Calor andaluz en la siesta tucumana

Calor andaluz en la siesta tucumana

Baile, música, paella y dulces tradicionales fueron el corazón de la Feria de Abril, un clásico de Sevilla que el Centro Andaluz Federico García Lorca recreó en en plena calle Córdoba al 1.100. Un retazo de alegría española para conocer y disfrutar.

MESA DULCE. Vendían tartas, pero también las rosquitas tradicionales.- LA GACETA / FOTOS DE JOSÉ NUNO.- MESA DULCE. Vendían tartas, pero también las rosquitas tradicionales.- LA GACETA / FOTOS DE JOSÉ NUNO.-
22 Abril 2018

la tradición
Desde 1847 se impuso       esta feria sevillana en toda españa
La Feria de Abril de Sevilla había comenzado el domingo 15 en España y ayer llegó a su fin. Cada año, dos semanas después de las procesiones de Semana Santa se arma la feria con más de 1.000 casetas (carpas) instaladas en el recinto ferial, que se convierte en un espacio para comer, comprar artesanías o bailar. En esta última edición pasaron 718.924 personas, según el balance realizado por el Ayuntamiento sevillano.
> La tradición
Desde 1847 se impuso esta feria sevillana en toda España

La Feria de Abril de Sevilla había comenzado el domingo 15 en España y ayer llegó a su fin. Cada año, dos semanas después de las procesiones de Semana Santa se arma la feria con más de 1.000 casetas (carpas) instaladas en el recinto ferial, que se convierte en un espacio para comer, comprar artesanías o bailar. En esta última edición pasaron 718.924 personas, según el balance realizado por el Ayuntamiento sevillano.

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Ayer, durante un ramillete de horas, Tucumán sabía y olía a Andalucía. Se percibía en las rosquillas de anís de “Blanquita” o en la enorme paella de Isabel Ramírez. Acompañó hasta el calor, semejante al de la primavera que ya se instaló en Sevilla. Es que la famosa y tan tradicional Feria de Abril fue recreada en Córdoba al 1.100 con banderines multicolores y flamenco a todo volumen, que animaba a moverse a algunas jóvenes y niñas con volados a lunares y bocas de un rojo intenso. Los abanicos y las flores de colores ubicadas entre los stands terminaron de ambientar una jornada a la que le sobró temperatura. Ya no les hacía falta soñar con que estaban en España.

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Cuando se desarma en la boca, es en ese instante que se siente un dejo a vino blanco dulzón. Las rosquillas dulces malagueñas de Francisca “Blanquita” García, espolvoreadas con azúcar blanca, fueron el dulce tradicional de la feria organizada en la puerta del Centro Andaluz Federico García Lorca.

Todos preguntaban por los pestiños (una masa frita en aceite de oliva y bañada con miel), pero “Doña Trini”, quien se iba a encargar de ese dulce andaluz, falleció pocos días antes de la convocatoria. Entonces, fue literal que las rosquillas volaran. Unos pocos tuvieron la suerte de probar la receta de María Agüera, abuela de “Blanquita”. “Se hacen con harina leudante, aceite, anís, vino dulce y azúcar. Luego se amasa, se hacen las roscas y se las cocina en el horno. Al sacarlas hay que bañarlas nuevamente con vino y espolvorear con azúcar”, detalló la cocinera sobre su receta, que ya fue probada por varias generaciones.

Abanicos, sombreros con pompones negros, vestidos largos con vuelos, chaquetillas para hombres, peinetas para ellas, trajes de toreros, guitarras y castañuelas. Con cualquiera de esos objetos, instrumentos y prendas se podían probar y de esa manera lucir por unas horas las tradicionales vestimentas andaluzas. Con celulares en mano, a eso jugaban y se fotografiaban Rafael Carmona y Silvana González. “Nos tiran las raíces... y la paella”, confesó Rafael, cuando se le preguntó la razón de su visita a la feria callejera.

La joven pareja estaba cerca de una larga cola, a la espera de que la paella de “la campeona” tuviera el punto exacto para ser devorada. “En una expo en 2007 les gané a chefs profesionales. Yo sólo cocinaba en casa, imaginate mi sorpresa y alegría. Después la empecé a hacer en eventos y en todas las ferias gastronómicas tucumanas”, contó Isabel Ramírez, mientras colocaba azafrán “del español” al arroz, que ya tenía los mariscos y el pollo cortado en cubos. A las 14.30 debió repetir el menú, porque en unos pocos minutos se vaciaron las dos pailas de 40 porciones cada una. A la receta de este plato que terminó siendo el centro de atención -o degustación- del encuentro la heredó de su abuela y de su madre. Las tres se llaman Isabel.

Los catadores estaban distribuidos en mesones ubicados sobre la calle, debajo de los banderines. Muchos de los comensales mantenían los abanicos en movimiento acelerado y lucían, en la oreja, flores rojas o rosadas. Como María Rosa Yassine, Susana Romano -cuya madre era malagueña- y Jorgelina Nader, que aunque su apellido no tienen origen español, sino sirio libanés, fue quien invitó a a sus amigas a asistir a la feria.

“No esperaba tanta gente, estamos buscando más sillas y mesas para que coman cómodos. Pero está bueno, es lo que queríamos: salir a la calle para que los vecinos compartan con nosotros nuestras tradiciones”, destacó la presidenta del Centro Andaluz, Cristina Rodríguez de García.

Tic, tac, tic, tac, sonaban así las castañuelas que comenzaron a desperezar la siesta tucumana. Luego siguieron, hasta la noche, los espectáculos de baile flamenco y cante andaluz, los juegos didácticos para niños y las clases gratuitas de sevillanas y rumbas a cargo de profesoras de la institución . “¡Viva España!”, se escuchó.

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