Una guerra despiadada por el peronismo

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La guerra es por el peronismo, a cara descubierta, sin piedad. Jaldo es el encargado de que no queden vestigios alperovichistas, tanto en la estructura del Estado como en la del PJ. Tiene la venia de Manzur. Cuando éste regrese de su viaje, el vicegobernador deberá haber hecho la “limpieza”. Sin anestesia. Ayer hubo muestras de que no habrá compasión con el “ex” socio. El tranqueño hará el trabajo duro, o sucio, para que Manzur quede con la llave de la puerta a un posible diálogo. 

Sin embargo, más que tratar de cercarlo y de expulsarlo del oficialismo, las resoluciones de Jaldo afectando a Alperovich implican un claro mensaje para el resto de la dirigencia peronista: si el senador se apuró al decir “salgo”, la dupla gobernante le está exigiendo que el resto de los oficialistas que se jueguen y se apresuren en decir “me quedo”. Reclamarán no sólo que pinten paredes sino pruebas firmes de lealtad. 

Hace mucho que no sucedía tamaña disputa en el justicialismo tucumano; las hubo por el poder; pero la que está provocando el Gobierno es por ver quién se queda antes con el peronismo; ese que viene haciéndole ganar elecciones al oficialismo desde que regresó la democracia -hoy hace 35 años-; con excepción del mandato de Bussi. 

Es una pelea por el manejo y la influencia territorial sobre la dirigencia y sobre los militantes del PJ. Es la primera batalla en contra de Alperovich, que también quiere hacer campaña montándose sobre los peronistas. La historia muestra que el voto peronista es clave en Tucumán, ya que con el respaldo masivo de los simpatizantes de Perón se pueden ganar comicios; quedó demostrado sucesivamente en la provincia, máxime cuando el Gobierno de turno tiene el mismo color partidario. 

Nadie como los peronistas en el poder le sacan provecho a la administración del Estado para llevar aguas hacia su molino. Cuando el PJ es el partido que sostiene al Gobierno, el peronismo es temible como contrincante en las urnas. Esto último no sucedió cuando Alperovich estuvo 12 años al frente del Ejecutivo: en ese tiempo el PJ fue un apéndice o un títere del mandatario. Una distracción. Hoy, con el cambio de manos en la conducción del partido, lo que se pretende mostrar es que el alperovichismo será la principal víctima de la mancomunión de Gobierno y PJ. Jaldo será el responsable. Su rol es ser “el enemigo” de Alperovich.

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