Patrick y Martine Clonrozier, los guardianes parisinos del legado de don Ata

Patrick y Martine Clonrozier, los guardianes parisinos del legado de don Ata

Por pura vocación, los Clonrozier armaron el catálogo más detallado que haya sobre la obra de Yupanqui, el sitio www.atacris.com

TUCUMAN. Patrick y Martine fueron a los Valles y a Raco. Allí, dicen, “sintieron a Yupanqui” en el paisaje. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ. TUCUMAN. Patrick y Martine fueron a los Valles y a Raco. Allí, dicen, “sintieron a Yupanqui” en el paisaje. LA GACETA / FOTO DE DIEGO ARÁOZ.
19 Agosto 2018

A ningún vecino del departamento de los Clonrozier, en el barrio parisino de Montparnasse, le llama la atención que se escapen a diario por la ventana los acordes de guitarra que acompañan a esa voz ronca que canta en castellano “Soy del cerro colorao/ ande no sabe llover / ande naides cruza el río/ cuando le da por crecer”. O pueden ser, también, los sonidos de “El arriero va”; o los de la “Chacarera de las piedras”, o los de “La zamba del grillo”, entre tantas otras composiciones de Atahualpa Yupanqui, poeta y compositor nacido en Pergamino que, aunque fue un ciudadano del mundo, le cantó como pocos a Tucumán. Tras esos pasos andan por estos días Patrick y Martine Clonrozier, jubilados ambos, padres de una hija y un hijo, abuelos de un nene de dos años. Y en esta suerte de biografía incompleta no puede faltar este dato: en su sitio www.atacris.com está acaso la información más completa que exista sobre la vida y obra de Yupanqui. ¿Cómo es que una pareja de parisinos de clase media - ama de casa ella, jubilado bancario él- se hayan convertido en coleccionistas y catalogistas de referencia (y amateurs) de la obra del autor de “Luna tucumana”?. Tratarán de explicarlo en su charla con esta cronista, a la que han llegado acompañados por Fabiola Orquera, investigadora tucumana del Conicet que ha estudiado a Yupanqui.

Patrick, que se jubiló en 2014 de un banco francés, cuenta que estudiaba castellano en el secundario, en la escuela pública: y que allí fue cuando aprendió “Duerme Negrito”, de Vïctor Jara, cantada por Yupanqui. “Creo que hubo también algún poema, y algunas canciones”, rememorará. Y Martine cuenta que conoció a Atahualpa por un guitarrista, Pepe Tovar, que todos los días cantaba “Los ejes de mi carreta”, en versión flamenca. “Cantaba muy mal, pero le gustaba hacerlo”, se ríe Martine, que ya de chica estudiaba piano y tocaba algo de guitarra y acordeón; como su papá ferroviario, que también tocaba el violín en una orquesta.

Lo cierto es que Martine le contagió a Patrick el interés por “cierto tipo de música”. Música latinoamericana, como la del paraguayo Cristóbal Cáceres, que había aterrizado en París, y que se había hecho amigo de “Don Ata” en Buenos Aires, en los años 40. Martine conoció a Cristóbal en la peña “El rancho guaraní”, al que también iba Atahualpa, que vivía en el mismo vecindario que los Clonrozier.

Cuenta Martine que fue un día a la carnicería del barrio. Y que ahí vio a ese hombre con rostro aindiado. Y se preguntó a sí misma: “no es posible que ese hombre en camiseta que está comprando carne en la carnicería del barrio sea Atahualpa Yupanqui”. “Y le pregunté luego al carnicero, y me dijo: sí, es creo que es un argentino que es un poco guitarrista, cantor. ¡El departamento de Yupanqui estaba a 100 metros de nuestra casa en París! Y al día siguiente lo encontré a Atahualpa en la calle, y le pregunté “¿Usted es Yupanqui”?. Y él me dijo “sí”. Y añadió: “usted mañana puede venir a la esquina”. Y me trajo un disco dedicado, y así comenzó...”.

- Y siguieron viéndose?

- Con Atahualpa no nos hicimos amigos; él le había dado a Martine una tarjeta con su teléfono y su dirección. Pero ella nunca se animó a llamarlo. “Qué voy a decirle al maestro”, me decía. A veces se cruzaba como un vecino más, cuando Martine iba con nuestros hijos y él les tiraba un beso. El muere en 1992. Luego empezamos a comprar discos en todas las tiendas de internet en el mundo.

- ¿Cómo empieza la tarea de recopilación de la obra de Yupanqui que confluye en www.atacris.com?

- La primera versión es de 2002. En esa época estábamos buscando una página en internet con la discografía, y no había nada. Y a mí me interesaba crear una página. Y así empezamos con 12 discos y unos CD, y nada más… Luego empezamos a comprar discos en todas las tiendas de internet en el mundo. Recibíamos de dos, tres, 10 discos semanales. Luego empezamos a comprar discos en todas las tiendas de internet en el mundo. Recibíamos de dos a tres, 10 discos semanales.

- ¿Cual es, de toda su colección, el disco más valioso?

- Para mí y para Martine, son los tres de “El mangrullo”. Son discos de pasta de 1936; los tres primeros discos de Atahualpa grabados sin contrato con Odeón. Y no hay muchos ejemplares. El tema es muy conocido porque hay un CD con las grabaciones, que no es muy viejo, es de 2008. Pero tenemos el primero, y fue posible comprar el segundo en 2008 en una tienda de vinilos en Buenos Aires. Después de 10, 15 años, se fue haciendo muy difícil encontrar material nuevo.

- ¿Hay muchos coleccionistas fanáticos de Yupanqui?

