A seguro lo llevaron preso

A seguro lo llevaron preso

La violencia en la que ha quedado sumida la provincia deja fuera de juego a un oficialismo que no reacciona; a la justicia, alarmada, y a la oposición, adormecida. Alperovich se pone en forma y Cambiemos cambió de actitud.

Las buenas noticias espantan. Estamos felices porque se van a destinar varios millones de pesos para construir una alcaidía.

Por suerte y para alegría de todos, la Legislatura ha decidido destinar parte de sus millonarios ahorros para costear el boleto estudiantil en el ámbito provincial.

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El gobernador de la provincia, Juan Manzur, confirmó que está trabajando para que haya menos hacinamiento en las comisarías de la provincia.

La fiscala Adriana Giannoni está alarmada por los homicidios que ocurrieron durante el lapso en el que a su fiscalía le corresponde recibir causas.

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Cada uno de estos hechos impactó de distinta manera en al sociedad. Son el resultado de la decadencia en la que ha caído la provincia. Es parte del subdesarrollo. Ninguno de los millones ni de las preocupaciones implican crecer, transformar. Son la corroboración de la pobreza, del deterioro institucional y de que la violencia y la inseguridad son la moneda corriente de los tucumanos.

El jueves la tapa de la edición de papel fue un sacudón en el desayuno. En la comisaría 11a, esa que está casi al frente de la Facultad de Filosofía y Letras, la misma que se levanta en la otra vereda del extremo sureste del parque 9 de Julio, a no más de 20 cuadras de la Casa de Gobierno, los presos están alojados como perros.

El ministro Fiscal ha salido corriendo y ha llegado hasta la Legislatura para pedirle que se frene la “puerta” giratoria que permite salir a motochorros, escruchantes y “rompevidrios”. Es decir, buscar la vuelta para que no puedan salir rápidamente quienes terminen apresados. Todo, como si hubiera lugar para alojar a quienes cometen delitos.

Todos actúan por reacción pero no hay un debate más profundo y cuando se intentó discutir, se fracasó en aquella emergencia que antes que nada sirvió para discutir cómo gambetear trabas para gastar más rápido. La inseguridad es cada vez mayor y la incapacidad para encontrar la solución, también.

Unos empresarios comentaron que tuvieron una trascendental reunión con un funcionario de seguridad de la provincia. En un momento del encuentro recibieron como consejo: “ustedes no deberían andar en Mercedes Benz”.

El ex secretario de Seguridad de la provincia se fue antes de cumplir los primeros 100 días de gestión. Adujo problemas familiares. Miguel Gómez no pudo y no supo estar a la altura de las circunstancias. Ser funcionario de la provincia implica un sacrificio y más aún en un área donde un día implica muertos. Sin embargo, pasó sin pena ni gloria; se fue por algo que si lo hubiera previsto tal vez no habría asumido. El Poder Ejecutivo aún no sabe qué hacer con ese cargo.

Todo demuestra cómo la inseguridad, que figuró en la cima de todas las encuestas en varias campañas electorales, sigue siendo un intríngulis que los gobernantes no saben cómo resolver.

Con la muerte del chiquillo de 12 años se viralizó por cuanto grupo de WhatsApp y por cuanta red social tuviera lugar un video en el que los que acompañaban el féretro hacían tiros al aire. Están sus caras y sus pistolas. Ellos siguen caminando en libertad como si eso fuera algo normal. Edmundo Jiménez y Giannoni deben seguir espantados.

Manzur se ha conformado con declarar a la prensa que están trabajando, pero lo cierto es que en su concepción de gestionar no ha logrado que este problema, que es de todos sea una cuestión en la que el gabinete se desvele. El gobernador deja en libertad de acción a sus ministros, que se mueven como piezas sueltas sin que ninguna idea básica los convoque o sin que ningún engranaje los lleve por el mismo rumbo.

Algunos llegan a señalar como rescatables los desayunos en la casa del ex gobernador José Alperovich. “Al menos ahí escuchabas lo que él quería o hacia dónde íbamos”. Manzur se ha convertido en un gobernador que no manda. Sí, en cambio, tiene en claro que Tucumán puede salir de el pozo en el que está sumido en la medida en la que se instale como una provincia del mundo. Claro que con semejante desorden en la seguridad, lo único seguro es que no llegará a ningún lado con ese objetivo.

