Belgrano, el héroe al que aún hoy los tucumanos seguirían

Belgrano, el héroe al que aún hoy los tucumanos seguirían

Encuentro entre tres tucumanos que, 206 años después de la batalla, sienten que Belgrano es parte crucial de su vida.

ADMIRADORES DE BELGRANO. Joel Alonso, actor; Florencia Aráoz, historiadora, y Juan Pablo Bulacio. ADMIRADORES DE BELGRANO. Joel Alonso, actor; Florencia Aráoz, historiadora, y Juan Pablo Bulacio.

Florencia Aráoz es historiadora y ya es abuela. Juan Pablo Bulacio está a tres materias de licenciarse en Historia, y además desde hace más de 10 años es guía en la Casa Histórica. Joel Alonso es actor. Y los tres pueden decir que hoy, 206 años después de la de Tucumán, la primera batalla campal en territorio que hoy es argentino, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano de alguna manera camina con ellos.

Florencia, Juan Pablo y Joel se reunieron en uno de los patios de la Casa Histórica a pensar en él; allí porque, antes de ser sede del Congreso de 1816, había albergado a las tropas del comandante del Ejército del Norte después de la batalla del 24 de septiembre.

Florencia es nieta del bisnieto de Bernabé Aráoz, así que la historia también le fluye en la sangre. Bernabé era miembro de una familia de comerciantes con una importante fortuna. Desde joven -cuenta la “profe”- se había alistado en las milicias y había apoyado la Revolución de Mayo.

Belgrano retrocedía con el “Éxodo” desde Jujuy y, acampado cerca de San Miguel de Tucumán, en la primera semana de septiembre, dio la orden de recoger todas las armas que hubiera en la ciudad: no era cuestión de dejárselas al enemigo. Los tucumanos sabían que su situación era de extremo peligro: “Tucumán fue el lugar donde la Revolución encontró más apoyo; el riesgo de represalias por parte de los realistas era muy alto”, destaca Juan Pablo.

Según cuenta Belgrano en su autobiografía, Bernabé, junto con Diego Aráoz, el cura Pedro Miguel Aráoz y Rudecindo Alvarado respondió a la requisa ofreciendo ayuda a Belgrano para sostener el Ejército en Tucumán y “no perderlo todo”.

“Bernabé comprometió todo lo que había. Y no había mucho; la economía estaba en crisis también entonces, pero comprometió todo; y el apoyo de Tucumán ayudó a que Belgrano tomara la decisión que cambió la historia argentina: desobedecer a Buenos Aires y dar batalla”, cuenta Florencia.

“Es que a Belgrano lo movía un espíritu... un espíritu quijotesco; y siento que era capaz de contagiar a la gente a su alrededor con ese espíritu”, reflexiona Joel, que se sabe contagiado. Y esto también tiene prehistoria: se puso en la piel de don Manuel por primera vez en jardín de cuatro... pero era imposible que imaginara que hoy, a sus 26, se “encontraría” con él dos veces por semana, en Tina, el musical del Bicentenario.

“Es un personaje fascinante, admirable. Era abogado, de familia pudiente, había estudiado en Europa. No tenía formación militar. Ya servía a sus ideales revolucionarios como funcionario... Pero no le alcanzó: se salió de su zona de confort porque la patria era más importante, y terminó muriendo en la miseria”, lanza en la charla.

Belgrano, el hombre

Todos asienten, y por un momento sólo hay aire perfumado de jazmín paraguayo.

Juan Pablo rompe el silencio: “fue el prócer que más kilómetros recorrió para defender el proyecto, por tierra y por mar; era implacablemente disciplinado... Y, a diferencia de lo que sucede con los otros (Sarmiento, Roca, Rosas... el mismo San Martín), que tienen admiradores y detractores, es intachable. Claro que tenía defectos. Pero es difícil encontrar qué achacarle...”.

La admiración del joven guía del museo por Belgrano es de larga data: ese trabajo lo llevó a descubrir mil y un detalles de lo que había pasado en Tucumán antes y después de la Independencia. Y en esa búsqueda, un día se entusiasmó -cuenta- y se animó a meterse dentro de la historia: “me imaginé ser uno de sus soldados, y le escribí una carta a ‘mi madre’ en la que le contaba el triunfo del 24, y cómo era la casa de doña Francisca Bazán de Laguna, en la que el Gobierno de Tucumán había instalado las tropas luego del triunfo. Le hablaba, también de la emoción y la admiración que sentía. Y terminaba despidiéndome de ella, porque había decidido acompañar a Belgrano hacia el norte”, relata, se entusiasma y lanza, emocionado de nuevo: “y si pasara hoy, no dudaría un momento: seguiría a alguien como Belgrano, dispuesto a dejarse matar por la patria, a donde fuera”.