- Hay algunos contactos en Japón: son muy fanáticos, y están muy atentos. Guardan las cosas en un estado casi perfecto, increíble: hemos recibido copias de grabaciones de japoneses, y parecen discos nuevos. Hicimos contacto con un japonés que tenía 12.000 coplas argentinas de varios poetas, distintos intérpretes argentinos. Era un coleccionista no sólo de Yupanqui sino de todo el folclore argentino.

- ¿ Dónde reside la riqueza de Atahualpa?

- (Martine) En la música por un lado… la voz, y el texto, todas sus canciones que han sido traducidas al francés para nosotros.

-Es raro que alguien haga algo por vocación…

-Es que nos gusta mucho; pasamos días enteros buscando una copla porque hay un aficionado de cualquier lugar del mundo que nos pregunta sobre esta copla. Y hemos encontrado partituras que no habían sido grabadas, y que nuestra hija ahora toca en el piano. Por citar un ejemplo, creo que es el caso de “Adiós quebrachito blanco”.

- ¿ Les gusta la versión de Divididos de “El arriero”?

- (Patrick). Tenemos diez o 12 versiones del Arriero. Es interesante, pero para nosotros es otra cosa. No comparamos con Yupanqui, es otra cosa. Hay versiones que nos hacen reír, hay una versión en holandés que es muy rítmica. Pero es un juego. De casi todos los discos tengo una grabación en la computadora. Por ejemplo, del “Camino del indio” tengo una versión del 36, otra del 44. Y así puedo hacer una comparación de las versiones desde la juventud de Atahualpa a su madurez, especialmente la guitarra.

-¿ Se les acercan estudiosos o interesados en la obra de Atahualpa?

-Especialmente Sergio Pujol, (autor de “En nombre del folclore”), el vasco Manuel Urtizberea y otros autores y musicólogos que nos han invitado a presentar la página en la Casa de América latina; y hay muchos que nos piden datos. También nos cruzamos información con Alejandro Guillermet (coleccionista argentino de la obra de Yupanqui). También está la Fundación Atahualpa Yupanqui, en cuya página oficial hay un link con www.atacris.

-¿ Que encontarmos en esa página?

- La lista con todos los discos de pasta; los libros, las partituras, las películas de Atahualpa. No hay música subida porque en Francia tenemos problemas con ese tema (por derechos de autor): Pero hoy podría ser mas fácil, porque en YouTube ya está todo.

-¿ Qué significa Atahualpa en el mapa cultural global?

-El hombre es muy interesante, es excepcional, tanto su vida como su obra. Y, más allá de las historias familiares, fue un hombre que no aceptó compromisos, que desde los 20 años encaró una búsqueda de música popular, a la vez que fue un gran poeta, y un guitarrista excepcional.

- ¿Encuentran la música de Atahualpa cuando recorren los paisajes del norte?

- Sí, sí, en Tafí (del Valle), en Maimará. Pero el más impactante fue Cerro Colorado (al norte de Córdoba), donde está enterrado Yupanqui. Por eso es que este año queremos dormir allí. En 2005 y 2008 hemos pasado sólo un día, para visitar la casa-museo, ahora queremos dormir allí.

- ¿ Recuerdan el momento más emotivo en sus búsquedas de material de Yupanqui?

-Estábamos comprando discos de pasta a un vendedor de Argentina que nos había enviado siete, ocho discos. Y nos dice: “les vendo este por 10, 15 dólares, porque no sé qué es. Para el vendedor no era importante. Pero nosotros sabíamos la importancia de este disco: era el 0001 de Odeon, grabado en 1936; y el sonido era mucho mejor que el del CD que que ha sido incluido en el libro de Víctor Pintos. Porque en el CD han tratado de depurar los ruidos, y el resultado no es bueno, porque se pierde el sonido original.

- ¿Sus hijos no les dicen “basta” alguna vez?

(Risas). Sí. Pero están orgullosos.

> RobertoChavero
Una leyenda llamada Atahualpa Yupanqui

“Atahualpa Yupanqui nació en Juan de la Peña (Pergamino) el 31 de enero de 1908, pero su infancia transcurrió en Agustín Roca (Junín). Estudió violín con el cura del pueblo. Más tarde aprendió a tocar la guitarra. En 1917 se instaló en Tafí Viejo. De joven viajó mucho por el NOA y el altiplano, donde estudió la cultura indígena. Pero, por sus ideales comunistas, fue censurado y detenido por el peronismo en varias oportunidades”, recrea una crónica en LA GACETA.  Y continúa: “En 1949 partió a Europa, donde Edith Piaf lo invitó a tocar en París y en otros países del continente. En 1952 volvió a Buenos Aires y se alejó del PC, lo cual le facilitó conseguir contratos en las radios. El reconocimiento a su trabajo etnográfico no tardaría en llegar y, en los años 60, artistas como Mercedes Sosa comenzaron a grabar sus composiciones, lo que lo volvió popular entre los jóvenes. Murió en Francia, en 1992, a los 84 años. Y remarca parte de su huella tucumana. “Yupanqui vivió casi cuatro años en Tafí Viejo. Él mismo contó que su casa estaba a metros de la estación, sobre la arteria principal del pueblo. Por lo tanto, se especula que la vivienda que habitó  junto a su familia estaba en la primera cuadra de la actual avenida Alem... A los 13 años, comenzó a escribir en un periódico de la escuela a la que concurría, en Tafí Viejo. Fue en esos escritos cuando utilizó por primera vez el nombre Atahualpa. Años después, según señaló el músico taficeño Carlos Enrico, le agregó el Yupanqui”.

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