No todo lo que brilla es oro

No todo lo que brilla es oro

AHORA MANEJA UN UBER. Kevin Cura, ex Huracán, es uno de los futbolistas desocupados que espera otra oportunidad. AHORA MANEJA UN UBER. Kevin Cura, ex Huracán, es uno de los futbolistas desocupados que espera otra oportunidad.

El 30 de octubre de 1948 -el martes se cumplen 70 años- los futbolistas argentinos inician un paro simbólico de un minuto antes del comienzo de los partidos. Reclaman el reconocimiento de su gremio (Futbolistas Argentinos Agremiados, creado en 1944), la libertad de contratación, la fijación de un sueldo mínimo pero no de uno máximo y tener representación en los lugares donde se ponen en juego sus intereses. La AFA suspende el torneo el 1 de noviembre y las últimas cinco fechas se juegan con futbolistas juveniles, una decisión que frustra a Racing, que se había reforzado bien y apuntaba al título, y corona en cambio a Independiente, campeón con 41 puntos, cuatro más que River. La decepción es Boca, que termina octavo, pese a que había pagado la suma récord de 220.000 por el brasileño Heleno de Freitas, el jugador que, unos años antes, cuando jugaba en el Junior de Barranquilla, había logrado que un tal Gabriel García Márquez fuera por primera vez de modo continuado a una cancha de fútbol.

La huelga se prolonga al inicio del campeonato de 1949. Las represalias hacia sus líderes derivan en el recordado éxodo de casi medio centenar de grandes jugadores a Colombia, cuya liga no está afiliada a la FIFA y cuenta con un gran poder económico. Nace el “Ballet Azul” de Millonarios que gana cuatro de cinco títulos, incluido el de 1951, con 98 goles a favor, liderado por los argentinos Alfredo Di Stéfano, Néstor Rossi, Adolfo Pedernera, Julio Cozzi, Hugo Reyes y Antonio Báez. El “Charro” José Manuel Moreno es inolvidable para Deportivo Independiente Medellín (DIM), igual que Oreste Osmar Corbatta, por citar apenas algunos de los principales cracks. También el fútbol uruguayo vive su propia huelga en 1948. Su líder es nada menos que el gran Obdulio Varela, que entra en crisis con Peñarol. El club lo señala como fundador del sindicato y de la medida que dura siete meses. Peñarol, contaría años después el periodista Franklyn Morales, intenta sobornarlo tres veces durante la huelga. Obdulio las rechaza. Retoma su viejo oficio de albañil. Meses más tarde, como capitán de la Celeste, termina siendo protagonista central del “Maracanazo” del Mundial de 1950.

Los jugadores argentinos, que habían realizado su primera huelga en 1931, cuando reclamaron libertad de acción y el gobierno intervino para imponer el profesionalismo, deciden su tercera huelga de peso en 1971. Reclaman el Estatuto del Futbolista. También hay represalias. El “Pato” José Omar Pastoriza tiene que emigrar a Mónaco, entre otros. Hubo más huelgas. En la del ’75. River pone fin a 18 años sin títulos. Gana en la última fecha con un equipo de cuarta división. La del ’84 sucede en medio de una gran crisis de Boca. Otras se producen en reclamo por jugadores agredidos por barras (Claudio Zacarías) y expulsiones masivas polémicas (Javier Castrilli en 1993). Y la última fue decretada por la Asamblea liderada por Sergio Marchi, a quien le cayeron investigaciones judiciales y hasta amenazas de formar un gremio paralelo, alentadas principalmente por un Boca que ya no estaba en crisis, sino que, todo lo contrario, se preocupaba para que nada afectara su reinado. Pero la huelga del 48, acaso por las consecuencias del éxodo, es una de las más recordadas.

Al abogado de Agremiados, Nereo Pegadizábal, quisieron sobornarlo, lo acusaron de “comunista” y le dijeron que si cruzaba el puente Avellaneda sería “boleta”. Ese mismo año, Leopoldo Torres Ríos, estrenó con gran éxito popular “Pelota de trapo”, el drama de “Comeuñas” (Armando Bó), obligado a dejar el fútbol por una enfermedad cardíaca y a frustrar su sueño de campeón.

Era un fútbol ya popular y por momentos también caótico, lleno de estrellas. Y todavía ingenuo. Los años ’60 y ’70 exasperaron la búsqueda del triunfo a cualquier precio, el nacimiento de las barras bravas y una locura que devino en muerte. ¿Cómo explicar, sino, que el clásico que hasta diarios europeos señalan como uno de los más pasionales del mundo, Rosario Central y Newell’s Old Boys, tenga que jugarse este jueves en Buenos Aires, sin hinchas y en horario laboral, casi de modo clandestino, por el temor de que sus barras extiendan un historial de sangre que está arruinando todo? No hay allí huelga de jugadores que alerte sobre la barbarie. Los jugadores hoy están en otro debate. Sufren, como tantos, estos tiempos de ajustes y presupuestos recortados por el FMI. Por eso ha crecido la cantidad de jugadores desocupados que, protegidos por el gremio, sicóloga incluída, se entrenan todos los días en Buenos Aires bajo las ordenes, entre otros, del exarquero Carlos Barisio. “Es como una bolsa de trabajo que creció bastante el último tiempo”, le dijo Barisio al diario “Tiempo”. Entre los jugadores está, por ejemplo, el exHuracán Kevin Cura, que maneja un Uber. José Cubas (hermano de Andrés, exBoca hoy en Talleres) trabaja como personal trainer. Y muchos más juegan en ligas del interior, donde cobran entre 2.000 y 3.000 pesos por partido. “Uno estaba en una burbuja, pero esto -dijo a ‘Tiempo’ el arquero Ramiro Martínez, exBoca y Godoy Cruz-, te hace volver a la realidad de la gente laburante”. Al mundo real.

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