Demasiados escritores

Demasiados escritores

Una reflexión en el diario de Juan B. Terán

JUAN B. TERÁN. Es el segundo de la izquierda, después de Miguel M. Campero. A la derecha, José G. Sortheix y Miguel Lillo. JUAN B. TERÁN. Es el segundo de la izquierda, después de Miguel M. Campero. A la derecha, José G. Sortheix y Miguel Lillo.

A fines de 1927, Juan B. Terán anotaba, en su diario personal, algunas reflexiones sobre la función del escritor en la Argentina. Le parecía que su tarea “no es considerada como carrera pública”. Opinaba que “las letras argentinas hoy han vuelto, quizás exageradamente, a la improvisación y a la superficialidad”. Notaba que “aparecían por decenas y centenas los libros. Con unas cuantas carillas se urde un libro. ¿El abaratamiento de la imprenta es el culpable? Publicar un libro está ahora al alcance, parece, de todo el mundo”.

Se preguntaba si eso era un mal o un bien. Se contestaba: “Quizás se puede decir que el exceso de publicidad es siempre prueba de una actividad intelectual y que de ella puede venir una emulación para los escritores. No lo creo. El público en general no está en condiciones de discriminar y, entonces, los valores no se establecen y gradúan, y resulta una causa de perturbación en los juicios”.

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En fin, “cualquiera sea la verdad en esto, es lo cierto que la actividad intelectual en los últimos años se ha acentuado y agrandado considerablemente, pero la proporción de calidad no ha aumentado en el mismo grado que la cantidad”.

Agregaba: “Debe decirse una cosa en honor a la verdad y como estímulo para los escritores: que cuando aparece un libro bueno, bien bueno, se impone y su superioridad es reconocida. Ejemplo: ‘Don Segundo Sombra’ de Ricardo Güiraldes”. En la hoja siguiente, con lápiz, apunta: “la falla mayor del americano en su organización espiritual es la falta de constancia. De esa falla proviene luego la falta de probidad”.

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