Carta de lectores

La caña de azúcar

Frente a una nueva zafra azucarera, siguen sin definirse -ni siquiera estudiarse- aspectos que desde hace varios años vienen distorsionando la verdadera realidad en lo que respecta a la valoración analítica en la calidad del jugo de la caña de azúcar. ¿Por qué planteo este tema? Porque no deja de sorprenderme la quietud existente en lo referente a modernizar las formas que se emplean para tomar las muestras del jugo de la caña y donde -luego de los análisis correspondientes- surgen los kilos de azúcar obtenidos por cada tonelada de caña y por consiguiente el pago al productor según el sistema de maquila, bastante dispar en su aplicación en estos últimos años. Estas explicaciones -que trato de hacerlas sencillas dado que es un tema complejo y que sigue generando rispideces entre cañeros e industriales, sumado al siempre controvertido tema del azúcar exportable y más ahora la coparticipación del etanol anhidro para biocombustible-, tiene componentes muy importantes que merecen ser corregidos para hacer más justa la relación entre productores e ingenios. La actividad azucarera tiene que modernizarse, dado que al presente se continúan manejando con viejísimos parámetros en las fórmulas citadas para el cálculo del azúcar obtenido por tonelada de caña. Algunos de ellos vienen desde hace más de 100 años, habiendo sido descartados por los países azucareros con tecnología de avanzada.

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Un caso típico y muy importante es el conocido “factor Java”, que es un cociente arbitrario para medir aspectos que hacen a la molienda en fábrica. Comenzó a usarse en la Isla de Java (hoy Indonesia) cuando los holandeses estaban allí. Al ver con detenimiento sus contrariedades, se la dejó de emplear allí mismo y luego la Issct (Sociedad Internacional de Tecnólogos de Azúcar de Caña) en 1963 solamente lo mencionaba pero no lo recomendaba. El mundo azucarero lo dejó atrás hace años. Mientras se cosechaba la caña a mano, los ingenios molían caña limpia y despuntada y el jugo puro para análisis se extraía del primer molino, denominándose a dicho procedimiento como jugo de primera presión o “análisis indirectos”, que el doctor W. E. Cross introdujo en Tucumán en 1928 con el Laudo Alvear. El cambio operado en 100 años no admite discusión, y más aún con el total avance de la cosecha mecanizada. Tucumán ya tiene el 90% de su cosecha totalmente mecanizada. Entonces hay que cambiar los tipos de análisis y pasar a lo que se denomina “análisis directos” (con prensas hidráulicas como lo hace todo el mundo), donde se valoriza el jugo y la fibra y así los resultados de rendimiento fabril son más reales. Esto hace al sistema de pago. El tema se complica más aún cuando no todos los ingenios aplican una fórmula uniforme. El uso de esos viejos parámetros, deprime el verdadero potencial de sacarosa que tienen las variedades actuales.

En nuestro país se continúan usando fórmulas que surgieron en 1972 (hace 46 años) al amparo de la abrogada ley 19.597, después de la gran crisis azucarera de 1966-67 cuando las variedades, los rendimientos y la tecnología eran otras. Por ello considero necesario adoptar en todo el país, los análisis directos, con equipamiento e instrumental similar en todos los laboratorios -como es en Brasil- lo que llevará a emplear nuevas fórmulas de cálculo, cambiar las formas de extraer las muestras de caña, etcétera. LA GACETA reflejó la posibilidad que el próximo Congreso Mundial de la Issct se realice aquí. ¿Ante los visitantes seguiremos hablando del factor Java? Para Tucumán el panorama en estos temas es peor, por cuanto en 1972 se le asignó un factor Java de 0,81 vs 0,82 para Salta y Jujuy, sin ningún fundamento técnico-científico que lo avale, pues los contenidos de fibra de las variedades cultivadas en estas provincias son iguales. En Tucumán es variable y disminuye a medida que avanza la zafra. En Salta y Jujuy es fijo. Así, los productores tucumanos pierden. Esto repercute directamente en el azúcar final obtenido.

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Franco Augusto

Fogliata
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¿Dónde Encerrar a los presos?

¿A qué lugar se llevará a los futuros presos, si no tenemos celdas ni lugar para los que cometen actos que están fuera de la ley? ¿Cómo proteger al ciudadano y a la democracia de delincuentes que a diario nos perjudican y no se los puede contener? Siempre estamos a la deriva, pensando cuando la situación ya nos sobrepasó. Hubo un tiempo en que éramos libres todos y vivíamos de otra manera; hoy ya no se puede convivir en una sociedad caótica, miedosa, intranquila, sin seguridad; y todos están sospechados, o sea, la confianza al salir a la calle no existe, ni tampoco quienes nos gobiernan y deben protegernos. Dejamos de ser libres de verdad, a pesar de que nos expresamos, estamos al límite de hechos que nos dañan y que no se solucionan.

