El niño que cronicó una revolución

El niño que cronicó una revolución

Vicente C. Gallo miró el tiroteo, escuchó los comentarios y narró todo a su tío diputado nacional, en 1887.

EN LA NIÑEZ. Vicente C. Gallo, de pocos años, en brazos de un pariente EN LA NIÑEZ. Vicente C. Gallo, de pocos años, en brazos de un pariente

Han corrido ya 131 años, desde que un niño tucumano desempeñó el curioso papel de cronista de una revolución en su ciudad. Sucedió en 1887. El domingo 12 de junio, estalló un golpe armado contra el gobernador Juan Posse. Este se singularizaba, entre los mandatarios provinciales, por ser un resuelto adversario del presidente Miguel Juárez Celman, y los alzados eran fervorosos “juaristas”.

No consta que el presidente ordenara el movimiento contra Posse, pero no hizo nada para contenerlo. Una carta posterior de Carlos Pellegrini diría a Julio Argentino Roca: “Tengo la plena seguridad de que el presidente no tenía conocimiento de que la revolución iba a estallar, en el momento en que se produjo. Sus amigos calcularon que una vez lanzados no los abandonaría”. Y así, por “demasiada complacencia” o “por su espíritu abatido por el temor de perder un hijo”, Juárez Celman “había perdido su energía” y “el hecho ha sido tolerado de manera de dar margen al cargo de complicidad”.

Domingo sangriento

El grupo de revolucionarios, con sus fusiles en la mano, llegó a Tucumán en tren y se dirigió resueltamente a la plaza Independencia. Iba a su frente un fervoroso “juarista”, Lídoro J. Quinteros. Primero atacaron a balazos el interior de la Iglesia Matriz, donde se hallaban el gobernador y su gabinete asistiendo a la denominada “Misa del Gobierno”. Luego, se dispusieron a tomar el Cabildo -ubicado donde hoy está la Casa de Gobierno- que era sede de las autoridades de la provincia.

LA REVOLUCIóN DE 1887. Grupo apiñado el 12 de junio en una esquina de la plaza Independencia. Lo registró esta foto, conservada en el álbum del doctor Juan Heller LA REVOLUCIóN DE 1887. Grupo apiñado el 12 de junio en una esquina de la plaza Independencia. Lo registró esta foto, conservada en el álbum del doctor Juan Heller

Apoderarse del Cabildo no fue algo sencillo de consumar. En su interior se encontraban soldados de la milicia local, que el ministro de Gobierno, doctor Ignacio Colombres, había podido reunir apresuradamente. Los revolucionarios disparaban parapetados en la plaza, y el nutrido fuego era respondido desde las arcadas del caserón oficial. Hubo numerosos muertos y heridos.

Desde la terraza

En la misma manzana del Cabildo, se alzaba la casa de la familia Gallo. Todavía está en pie, muy bien restaurada y unida al edificio moderno del Colegio Santa Rosa, sobre calle 24 de Septiembre al 500. Uno de los chicos de la casa, Vicente Carmelo Gallo, que en esa época tenía trece años cumplidos, excitado al oír los disparos de fusil contra el Cabildo, se subió a la azotea para presenciar la lucha.

“Mientras miraba hacia el Cabildo –relataría, muchos años después- una bala disparada desde un cantón revolucionario pasó rozando mi frente”. Asustado, el chico bajó. Poco después, su padre, también llamado Vicente, lo citó apresuradamente al escritorio.

Don Vicente padre era amigo y correligionario del gobernador Posse y suponía, acertadamente, que la resistencia del Cabildo no duraría mucho más. Esto por la escasez de municiones del piquete que lo defendía, por la falta de alimentos y, sobre todo, por la ninguna esperanza que tenía de recibir algún apoyo desde el exterior.

VICENTE C. GALLO. Un retrato de la madurez del tucumano que fue ministro, diputado y senador nacional y rector de la Universidad de Buenos Aires VICENTE C. GALLO. Un retrato de la madurez del tucumano que fue ministro, diputado y senador nacional y rector de la Universidad de Buenos Aires

Encargo del padre

Sabía, igualmente, que tanto él como sus amigos -que en esos momentos empezaban a llegar, en tropel, a la casa- serían detenidos por los revolucionarios, ni bien estos se impusieran a las magras fuerzas del gobernador Posse.

El niño Vicente recordaría las palabras de su padre, en esos dramáticos momentos. “Eres chico –le dijo- y puedes penetrar en todas partes sin despertar sospechas: averigua todo lo que puedas y escribe a Delfín”. Se refería a su hermano y tío del niño, el doctor Delfín Gallo, quien en esos momentos era diputado nacional por Tucumán y se hallaba en Buenos Aires, asistiendo a las sesiones del Congreso.

Las conjeturas del don Vicente padre se cumplieron en su totalidad. El Cabildo debió rendirse, horas más tarde, a los revolucionarios. Fueron arrestados no sólo el gobernador y numerosos funcionarios, sino también Gallo y sus amigos oficialistas.

Cartas eficaces

Pero el niño había cumplido perfectamente el encargo paterno. Tras recabar todos los antecedentes que podía, unidos a su propia visión de los hechos, Vicente Carmelo escribió, con fecha 13 y 15 de junio de 1887, dos cartas a su tío Delfín y las envió a Buenos Aires.

Sabedor de que los revolucionarios triunfantes censuraban la correspondencia, y (de acuerdo también a indicaciones de su padre), remitió las cartas dentro un sobre dirigido a la firma Portalis y Compañía, con la que la familia Gallo tenía relaciones comerciales en la Capital.

Las cartas llegaron sin inconvenientes a su destinatario. En la sesión de la Cámara de Diputados de la Nación, del 18 de ese mes, donde se trató el caso de Tucumán, el doctor Delfín Gallo las leyó como auténtica crónica de los bochornosos sucesos. Lo hizo en el transcurso de uno de sus discursos más elocuentes sobre el tema. “No había encontrado fallas de redacción o de ortografía”, se ufanaría sonriendo Vicente, años después.

A pesar de la brillante exposición de Delfín Gallo condenando el atropello armado a Tucumán, la mayoría oficialista, tanto en Diputados como en el Senado, se pronunció a favor de la intervención federal y sancionó la ley respectiva. La misión fue puesta a cargo del doctor Salustiano J. Zavalía. No fue repuesto Posse en su cargo, y se llamó a una elección donde Quinteros, jefe del golpe, resultó elegido gobernador de Tucumán…

Brillante carrera

Nadie podía sospechar entonces que al niño cronista le estaba reservada una brillante carrera. En efecto, Vicente Carmelo Gallo se recibió de abogado, se doctoró con Medalla de Oro y se convirtió poco a poco en una figura prominente de la Unión Cívica Radical. Sería dos veces diputado al Congreso y una vez senador nacional, así como ministro del Interior de la presidencia de Marcelo T. de Alvear.

Líder de la corriente “antipersonalisra” de su partido, integraría en segundo término la candidatura presidencial encabezada por Leopoldo Melo, en las elecciones de 1928. Fue derrotado por la fórmula Hipólito Yrigoyen-Francisco M. Beiró. Volvió entonces a la cátedra y a la profesión. En 1934 fue elegido rector de la Universidad de Buenos Aires, cargo que desempeñaría hasta su fallecimiento, ocurrido el 3 de junio de 1942.

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