Entrenamiento

Alperovich ya decidió que, por lo menos va a ser -ya lo es- precandidato a gobernador. Todos los días trabaja en primer término para concretar su postulación. La senaduría es su gimnasio para mantenerse en forma. En Buenos Aires trabaja para mantener aceitadas sus relaciones con las principales figuras del gobierno actual y para que los engranajes de los anteriores en ningún momento se pongan duros. En la provincia corre y camina por los senderos del interior, principalmente. La ansiedad por volver a los primeros planos es su principal enemigo. Semanalmente planifica su próximo gobierno. Anota equivocaciones. Así ha puesto entre los asuntos pendientes obras y acciones con la clase media. También tiene biografías con los no y los por qué no volverá a convocar a determinada gente y, finalmente, están Manzur y Jaldo en la mira. “Si ellos están decididos a seguir, van a tener que competir”, comentan los “sijosesistas” que salen a su lado.

Manzur mira para otro lado. Como si Alperovich no fuera una amenaza. Está seguro de que la discusión con su hacedor político tiene fecha en marzo del año que viene. Mientras tanto, trata de ignorarlo o de no darle la cabida que otros le dan.

Osvaldo Jaldo se aferra a su prosapia peronista pero va a ser difícil que sus palabras tengan crédito. Se ha convertido en un mentiroso consuetudinario. Alguna vez les dijo a todos los argentinos que el mejor gobernador de la historia de Tucumán fue José Alperovich; el año pasado les anunció a los tucumanos que iba a ser diputado nacional y que no renunciaría a la banca; sin embargo no le importó el engaño que no sólo hizo en actos públicos (donde a veces se exageran los discursos), sino también en diálogos personales e intimistas. Esa actitud engañosa lo hace poco creíble. Ahora inventó el uso de los ahorros legislativos para pagar el boleto estudiantil. La Legislatura debió hacer una ley para que la provincia se ocupe del tema. No puede confundir -ni confundirse- cumpliendo un rol de Poder Ejecutivo. Curiosamente, el vicegobernador desconfía de Manzur porque no le da señales claras sobre el futuro, pero, ciertamente, no es la persona más indicada para pedir certezas después de sus intervenciones.

La última cena

La inseguridad, el proceder errático del mandatario o los zigzagueos de Jaldo son simples anécdotas en la vida política de la provincia. Para la oposición son cuestiones que ameritan ser declamadas en una red social o plasmadas en algún e-mail sin que implique el cambio de rumbo o de acciones concretas. Cambiemos navega en su heterogeneidad con la certeza de siempre. Tomar el poder en la provincia es una utopía. Por eso sus dirigentes encuentran un bálsamo en la discusión interna y en la pelea de sus dirigentes antes que en la discusión por las lides mayores. Justamente el anuncio de la construcción de una alcaidía se convirtió en una buena razón para que se peleen. Un primer anuncio que hizo la senadora Silvia Elías de Pérez hizo que funcionarios vinculados al Plan Belgrano pusieran el grito en el cielo porque consideraron que eran ellos los impulsores. La autoría de algunas cuestiones se valúa en oro entre los dirigentes políticos y se paga en barro entre la ciudadanía, que espera que el político trabaje para ella, muchas veces sin importar los nombres. Algo difícil para entender hoy cuando, no obstante, las campañas se hacen con nombres, no con ideas, proyectos o equipos.

Advertidos por estas cuestiones, empujados por las rencillas internas, motivados por los egoísmos y, finalmente, alertado por los meteorólogos que preanuncian la llegada de nubarrones, Prat Gay y los dirigentes de Cambiemos se reunieron. Sí, curiosamente, lo que debería ser una costumbre o una simple anécdota, se convirtió en un hecho que llamó la atención pero que sirvió para empezar a ordenar esa casa. En la vivienda del diputado nacional Facundo Garretón se vieron la cara la senadora Elías de Pérez, la diputada Beatriz Avila, el intendente Germán Alfaro, el diputado José Cano y el subsecretario de Estado nacional Domingo Amaya. Eran demasiadas ambiciones, ilusiones, proyectos y frustraciones alrededor de la misma mesa. Lograron un diálogo distendido mientras saborearon el asado. La armonía entre ellos es casi una utopía; sin embargo este viernes dieron el primer paso. Aún al matrimonio peronista lo mantiene con vida el pulmotor marca Macri. Por eso, uno de los temas que se analizó es continuar en el proyecto Cambiemos, que trabajará por la reelección del actual presidente, pero que también puede darles vida después de 2019. Después tomaron conciencia de que las circunstancias los habían puesto en esa encrucijada y los obligaban a construir en forma mancomunada si querían llegar al poder. Creer en la construcción colectiva sin traiciones de estos dirigentes es tan difícil como creerle a Jaldo, porque muchos de los que estuvieron en esa última cena sueñan con llegar al cargo de gobernador. Sin embargo, saben que sin el paraguas nacional, sin la siembra de dirigentes en cada pueblito y sin un equipo de gobierno y un plan, no le van a ganar al peronismo. Por ahora, de eso sabe mucho Cano y poco, Prat Gay.

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