Carlos Rubén Ávila


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Alboroto de perros

¡Qué gozo sublime! Apenas despunta el alba estás ya en el parque caminando, respirando el aire fresco, la mente dócil y en paz, ¡qué placer! Saludás a quien se cruza con vos en ese derrotero y expandés el pecho alegre para absorber la pureza. De pronto todo se quiebra, aparecen las alborotadoras de los perros, llevan un carrito con la comida para todos los que habitan en el parque, las alborotadoras dan una vuelta al parque para avisar a los perros que ya están ahí, y ahí una “bandada” de perros las acompaña, locos de alegría, y recorren la vereda, se abalanzan sobre vos mostrando fidelidad a su dueña y vos cansado y de gritar “¡salí perro!” y de mirarla a la alborotadora como para que haga algo. Ya con los cordones de la zapatilla mascados y el ruedo del pantalón deshilachado, como entre sueños escuchás que la alborotadora te dice: “no tenga miedo, si no le va a hacer nada”. Ella comienza se encomiable tarea, dar de comer a los perros; ya tiene divididas las porciones; los perros ya tienen nombre, ella los conoce a todos y mientras pone en el suelo una porción lo llama al “Negrito”, luego al “Piti”, ahora al “Roncador” y así están comiendo al lado de la vereda. Ahí ya no das la vuelta entera al parque, hacés un semicírculo evitando pasar por ese espacio. ¿Por qué se llegó a esto? ¿Por qué necesariamente tuvieron que aparecer estas benditas mujeres? Que alimenten y se hagan cargo hasta de llevarlos al veterinario si hace falta. Pero hay una comodidad de los perversos dueños de los perros cuando están viejos o enfermos los tiran en el parque y los dejan a la buena de Dios pensando que alguien se hará cargo, y además está tan a mano el parque Avellaneda... y así los espacios comunes se utilizan para tirar lo que ya no les sirve en su casa...

Antonio Salazar


12 de Octubre 450


San Miguel de Tucumán

Burla a los controles

Control y Constitución deben encontrarse indisolublemente enlazados y cumplimentados. Hay controles parlamentarios esenciales previstos constitucionalmente que se incumplen con total impunidad. Es el caso del “derecho-deber” de la Legislatura tucumana de “aprobar o desechar” anualmente la “cuenta de inversión” que remite el Gobernador, justificando cómo y en qué gastó la plata recaudada de los contribuyentes. Está en juego la justificación y legitimidad de aplicación de miles y miles de millones de pesos, recaudados anualmente, producto de una durísima presión impositiva. Nunca, sin embargo, hubo debate en la Legislatura, entre oficialistas y opositores, en torno a esta cuestión vital. Urge terminar con esta burla a un control indispensable, esencial para evitar o castigar la corrupción en el manejo de fondos públicos. Está previsto en las constituciones nacional y provincial que haya organismos de control de servicios públicos esenciales prestados por empresas privadas (agua, luz, gas), en especial protección de los derechos económicos de los usuarios y de la eficiencia y calidad de estos servicios, que tienen que ser absolutamente independientes de esas empresas. Ambas constituciones exigen que en estos organismos de control participen asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas. En el tema del gas, rigen desde abril incrementos abusivos por su falta de gradualidad, donde las provincias no están representadas en el organismo nacional respectivo. En el tema del agua y de la electricidad se creó en Tucumán, por ley 8.479, el órgano de control denominado Ersept, en cuyo directorio no hay ningún representante de los usuarios. En la reforma constitucional federal de 1994, el convencional Irigoyen, miembro informante del despacho de mayoría, precisó que los representantes de los usuarios deben ser “controladores reales” de los mismos, con mayor razón si hay empresas monopólicas que generan usuarios cautivos, como es el caso de la energía eléctrica. En la reforma constitucional de Tucumán de 2006 se incorporó el Art. 42, expresando el convencional Heredia, miembro informante del despacho mayoritario, que “los usuarios no eran tomados en cuenta al momento de efectuarse subas tarifarias” y que “a partir de este artículo “estamos previendo la necesaria participación de los mismos en el organismo de control”. La ley 8.479 citada importa un doble incumplimiento al mandato constitucional: los usuarios no están representados en el Directorio y, por lo tanto, no pueden incidir en las subas tarifarias. Por otro lado, el Ersept tiene previsto un “ingreso” por tasas de servicio, equivalentes a un porcentaje del monto de la factura del agua o luz. Como el Ersept es el que debe autorizar los incrementos tarifarios, cada vez que los autoriza, le ingresan más fondos al propio órgano controlador por esta tasa. Es, así, “socio” de EDET y de la SAT. Una burla cruel a la manda constitucional.

Luis Iriarte


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