Abordaje sin concesiones a las encrucijadas de nuestro tiempo

Abordaje sin concesiones a las encrucijadas de nuestro tiempo

El poder, la democracia, los intelectuales, la educación y las crisis económicas

07 Octubre 2018

ENSAYO

LA POSVERDAD SOCIALISTA

ALBERTO BENEGAS LYNCH (H)

(Crivelli - Salta)

Recuerdo aquellos años, del 2001 al 2006: el estupor con que asistí a las transformaciones de un país en el momento que comenzaba a pensarlo. La voz de Alberto Benegas Lynch (h) estaba presente en algunos programas políticos televisivos y columnas de diarios: y, de alguna manera, lo respiré en el aire de aquel tiempo y lo encontré antes de buscarlo.

Mi relación con él, en los comienzos, tuvo la unilateralidad de los admiradores anónimos con los personajes olímpicos. Fui un corresponsal desconocido que le enviaba e-mails desaforadamente. Alberto se convirtió en una guía a la distancia; en cierto sentido un mentor, un iniciador. Cuando lo descubrí, dejé de ser un adolescente desorientado, que leía sin orden. Sus escritos y columnas me evitaron confusiones, pérdidas de tiempo y recorridos inútiles.

A mediados del 2012, cuando me debatía en la idea de fundar un Centro de Estudios, la opinión de Alberto fue determinante para su concreción. Desde su perspectiva, la coyuntura está determinada por el clima de ideas, y este, a su vez, está signado por las voces que alimentan el debate político. Por muchos años en nuestro país se subestimó la presencia de un discurso populista en centros académicos (think tanks y universidades) que condicionó la mentalidad de los formadores de opinión y de la clase dirigente. Esto produjo, en la práctica, un inmenso daño en la performance argentina. La clave para revertir este pernicioso proceso, según Alberto, es la educación: alimentar una nueva narrativa inspirada en valores democráticos y liberales. En el nacimiento de la Fundación Federalismo y Libertad hay, en algún punto, un dialogo con su obra. No es casual, por ello, que el área de formación de esta institución lleve su nombre.

Con la obstinación de Monet, que pintaba una y otra vez los mismos nenúfares que, sin embargo, eran siempre distintos, Benegas Lynch ha vuelto una y otra vez, aunque desde ópticas diversas, sobre los mismos temas y problemas: los límites al poder, la naturaleza de la democracia, la relación entre los intelectuales y la política, la educación, el significado del derecho, las crisis económicas. Benegas Lynch sabe de extravíos y de deslizamientos hacia franjas peligrosas: no escapan a su análisis el feminismo, el ecologismo, la religión, la posmodernidad ni el igualitarismo. Este juego con lo extremo es acompañado por una orgia de lecturas: Arthur Koestler, Anthony de Jasay, Michael Novak, Giovanni Sartori, de Whittaker Chambers, James Sadowsky, Bruno Leoni, entre otros. Benegas Lynch ha hecho suya la inquietud y la sospecha, recordando que la tradición liberal ha sido, desde sus lejanos inicios, un impulso crítico y una profunda interrogación respecto de las condiciones de su propia época. En La posverdad socialista, la filosofía, la economía, la historia y la política, se conjugan con una claridad entrañable.

Trascender la coyuntura

Alejado de la idea del intelectual orgánico, pero a la vez distante del intelectual de la torre de marfil, Benegas Lynch estuvo siempre convencido de la responsabilidad inmensa que encierra el debate público: desde mediados de los 70 hasta mediados de los 90, su voz estuvo presente de manera continua en los principales medios comunicación: esa voz —siempre a contra corriente— nos permitió iluminar lugares oscurecidos del debate político, y reflexionar, siempre “entre épocas” y a destiempo de la coyuntura. Pienso en los años de transición a la democracia, y en los primeros años del alfonsinismo, atravesados por el debate en torno a los derechos humanos y a una económica arcaica; de los noventa, de esos años de intento de reformas, que lo recluyó al papel de aguafiestas, hasta llegar a su ácida lectura de la crisis del 2001. También pienso en la era kirchnerista, donde el relato populista se apropió de toda la esfera de lo público, obligándonos a construir zonas de refugio, regresando sobre tradiciones de pensamiento amenazadas. Ahora, siento que Alberto está muy cómodo en su biblioteca, que imagino tan abierta como infinita en volúmenes, temas y tradiciones, desde donde no ha cesado de escribir ensayos, artículos, de dictar clases y dirigir tesis doctorales, que completan sus contribuciones a la tradición de pensamiento liberal.

Escribo estas líneas con la firme convicción que me han dado los muchos años de intimidad con su obra, y con la no menos firme convicción que tenemos con él una deuda, de esas que no puede ser pagadas: de esas que nos obligan a seguir insistiendo en su legado. El legado, de este ensayista, de prosapia argentina, que desde los márgenes sureños, ha marcado a distintas generaciones de liberales a lo largo de América Latina.

© LA GACETA

JOSÉ GUILLERMO GODOY

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