Ese viaje que Juan Pablo quisiera haber podido hacer era crucial para asegurar el triunfo. Y hoy podemos saber cómo fue, entre otros motivos porque Bernabé Aráoz, que fue coronel en la Batalla de Salta, escribió el diario de viaje, que empieza el 1 de febrero de 1813. “Ese día a las 6 de la tarde salimos de la ciudad y alcanzamos Los Nogales como a las 8 de la noche y como a las 12 estando dormidos una víbora que en sueños vio ntro capellán asusto (sic) a la mula carguera y por atajarla sebio (sic) obligado el capellán a lebantarse desnudo”, arranca el texto que Florencia comparte en el encuentro, y que con mil detalles describe camino y peripecias hasta el día D: “el 20 asta (sic) las dos de la tarde qe (sic) rompía todo el fuego y después de más de dos horas... se principió la Capitulación. Los Tucumanos bolbimos (sic) a la prevención asegurando prisioneros y repartiendo los heridos a los hospitales...”.

Nunca más las tropas realistas pudieron llegar tan al sur. Pero para que esto fuera posible, meses antes, hace hoy 206 años, se había logrado lo que muchos historiadores consideran la más importante de las victorias revolucionarias de la guerra de la independencia argentina.

Hacia el final

Después sufrió mucho don Manuel. Fue duramente derrotado en el Alto Perú y lo juzgaron por ello. Llevaba mucho tiempo enfermo, pero aceptó que el gobierno de Buenos Aires lo mandara como diplomático a Europa. Las cosas no salieron como esperaba.

El 6 de julio de 1816 expuso ante los diputados del Congreso de Tucumán, y fue, junto con San Martín, uno de los grandes promotores de la Declaración de la Independencia.

Años más tarde se le ordenó varias veces usar lo poco que quedaba del Ejército del Norte (cuyo mando había reasumido en 1816) para aplastar rebeldías provinciales... Finalmente intentó instalarse en Tucumán. Pero en noviembre de 1819, cuando su relación con Bernabé Aráoz se había deteriorado mucho, este inició su tercer gobierno de la provincia y Belgrano terminó encarcelado. La intercesión de su médico permitió que se lo llevaran a Buenos Aires, donde murió el 20 de junio de 1820, en la pobreza y después de muchísimo sufrimiento. También el país sufría; también mucho.

“Muy grave se instaló en Buenos Aires, donde sus padecimientos continuaron. Le angustiaba no poder pagar las deudas que correspondían al Estado y pretendía cubrir con su dinero (...) En su lecho de muerte pidió a su hermano Domingo cumplir sus obligaciones, este escribió al doctor José Agustín Molina sobre el agobio del General, y que si el gobierno no atendía esa deuda, había dispuesto se vendiera ‘la casita de su propiedad’ y con ello se pagase”, contaba Ramón Leoni Pinto en LA GACETA del 18 de julio de 1978.

“Todo en sólo 10 años”, dice de pronto, casi sorprendida, Florencia. Serio y conmovido, Juan Pablo añade: “la Revolución se lo devoró”. Silencio sentido. Homenaje. El patio sigue oliendo a jazmín paraguayo...

Belgrano, de puño y letra

Los orígenes.- “Todos mis paisanos y muchos habitantes de la España saben que mi carrera fue la de los estudios, y que concluidos éstos debí a Carlos IV que me nombrase secretario del Consulado de Buenos Aires en su creación; por consiguiente mi aplicación poca o mucha, nunca se dirigió a lo militar”.

Invasiones inglesas.- “Habiendo sido preciso hacer uso de las armas y figurar como capitán el año 1806, que invadieron los ingleses, no sólo ignoraba cómo se formaba una compañía en batalla, (...) no sabía mandar echar armas al hombro, y tuve que ir a retaguardia de una de ellas, dependiente de la voz de un oficial subalterno...

Aprendizaje.- En el mismo año de 1806 (...) se creó el cuerpo de patricios, mis paisanos haciéndome un favor, que no merecía, me eligieron sargento mayor, y a fin de desempeñar aquella confianza, me puse a aprender el manejo de armas y tomar sucesivamente lecciones de milicia. He aquí el origen de mi carrera militar.

Carta al Gobierno de Buenos Aires después de la victoria en Tucumán.- Excelentísimo Señor: La Patria puede gloriarse de la completa victoria que han obtenido sus armas el día 24 de corriente. Día de Nuestra Señora de las Mercedes bajo cuya protección nos pusimos: siete caños, tres banderas y un estandarte, cincuenta oficiales, cuatro capellanes, dos curas, seiscientos prisioneros, cuatrocientos muertos, las municiones de cañón y de fusil, todos los bagajes, y aun la mayor parte de sus equipajes, son el resultado de ella. Al enemigo le he mandado perseguir, pues con sus restos va en precipitada fuga: daré a Vuestra Excelencia un parte pormenor, luego que las circunstancias me lo permitan.

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