Tres juglares guían a José por el camino de los recuerdos

Tres juglares guían a José por el camino de los recuerdos

Una realidad que se construye a través de emociones y personajes

EN ESCENA. Martín Lombardelli y Ángel Abregú, en “La tailandesa”. EN ESCENA. Martín Lombardelli y Ángel Abregú, en “La tailandesa”.
04 Agosto 2018

DEBUT

• A las 22 en Sala Ross (Laprida 135).

José se encuentra en un ambiente surrealista y atemporal, donde lo acosan tres juglares salidos de la nada, que lo empujan a revivir fragmentos de su vida. Trata de reconstruir su ciudad, sus amores, sus pasiones y su pasado. En ese camino comprende que es una locura tratar de recordar todo, pero que es mucho mas insano olvidar.

“‘La tailandesa’ nos confronta con esa necesidad de conservar y comprender las huellas del pasado, por duras que sean, donde el amor, el dolor, los aromas y las ausencias aparecen como partes de un rompecabezas enloquecido”, afirma Débora Prchal, la directora de la nueva obra de Rafael Nofal que se estrenará esta noche en Sala Ross, con un elenco integrado por Martín Lombardelli, Adrián Bautista, Ángel Abregú y Guadalupe Núñez.

Prchal resalta que “la construcción de la conciencia, de la identidad y de la cultura se hace a través de la alteridad, desde ese otro que influencia nuestro ser desde el afecto o la crueldad, en la acción y en la omisión”. Puntualiza: “la misión de los juglares es poner en juego ese entramado, revisar las decisiones y sus consecuencias, en un ejercicio que debiéramos hacer más seguido como sociedad”. “El amor es la fuerza más potente de la memoria que nos lleva a no enterrar nuestro pasado, a no borrar las huellas que nos preceden y nos proyectan”, precisa.

En esa misión de hacer actual el ayer intervienen los juglares quienes, según Núñez (a cargo de uno de ellos), “nos enfrentan a la realidad a baldazos de emociones, sensaciones o personajes que estuvieron en el Tucumán de antes”. “Los recuerdos vuelven en distintas formas; los trae un aroma, un lugar, una anécdota, una foto... El tema es si nos detenemos y los recibimos o si los dejamos pasar sin que nos interfieran”, dice.

Abregú aporta: “estos juglares nos sacan de la bruma en la que cómodamente uno se va instalando, quizás como un mecanismo de defensa ante una realidad muy dura; es como cuando pasás por la calle y ves a alguien durmiendo sobre la vereda: ya es tiempo de detenerse y actuar”. En tren de desafío para su personaje, plantea que “sería interesante elegir qué dejar en la memoria como sociedad y como individuos, pero ello está más ligado a las emociones que a la inteligencia”.

Nofal propuso que su tercer juglar fuese ciego, por lo que Prchal convocó a Bautista, quien es no vidente desde niño y que hace su debut en el teatro. “Fue un trabajo de integración -admite la directora-, que es otra forma de revisar nuestras prácticas sociales. Descubrí mi ignorancia, mi torpeza, mi falta de recursos y de buenos hábitos para estar realmente en los zapatos de otro y es una materia pendiente que tengo que volver a rendir”.

La lectura del novel actor es diametralmente opuesta. “Me hicieron sentir uno más, sin ningún tipo de diferencia, discriminación o cuestionamiento, y me ayudaron a superar mis temores. Eso me hizo sentir muy feliz e integrado para demostrar lo que puedo hacer más allá de mis dificultades y de las suyas. Les enseñé que puedo vivir una vida común y corriente más allá de mi discapacidad”, sostiene Bautista.

Sobre su construcción artística, reconoce: “fue un desafío que me ayudó a descubrir mi cuerpo y una faceta que no sabía que tenía, porque me puse en el papel de alguien que brindaba contención y cariño al otro desde la realidad en la que vivo, y pude mostrarme tal cual soy, con mi empatía y sensibilidad real”.

Lombardelli es José, el guiado en el laberinto complejo de los recuerdos. “La búsqueda se hace mucho más fácil teniendo un faro guía o alguien que ayude en la mirada distante, para poder analizar todas las caras de la moneda antes de seguir avanzando. Nunca se puede reconstruir el pasado tal cual fue; lo que se genera es un híbrido entre lo que pasó y lo que se cree que ocurrió, condimentado con la mirada viciada por el paso del tiempo y de la manera retorcida y contaminada que te llevan estos juglares, al modo del gato que juega con un ratón perdido”, afirma.

Al final, su personaje se encontrará con una realidad incómoda. “La verdad te expone siempre, aunque uno la esquive o se oculte de ella. Es la luz al final del túnel, una luz que quizás José no tenga ganas de encontrar”, concluye.


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