Jacques y Sarmiento

Jacques y Sarmiento

Una carta del sabio francés desde Tucumán.

FOTO DE SARMIENTO DEDICADA. Desde Lima, el 1 de enero de 1865, el sanjuanino envió a Amadeo Jacques su retrato. “Felicités”, le deseaba en el Año Nuevo. FOTO DE SARMIENTO DEDICADA. Desde Lima, el 1 de enero de 1865, el sanjuanino envió a Amadeo Jacques su retrato. “Felicités”, le deseaba en el Año Nuevo.

Patrice Vermeren, en su “Amadeo Jacques. El sueño democrático de la filosofía” (1998), publicó una reveladora carta de Jacques, inédita hasta entonces, fechada en Tucumán el 17 de agosto de 1862 y dirigida a Domingo Faustino Sarmiento, gobernador de San Juan.

Quería agradecer la mención que le había dedicado en su discurso del Colegio de San Juan. “Mis ideas en materia de educación son casi en todo las suyas”, decía. Narraba las peripecias que había sufrido en Francia, hasta que tuvo que exiliarse. Aplaudió el triunfo de Pavón, pero deploraba que en Tucumán “la victoria del principio liberal no ha producido más que un cambio de personas y una sustitución de pasiones mezquinas y ambiciones miserables, por otras ambiciones y otras pasiones tan poco nobles como aquellas”.

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No quería seguir siendo “testigo de esas agitaciones sin grandeza y sin objeto, de las que por otro lado me siento casi la víctima”. Al Colegio San Miguel de Tucumán, decía, sus “esfuerzos, generosamente secundados por el gobierno de Marcos Paz, habían llevado, en medio de la población exclusiva y modestamente mercantil, a un cierto grado de importancia, tras haber sido duramente afectado por la guerra”. Pero, estaba “actualmente expuesto a los ataques de una camarilla cuyas bajas intrigas se empeñan en desacreditar a su director y en arruinar por completo su semi prosperidad, ya muy aminorada por los acontecimientos políticos, y todo en beneficio de un charlatán sin talento y sin valor”.

Había decidido dejar Tucumán. Lo alentaba una carta donde Marcos Paz aseguraba que no le faltaría trabajo en Buenos Aires. Quería aplicarse “a la enseñanza elemental superior”, o, “en los límites de la educación secundaria, a la enseñanza de las ciencias físicas y naturales que han sido la pasión de mi vida, en la que la filosofía no ha sido nunca, por así decir, más que una ocupación oficial”.

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