De necesitados y arrepentidos

Las convicciones terminan en el preciso momento en que asoma la necesidad. Y eso lo sabe cada uno de los gobernadores que el año que viene deberá revalidar títulos en las urnas. Para continuar en el poder se requiere una buena oxigenación financiera, una vocación de ejercerlo en tiempos de turbulencias y cierta destreza en la negociación. La necesidad es compartida. La Casa Rosada requiere de consensos para llevar adelante un proceso de restricción del gasto público para cumplir con las metas acordadas con el Fondo Monetario Internacional (FM), el prestamista de última instancia que le sacó las papas del fuego a la administración del presidente Mauricio Macri en plena crisis cambiaria.

El margen de maniobra es alto para las provincias. Un tercio del ajuste debe ser asumido por los gobernadores. En cifras, el ahorro forzoso en las 24 jurisdicciones argentinas representa unos $ 102.000 millones, casi dos presupuestos que requiere Tucumán para financiar sus gastos anuales. Y aquí surgen dos vías de discusión.

• La primera está relacionada con lo estrictamente fiscal. Algunos distritos, entre ellos Tucumán, consideran que el ajuste no debe ser aceptado y, en caso de que no quede más remedio, debería ser directamente proporcional al comportamiento financiero de los últimos años. En buen romance, los mandatarios que se inscriben en este listado sostienen que Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires deberían ajustar más los subsidios para que la merma de esas partidas no terminen impactando de lleno en el interior que, según la definición general, termina pagando parte del boleto metropolitano.

• La segunda cuestión es netamente discursiva. Ningún gobernador quiere quedar pegado al ajuste porque es un término que, en condiciones naturales, aleja a la gestión de la consideración ciudadana y, en tiempos electorales, sólo cosecha críticas y aleja votos. El tucumano Juan Manzur ha decidido bajarle el tono al reclamo, pero sin aclararles a los escuderos de Macri que no aceptará la quita de recursos que a la provincia le corresponde. “No cogobernamos; es el Presidente el que gobierna el país. Pero eso no quiere decir que permitamos la cesión de recursos”, le dijo ayer el gobernador al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, en oportunidad de compartir la VII Reunión de Gobernadores e Intendentes de la Frontera Común de la República Argentina y de la República de Chile (Atacalar), que se realizó en el Palacio de la Moneda de Santiago de Chile.

Los gestos también cuentan. Los gobernadores de provincias peronistas no asistieron a la cena ofrecida por las autoridades chilenas a los miembros del gabinete macrista. Fue el martes, cuando el descontento de los mandatarios estaba en plena efervescencia. Frigerio, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, se encargaron ayer de bajar las tensiones en reuniones informales realizadas en tierras chilenas. Manzur regresó a Tucumán con el convencimiento de que no habrá marcha atrás en el plan de ahorro forzoso. Y que, si no hay gestos de frenar la embestida fiscal, no desechará la vía judicial. Pronto recibirá visitas que, por ejemplo, le harán abortar la cumbre programada para mañana, en el Consejo Federal de Inversiones, con sus pares del PJ.

Los acuerdos están en período de incumplimiento. La Nación planea pedirle un waiver (perdón) al FMI porque no cumplirá algunas de las metas; a su vez, la Casa Rosada avanzó con el Fondo Federal Solidario, cuya distribución estaba convenida en el Consenso Fiscal. Y ahora entre los ministros de Economía provinciales también hubo una ruptura de códigos. Trascendieron algunas de las medidas que algunos distritos estarían dispuestos a aceptar para realizar el sacrificio fiscal. Además del Fondo Soja, el recorte también provendría de los subsidios al transporte, el freno a los ATN y un nuevo congelamiento al Fondo del Incentivo Docente. Esa sería una de las propuestas que llevaría hoy el representante de una provincia del centro del país a la cumbre con funcionarios de la Casa Rosada. La división es más clara. La necesidad se impone sobre las convicciones y habrá gobernadores que dejarán atrás la dureza de sus mensajes políticos y también los que seguirán en la senda de los sonidos del silencio.

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