Los riesgos que entraña el discurso de Bolsonaro

Los riesgos que entraña el discurso de Bolsonaro

El triunfo de Jair Bolsonaro es una alerta para las democracias de América Latina. El discurso del candidato de la extrema derecha brasileña, no ya durante la campaña sino durante su vida pública, entraña riesgos contra la forma de vida que desde los 80 vienen eligiendo los pueblos del continente.

Las declaraciones del presidente electo encuadran en un catálogo de formas de discriminación, xenofobia, odio y racismo. Su misoginia va desde su familia (“Fueron cuatro hombres, con la quinta fallé y salió mujer”, dijo en 2017 sobre sus hijos) hasta el trabajo (”No emplearía -hombres y mujeres- con el mismo salario. Pero hay muchas mujeres competentes”, soltó en 2016); pasando por el Congreso: “Jamás te violaría porque no te lo mereces”, le gritó en 2003, a la diputada Maria do Rosário.

Es conocida su homofobia: “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. No voy a ser hipócrita aquí. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí”, aseveró en 2011. Ya en 2002 había dicho: “No voy a combatir ni discriminar, pero si veo a dos hombres besándose en la calle los voy a golpear”.

Hizo gala de su racismo el año pasado comparando a las personas de descendencia africana con vacas y afirmando que “no hacen nada. Creo que ni para procrear sirven”.

Los pueblos originarios tampoco se salvan. Los calificó como “indios hediondos, no educados y no hablantes de nuestra lengua”.

En materia religiosa proclamó en 2017: “Dios encima de todo. No quiero esa historia de Estado laico. El Estado es cristiano y la minoría que esté en contra, que se mude. Las minorías deben inclinarse ante las mayorías”.

Propuso, además, una matanza de adversarios políticos en 2019: “Deberían haber sido fusilados unos 30.000 corruptos, empezando por el presidente Fernando Henrique Cardoso”.

También recomendó masacrar favelas. “Primero desde un helicóptero se tiran volantes y folletos, dándole seis horas a los delincuentes para entregarse y aleccionando la delación de los pobladores. Cumplido el plazo, si no se entregan los bandidos, se ametralla el barrio”.

Finalmente, hace apología de la dictadura militar. Cuando en 2016 apoyó la destitución de Dilma Rousseff como presidenta, dedicó su voto en Diputados al ex coronel Carlos Alberto Brillante Ustra, quien había muerto el año anterior, condenado por secuestro y tortura. “Estoy a favor de la tortura. Y el pueblo está a favor también”, dijo en 1999.

Y tras la elección, como consigna LA GACETA de ayer, anunció que suprimirá la publicidad oficial para el diario “Folha”, una decisión que atenta contra la libertad de expresión, porque acusa a ese medio de difundir información falsa en su contra. Donald Trump, de quien Bolsonaro se declara admirador, también ha exhibido una conducta demonizadora de los medios independientes de EEUU, pero nunca se animó a desfinanciarlos.

Las democracias latinoamericanas deben estar pendientes del desarrollo de los acontecimientos en el país vecino y, a través de los mecanismos del derecho internacional, velar para que no haya abusos contra el hermano pueblo de Brasil. Venezuela, con su populismo de izquierda, ha sometido a su pueblo a una situación dramática. Mientras se gestaba, la mayoría de los gobiernos de la región miraban a otra parte. Cuando cambió el signo político en Sudamérica, ya era tarde. No debe repetirse tal cosa.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios