Esa confraternidad poética de La Carpa

En un reportaje inédito, Raúl Aráoz Anzoátegui, el extinto poeta salteño, evoca al movimiento gestado en Tucumán en 1943-44 y liderado por el jujeño Raúl Galán, que marcó un hito en la literatura del noroeste.

El humo de la pipa garabatea en el silencio recuerdos añejos, perfumados de azahares tucumanos. El Encuentro Regional de Cultura NOA 93 le ha abierto los brazos el 30 de agosto de ese año. “No cambies, nunca, el ayer por el hoy. Deja el ayer, en su sitio, bien como está. (No le quites tampoco, la piel del recuerdo)... Mira, qué pronto, los árboles crecieron en la casa. Cómo tuvimos que podar los sueños, para que la luz entrara, de lleno…” Su barba parece agitar algunos pensamientos esa tarde, antes de iniciar la charla que girará en torno del grupo La Carpa, que abrió una huella en las letras del noroeste argentino, a comienzos de los 40. Raúl Aráoz Anzoátegui (1923-2011), salteño, autor de Tierras altas, fue uno de los miembros del movimiento de fugaz vida, que fundó el jujeño Raúl Galán. En noviembre de 1944, se publicó la Muestra Colectiva de Poemas, volumen que reunía textos de María Adela Agudo, Manuel Castilla, Sara San Martín, María Elvira Juárez, Nicandro Pereyra, Julio Ardiles Gray, José Fernández Molina, Aráoz Anzoátegui y Galán. Transcurrieron 73 años de aquel hecho histórico, y 24 de esta conversación con el maestro de Rodeados vamos de rocío.

- ¿Cómo surgió La Carpa y cómo se vinculó?

- La Carpa nació antes de que se concretara como movimiento, no sé si generacional, hay más o menos 10 años de diferencia entre unos y otros de sus integrantes. Fue una época del mundo, del país, del noroeste, en que se vivieron muchas convergencias importantes. En primer lugar, pienso que acá en el norte había una incidencia de la poesía tradicional, que nos llegaba a través de los cancioneros de Juan Alfonso Carrizo, publicados años antes; se vuelca la mejor poesía de la Edad de Oro española con los grandes poetas del 1500. No es casualidad que eso haya sido así porque en ese siglo nacieron las figuras más relevantes del clasicismo español: Cervantes, López de Vega, Quevedo, Góngora, etc. Y se estableció una confluencia con la cultura universal, que nos llegaba a través de las traducciones y las grandes editoriales de Buenos Aires y México, que se establecieron allí por la Guerra Civil Española; se dio un movimiento editorial muy importante. Nosotros tuvimos esa convergencia de cosas, lógicamente tuvimos que darle un tono, y el grito de guerra que puso Galán en el prólogo de La Carpa, de que la poesía del noroeste nacía con nosotros.

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- ¿Compartía ese criterio?

- Sí, porque era una postura, Galán lo reconoce después cuando entra en algunas polémicas. Es decir que toda generación o promoción u hornada nueva quiere romper con el pasado. Creo que había un doble movimiento. Nosotros componíamos una poesía, renegábamos del falso folclorismo, esa calificación que subsiste todavía y que hace la crítica en general, especialmente la crítica desde el sur del país y el centro de Buenos Aires: poesía nacional versus poesía regional. Como si el regionalismo fuera un término poco peyorativo, o bastante, que se ha inventado para dividir la poesía del país en dos visiones: capital e interior. Yo creo que todos los poetas tienen el influjo de su región, creo profundamente en las regiones, pero no en término clasificatorio de regionalismo, de nacionalismo o universalismo. Ya está dicho aquello de “describe tu aldea y describirás al mundo”. Nos encontrábamos en la confluencia de esas dos corrientes, pero la corriente que teníamos a través de la copla, era de una enorme modernidad, contra todo lo que se hacía dentro de un pintoresquismo folclórico. Yo siempre recuerdo tres coplas… nosotros estábamos hablando de surrealismo… las coplas recogidas por Carrizo eran como estas: “Cuando se muera el que canta, no lloren ni tengan penas, ponganlón en cajón de barro, priendanlé velas de arenas”. Esa misma confluencia… no estoy haciendo una escala de valores ni nada por el estilo, sucedió con muchos poetas de la generación del 27 sobre todo con García Lorca y el primer Alberti de Marinero en Tierra. Estábamos recogiendo corrientes y atando nudos, y era lógico que así sucediera. Esta es otra copla, también tomada del cancionero de Carrizo: “Yo vi a un pájaro rey bañarse en aguas de rosas y en el pico cristalino un clavel que se deshoja. Yo vide una niña linda que se huyó por no ser monja y dentró en lo más espeso de un clavel que se deshoja”. Es decir que uno estaba absolutamente predispuesto a recoger la poesía universal también.

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- ¿Qué otras influencias tuvieron?

- Nos venían por otros lados los influjos de Lubicz Milosz, aun de Rilke, cuyo mundo no era el nuestro, pero estéticamente nos estaban señalando cosas importantes; los poetas latinoamericanos como Vallejo, ya en el primer libro de Ardiles Gray se nota Vallejo, también Neruda, no el de los Veinte Poemas de Amor, sino el de Residencia y algunos poemas de El Canto General, que fue publicado después, pero había un anticipo de algunos poemas. La poesía social de Neruda se inicia posiblemente después, pero nos estaba dando una lección estética, sobre todo con Residencia en la tierra, y Guillén, que es patente en las primeras cosas de Castilla. Se va dibujando un perfil en muchos de los representantes, no creo que los movimientos sobrevivan por sí mismos, creo que todo movimiento se agota en sí mismo, como se agota el arte por el arte. Pero los pedazos de esos movimientos que son los poetas más representativos, que siempre quedan.

- ¿Por qué se agotó La Carpa como movimiento?

- La Carpa se acabó porque tomamos distintos rumbos, Nicandro Pereyra y yo nos fuimos a Buenos Aires, Ardiles Gray todavía no… se desconectó… hubo una dispersión. Galán se fue de Tucumán después del 55. La Carpa dejó de aparecer antes. La Carpa fue del año 43 al 44. La muestra colectiva fue en el año 44. La primera lectura de poemas se hizo, creo que en la Biblioteca Sarmiento. Otra lectura de poemas se hizo para recolectar libros cuando fue el terremoto de San Juan, eso fue anterior a La Carpa. Había una línea marcada a través de los dos números que publicó Nicandro Pereyra en la Revista Tuc; había otras publicaciones en ese momento en Tucumán, pero de otras extracciones o estéticas como era la Revista Cántico, donde María Adela Agudo, sin embargo, había colaborado, y escribían Guillermo Orce Remis, Leda Valladares… Galán tuvo el advertimiento de esa confluencia de la que yo hablaba al principio.

- ¿Cuáles eran sus expectativas personales? ¿Cómo se acercó al grupo?

- En primer lugar, éramos como hermanos en Salta con Manuel Castilla y Fernández Molina. Después lo conocí a Galán en el verano del 42, luego de que gané unos premios a fines del 41. Él venía de Buenos Aires de hacer periodismo, tenía un ejercicio de la escritura a través el periodismo que posiblemente lo adelantaba en cierto modo, en cuanto a una madurez de ubicar las cosas en su lugar. No creo que Galán, en la muestra colectiva del 44 fuera el mismo de Carne de Tierra, donde culmina su gran poesía. Castilla empieza a desarrollar su gran poesía Con la tierra de uno, donde recoge los elementos de Luna Muerta y sobre todo de Copajira. Castilla está representado en La Carpa sobre todo con los primeros de Luna muerta, no con Agua de lluvia que es su primer libro y que él lo hizo un poco al lado y algún poema de La niebla y el árbol. Creo que el gran poeta de la Carpa en ese momento era María Adela Agudo, era la que tenía la obra más importante ya hecha. Cada uno sigue su camino. No estoy haciendo comparaciones, creo que en el momento de la Carpa la voz más poderosa, más potente en el sentido de madurez, de plenitud era la de María Adela Agudo.

- ¿Dejó alguna enseñanza La Carpa?

- Sí, nos dejó la enseñanza de una gran confraternidad, una amistad a través de nosotros que ha perdurado a través del tiempo y que nos hace que sigamos conviviendo con los poetas que ya no existen y que han sido nuestros grandes compañeros de poesía… nosotros viajábamos mucho, yo venía a Tucumán, iba a Jujuy, uno tenía a esa edad la despreocupación de moverse, de no tener muchas ataduras, entonces era una comunicación continua y sobre todo la lectura de nuestros poemas, interrelacionada y había mucha sinceridad en la crítica que nos hacíamos, advertir muchas cosas que en soledad no lo hubiéramos advertido. Y esa unión que nos dio La Carpa, dejó un sentimiento importante, nos hizo tomar conciencia de que la poesía no solamente es pura inspiración, las lecturas son muy importantes, pero también la poesía es vida y la supimos aprovechar. Esa es una enseñanza que nos dejó La Carpa.

- ¿Marcó algún rumbo en la literatura del NOA?

- Sí, ese sentido telúrico del que habla Galán en el prólogo… creo que tiene su prolongación en las letras de proyección folclórica que algunos ensayaron. Vino después Jaime Dávalos, que no perteneció a La Carpa, pero que a partir del 49 o del 50 empieza a hacer sus primeras letras; Castilla también lo hace, pero hay una diferencia. Dávalos engloba toda su poesía como letra o música, todo va unido en sus distintos libros, fuera de Rastro seco, que es su primer libro. Castilla nunca publicó una letra suya en un libro de poemas. Hay una gran diferencia entre el Castilla poeta y el popular, que tiene además letras muy buenas, que comulgan muy bien con la música, pero creo que el gran poeta está en los poemas.

- Cantos del Gozante me parece uno de sus mejores libros…

- Castilla explora una veta, la ensancha y si bien, reitera ciertos modelos de sí mismo, en cualquiera de sus libros aparece siempre el poeta vigente, real y verdadero. El libro fundamental de Castilla es La tierra de uno y de ahí todo para adelante es válido…

- ¿Cuál fue el afán de nuclearse en un movimiento? ¿O fue circunstancial?

- No, no fue un afán. Galán fue el catalizador de esa circunstancia, nosotros no nos reunimos para hacernos propaganda ni para demostrar nada a través de un boletín o de una serie de libros. Hay grupos que son muy dispares, pero nosotros teníamos un parentesco y nos unieron las sensibilidades comunes, a pesar de la diferenciación de un poeta a otro… En arte hay dos cosas importantes que nutren a un poeta: el lugar y el tiempo o lo que yo decía hace un momento: la región que para nosotros era válida sin clasificaciones de regionalismo, y el tiempo que nos tocaba vivir, que fue entre la terminación de la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial, donde recibimos los sacudones, el mundo se enfrentaba por todos lados.

- ¿Por qué no volvió a repetirse en el norte un movimiento como La Carpa?

- Todo movimiento se agota en sí mismo, el arte por el arte se agota en sí mismo. Sería absurdo hoy, seguir haciendo surrealismo, que fue una de las escuelas más importantes que influyó en la poesía moderna, ha sido una ventana hacia la liberación estética, hacia un mundo de mayor imaginación creativa, sin ninguna duda, pero el surrealismo por el surrealismo mismo… sería una aberración seguir siendo surrealista a ultranza y estoy hablando de uno de los movimientos más abarcadores a principios del siglo. Creo que La Carpa abrió un panorama, se cambió la actitud, el gesto… En adelante, el gesto del poeta no podía ser el mismo, por todo lo que esta recogió en su seno y manifestó.

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