con su nuevo emprendimiento, “La Gran Bestia Pop”, hace originales cuadros de vinilo con figuras de la cultura y el rock. En todos los casos, le gusta romper las estructuras y recortar las siluetas.
Mientras tanto, desde su abuela hasta su pequeña hija, todos en la familia, le preguntan cuándo va a ejercer. “Me estoy haciendo viejo y no arranco. Es que este oficio me gusta mucho porque con él puedo ser emprendedor, autónomo y creativo”, evalúa el profesional.



> De diseñadora de interiores a carpintera
Para Alejandra Lamelas (31) en la actualidad hay una revalorización de los viejos oficios, una especie de nueva era dorada que está relacionada a la necesidad de la gente de tener objetos únicos y auténticos.
“En un mundo globalizado muchos empiezan a cuestionar la producción masiva y esto ha marcado un resurgir de los oficios, especialmente aquellos que valoran lo regional, lo original”, evalúa la diseñadora de interiores y carpintera. Respecto de los muebles también sostiene que las personas han vuelto a valorar aquellas piezas artesanales y que pueden durar para toda la vida. “Hay más conciencia y la gente va cambiando esa idea de comprar y descartar al poco tiempo”, analiza.
Siempre le gustó armar objetos. Decidió ponerse el mameluco y dedicarse a la carpintería porque le costaba encontrar un carpintero que interprete sus diseños. “Es lo lindo de este oficio; permite hacerte cargo de todo. Vos lo creas y lo construís”, evalúa la joven, que siempre se destacó por “romper los moldes”. Por eso en su casa no se sorprendieron cuando abrió, hace seis años, su taller con serruchos, máquinas, martillos y clavos. Primero tuvo que pasar por la escuela de formación de Artes y Oficios.
“Es cierto que todavía persiste esa idea de oficios que pueden ejercer los hombres y otros las mujeres. Para mí eso nunca fue un problema”, cuenta. También da cursos de carpintería. Desde su empresa “Qiri” hace mueblería de autor. Todo es sustentable, detalla. Cuenta que a lo largo de estos años con ocupación empezó a valorar mucho más la experiencia humana del trabajo más allá de las ganancias económicas.


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