Nos dejó un verdadero artista del periodismo, Hermenegildo Sábat

Nos dejó un verdadero artista del periodismo, Hermenegildo Sábat

Intérprete cabal de la Argentina, el caricaturista dibujó a los protagonistas del poder durante la democracia y también en la dictadura.

“Muchas mañanas me despierto con la curiosidad de ver qué hice el día anterior y siento que fue otro el que embadurnó esa tela”. La confesión de Hermenegildo Sábat contenida en Rebelde ileso, uno de los últimos libros que publicó (Planeta 2016) es indispensable para abordarlo. Era, definitivamente, multifacético.

Santiago Fioriti, periodista de Clarín, posteó ayer en Twitter fotos de la oficina de “Menchi”. Se destacan varios titulares de diarios, prolijamente recortados, aunque sin fecha ni procedencia. “Racing va del chucrut a la mostaza”. “Apareció un hombre y no sabe quién es”. “Cayó porque perdió la dentadura en un robo”.

Eso que llama la atención de Sabat contiene una clave que Elba Pérez prologa acerca de su obra: “la imagen obsesiva de rostros sin referencia ni paisaje que den contexto o excusa a su intensidad omnipresente. (...) Son rostros convulsos y engarabitados; rictus ineludibles, aun en la disgregación que, paradójicamente, los construye. (...) Nos interpelan sin tregua. Nadie sale indemne de ese duelo”.

Sábat es un cazador de singularidades. Su coto es la escena pública. Y su arma es el trazo, que desenfunda con sinceridad quirúrgica, con democrática indistinción, y con arte sublime.

“Sábat llega a Clarín en 1973. Pasó 45 años editorializando el país”, describe Bernardo Erlich, quien recibió a Sábat en Tucumán y lo concurrió en la redacción del matutino porteño: el dibujante y humorista gráfico tucumano, justamente, publica Tira y afloja diariamente en la contratapa de ese diario.

Es que ayer no murió, simplemente, un artista, un dibujante ni un periodista. Ayer falleció un intérprete de la Argentina. Y sus interpretaciones no eran palabras sino imágenes para leer.

Erlich, además, rescata a Sábat como artista notable. “Su característica: manejaba todas las técnicas. Y lo hacía muy bien. Tinta, lápiz, acuarela, pastel... En el Palais de Glace, en Buenos Aires, vi en el marco de una exposición de su obra una colección de óleos con espátula y relieve dedicada a los desaparecidos”, recuerda.

Justamente, el caricaturista que nació en Montevideo en 1933 fue un hombre que nunca calló. “Sábat dibujó a (Jorge Rafael) Videla cuando Videla estaba en el poder. Caricaturizó a la dictadura durante la dictadura. Lo hizo con todo el poder y se ganó por ello un lugar muy respetado. Aunque el kirchnerismo pretendiera escandalizarse cuando él dibujó a Cristina”, reivindica Erlich.

Erlich, por caso, recuerda la caricatura que Sábat publicó tras el levantamiento carapintada de Semana Santa de 1987, en la que aparece Carlos Gardel levantándole la mano a Raúl Alfonsín con guantes de boxeador y un ojo en compota. Porque había vuelto magullado de Campo de Mayo. Porque no era Gardel...

“Conducta intachable frente al poder”, reza el dictamen del premio que Gabriel García Márquez le entregó personalmente en 2005, a través de su fundación, la FNPI, en la modalidad homenaje. También ganó el Kónex de Brillante, el María Moors Cabot de la Universidad de Columbia, más honoris causa en Uruguay y una larga lista de reconocimientos.

En Rebelde ileso, Sábat revela que en el principio es la mancha y que el trazo es posterior. Casi un boceto de la definición que dio en una visita a Tucumán y que Erlich recuerda como si estuviese escrita con tinta indeleble: “Argentina es un país sostenido por una expresión de deseo”.

Dibuje, maestro...

> Humor detrás de la cara de ogro

Alejandro Gómez Tolosa y el estudio con Sábat

Alejandro Gómez Tolosa estuvo a un paso de ser discípulo de Hermenegildo Sábat. A fines de los 80, llegó al estudio que el dibujante fallecido ayer compartía en San Telmo con Carlos Nine para pedirle que le dé clases, pero finalmente no logró el subsidio del Fondo Nacional de las Artes para quedarse en la Capital Federal. De esta experiencia atesora una carta con la recomendación de ambos y un recuerdo entrañable. “Tenía una gran admiración por ellos. Cuando llegué a su taller, me recibió Sabat con su delantal azul y una cara de ogro malo que no tenía nada que ver con su personalidad real, con un humor especial. Tenía una mirada dura, que cambiaba cuando veía tus trabajos. Quería estudiar con él por su capacidad de dibujar, porque entiendo al dibujo como una disciplina con su propio cuerpo, es una especialidad que no siempre se la valora adecuadamente y en la que Menchi era uno de sus máximos exponentes, surgido del dibujo tradicional que derivó a la caricatura”, le dice a LA GACETA.

> PUNTO DE VISTA

Mimetizado con sus manchas

RICARDO HEREDIA | LA GACETA

Me cansé de mirar de reojo sus genialidades. Lápiz incansable, analista profundo de una realidad cambiante y contradictoria.

Maestro con mayúscula. El jazz lo tuvo como uno de sus exquisitos ilustradores. El tango lo atrapó con personajes talentosos y bohemios. El papel de diario fue el lecho de un río de tinta que nunca se secó.

Lo conocí en los 80. En su oficina del diario Clarín, un escritorio y una silla era todo el mobiliario. Llegó Quino, y me presentó como caricaturista de Tucumán, a lo que Joaquín Lavado añadió que hacer caricaturas era algo muy difícil.

Me regaló un dibujo de Yasser Arafat, valioso recuerdo que aun conservo. Otras veces nos encontramos en sus escuelas-talleres.

Lo vi en el Museo Timoteo Navarro, rodeado de sus dibujos, mimetizado con sus manchas y colores. Lo saludé. Hola, Maestro.

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