La Universidad naciente

La Universidad naciente

En la opinión de varios hombres públicos

PRIMEROS ALUMNOS. En esta foto de 1914, al abrirse las clases de la Universidad, se identifica en la primera fila, al extremo derecho, al profesor Guillermo Paterson. PRIMEROS ALUMNOS. En esta foto de 1914, al abrirse las clases de la Universidad, se identifica en la primera fila, al extremo derecho, al profesor Guillermo Paterson.

El 7 de enero de 1916, este diario publicó algunas opiniones sobre la flamante Universidad de Tucumán. “La fundación de la Universidad eso uno de los hechos más felices de los últimos tiempos”, expresaba Joaquín V. González. “La Universidad de Tucumán está llamada a realizar una misión de fraternidad regional entre los pueblos del norte, y de equilibrio nacional entre los pueblos del sur, emancipando al nativo por el trabajo inteligente y dignificando la vida mediterránea por la ciencia, por la higiene, por el arte, por el ideal”, era la opinión de Ricardo Rojas.

El doctor Tomás Cullen, ministro de Instrucción Pública de la Nación, afirmaba que “soy un partidario decidido de la Universidad de Tucumán, cuya creación ha sido una iniciativa muy feliz, que tiende a orientar la enseñanza en un sentido práctico”. Para Vicente C. Gallo, la casa de estudios tucumana era “un instituto de carácter científico que abre nuevos horizontes y que inspira amplias orientaciones al pensamiento y a la labor, no sólo de Tucumán, sino de un extenso radio territorial de la república”. El catedrático norteamericano Willet M. Hays, decía que “la Universidad de Tucumán, por el medio en que se crea y por sus fines, es una bella oportunidad para realizar un gran bien social”.

El pedagogo Ernesto Nelson, consideraba que la casa tucumana “podría ser el primer grano de levadura que hiciera fermentar, con aspiraciones nuevas, la masa social argentina, preparada sin duda para ser convencida, mediante algún espectáculo evidente y tangible, de que la educación de un pueblos es algo más que ideas, libros y conocimientos; que es una actitud espiritual frente a los hechos de la vida, un sentimiento, una disposición altruista de la voluntad, un amansamiento de la bestia trágica que suele a ratos poner todo el material de su cultura al servicio de una barbarie recibida”.

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