Un limón, medio limón a la rusa

Un limón, medio limón a la rusa

NO SOLO HAY RON. En Cuba Libre, la cerveza es de las más tomadas por los propios rusos que festejaron el triunfo de ayer. la gaceta / fotos de leo noli (especial para la gaceta) NO SOLO HAY RON. En Cuba Libre, la cerveza es de las más tomadas por los propios rusos que festejaron el triunfo de ayer. la gaceta / fotos de leo noli (especial para la gaceta)

Un limón, medio limón. Pasa la ronda. Negativo, el ruso no entiende el juego de nuestra tierra y se baja su chop de medio litro de cerveza. Está sediento el amigo, quizás almorzó chizitos y después corrió una maratón, no lo sé. Lo cierto es que hace calor acá en Kazan. Es comprensible su sed. “No estamos acostumbrados a temperaturas tan altas, ni el aire acondicionado de nuestros autos lo está”, me confiesa Salavat, cuyo auto está en Gett, una de las aplicaciones de viajes que más se usa en Rusia, con Yandex y Uber.

Salavat se ha tomado una ventana de dos horas y media de licencia. “Juega rasía, rasía”, explica a los gritos. En realidad Salavat está cantando, pero bueno. Un limón, medio limón. Siguiente. Negativo, Salavat tampoco entiende el juego y fondea su cerveza, también de medio litro. Tiene que manejar, amigo. Salavat se olvida de la ventana de tres horas y cambia de parecer. “Me tomo el día”. Se lo tomó en serio, cerveza tras cerveza.

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La rotation de cobertura del partido entre Rusia y España hace una breve revisión por el fan zone, lo más parecido a un hormiguero: estalla de gente, en su mayoría, rusos, claro. Para ellos, este domingo es casi un día festivo, y eso que su equipo, su nación, está perdiendo. Igual, motivos para festejar tienen de sobra.

Un limón, medio limón. Pasa la mano. Negativo. Bulat tiene cara de ser un santo. A Bulat le gusta la cerveza más que comer al mediodía. La cerveza es su power, pero a su power no lo consume todos los días. Es responsable. Bulat, como tantos otros rusos evita el sol pleno del fan zone y se sienta en uno de los tantos bares de la peatonal principal de Kazan.

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Así como Igor, el nene ruso que lloró por la Selección el sábado, los argentinos que quedamos por la zona estamos con Rusia. Apoyamos. Bulat agradece, pero no entiende por qué el protagoniza el brindis con cerveza y el resto con gaseosa. Trabajo, le llaman, sorry.

Un limón, medio limón. “Tomemos un mojito”. Cuba Libre es un bar cubano ornamentado al estilo de la Revolución. En su interior, hay más argentinos que rusos, pero todos siguen el partido, sobre todo después del empate -de penal- de Artem Dzyuba.

Hay ganas de más sorpresas en esta Copa del Mundo que cargó con potencias una llave de los octavos de final mientras que la otra quedó con camino despejado, aparentemente. España era la que estaba por la zona supuestamente accesible.

España verá, de ahora en adelante, el Mundial por TV. Cosas del fútbol. En Cuba Libre, el mojito sale con o sin alcohol. En Cuba Libre, una imagen de Hugo Chávez hace las veces de halcón vigía de los que llegan al lugar. En Cuba Libre también se toma mucha cerveza.

Entre los solitarios está un porteño que habla bien inglés con su amigo internacional. A su izquierda, cuatro mendocinos debaten sobre lo que puede pasar después del entretiempo. Están a muerte con la cerveza negra. Y con “rasía, rasía”.

En la peatonal, los fan comienzan a agolparse de colados en los diferentes televisores apostados sobre los bares de turno. La tensión no deja respirar, pero sí beber. Un limón, medio limón, tomen muchachos. Todo vale ahora. El juego es lo de menos. España pide penal, no se lo dan. España domina, pero no concreta. Rusia aguanta como puede. Ni una contra le sale. Hay nervios que se propagan hasta la clausura del tiempo regular.

A fumar. En los bares no se puede fumar, por eso la mayoría sale como disparada y se aposta sobre uno de los ceniceros que están frente a “Esta es mi Casa”. Los que fuman en las afueras de “Esta es mi Casa” no están en “Esta es mi casa”. No se vende cerveza allí.

En Camorra, una pizzería infernal, sí, pero no hay televisores. En el siguiente local, sí. El parquet del bar está sucio, cayó cerveza. Mucha cerveza. Ansiedad, le dicen los amigos rusos, generalmente témpanos que no demuestran sus emociones. Al alargue.

Para ellos, que Rusia haya estirado la serie pasados los 120 minutos de juego ya es un milagro. Sueñan con más, con los cuartos de final. Hacía allá van gracias a su nuevo ídolo del fútbol terrenal, Igor Akinfeev, su Sergio Javier Goycochea. Dos penales atajados, a Koke y a Iago Aspas. Rusia ha eliminado a España. Gloria divina para sus jugadores. A beber se ha dicho.

Un limón, medio limón. Pausa. Nada de pausa, otro fondo blanco. En “Esta es mi casa” un grupo de rusos se pone a fumar Shisha. Aturden cada tanto con el “rasía, rasía” y con el aroma a frutos que exhalan después de su pitada. A esta altura, cuando ya pasaron 2 horas de partido, generan más odio a los tímpanos que amor.

En el punto medio de la peatonal, lo que corta el mambo es un grupo de música flamenca que nada tiene que hacer ante a los griteríos de los hinchas como Olev, que vio apenas el segundo tiempo y con eso le bastó para comprarse una figurita con la imagen de Akinfeev, a quien pondrá en su mesita de luz y tendrá como nuevo ángel de la guarda.

Un limón, medio milón. Ups.

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