El poder suele ser arrasador

El poder suele ser arrasador

REACCIÓN. Santiago Lange, uno de los que defendió la continuidad del Enard. REACCIÓN. Santiago Lange, uno de los que defendió la continuidad del Enard.

Se dice que el deporte, a veces, puede ser una versión diferente acerca del mundo. El gobierno anterior creía esencialmente en el Estado como motor de la economía. En el deporte, el símbolo máximo de esa política (utilización y eventual corrupción incluída) fue el programa Fútbol Para Todos (FPT). El contrato con la AFA para la televisación de los partidos a través de la TV pública era palabra sagrada en casi todo el arco político. Hoy, en cambio, parece palabra maldita. El nuevo gobierno, que aseguró que mantendría el FPT, cambió cuando llegó al poder. Alentó el nuevo acuerdo de Superliga. Y la televisación de dos cadenas estadounidenses, sin importar que ahora una de ellas (Fox) también haya sido acusada de pagar sobornos en el FIFAgate por Alejandro Burzaco, el exCEO de Torneos.

A diferencia del gobierno anterior, la nueva gestión cree que la economía debe tener como actor principal al sector privado. Por eso, más allá de las promesas de campaña, el fin del FPT sorprendió a pocos. Hay temores, eso sí, de que la nueva política de Pagar Para Ver en el fútbol imite con fervor a los años ’90, cuando hasta los partidos de la selección nacional también eran trasmitidos por sistema cerrado. Lo que en cambio sí sorprende, y por eso este artículo, es que el Enard se vea ahora bajo peligro. El gobierno que era estatista había “privatizado” el deporte olímpico. Y el gobierno “privatista” ahora quiere estatizarlo. El secretario de Deportes Carlos MacAllister aseguró de modo enfático, aunque con algunas imprecisiones, que nada cambiará. Y hasta afirmó que dejará el cargo y se volverá a La Pampa si sucede lo contrario. Pero el problema, tal vez, no es el dinero. Sino quién lo pone. La derogación del impuesto a la telefonía celular, que era la vía de financiación del Enard, convertirá de hecho al Estado en el nuevo dueño de la caja. Y el que tiene la caja, dice un viejo dicho, tiene el poder.

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El nuevo gobierno viene siendo con el deporte tanto o más intervencionista que el anterior. ¿O acaso podemos seguir diciendo que este gobierno no tuvo nada que ver en la designación de aquella Comisión Regularizadora de la FIFA que colocó a la AFA en uno de sus peores momentos, despreció al Tata Martino, y ayudó a la crisis que casi deja a la selección afuera del Mundial? No debe ser casual. Fernando Marín estuvo cerca de la Comisión Regularizadora. Ex titular de Blanquiceleste en Racing, Marín alentó en la AFA la creación de Clubes SA. Ahora está en la Secretaría de Deportes. A veces privatista, otras estatista.

El jueves pasado, como sucede los 16 de noviembre, se celebró en Argentina El Día del Deportista. Toda una ironía, ese día estalló el proyecto que sacudió a nuestro deporte y a nuestros deportistas olímpicos. “La muerte del Enard”, tituló su anticipo, sin términos medios, el colega Ernesto Rodríguez III, autor del interesante blog “Olímpicos Argentinos”. “De no mediar cambios -escribió Rodríguez- las nuevas disposiciones impositivas dictarán la sentencia de muerte del Enard”. Medallistas olímpicos saltaron en masa, desde Santiago Lange hasta Paula Paretto, por citar algunos de los más representativos. Los acompañó el propio titular del Enard, también presidente del Comité Olímpico Argentino (COA), Gerardo Werthein. Como bien apunta Rodríguez, la familia Werthein “aún retiene el 15 por ciento del paquete accionario de Telecom”, es decir, una empresa implicada de modo directo (vía Personal) en el negocio de la telefonía celular. “Atiende dos escritorios”, recordó Rodríguez.

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Pregunta básica

Inevitable, hay una pregunta básica: ¿por qué tocó el gobierno una de las cosas que parecía marchar de buen modo y, además, coincidía en cierto sentido con una visión ideológica del gobierno actual sobre el rol de la economía privada? ¿Para qué lo hizo si todos los deportistas elogiaban al Enard? No ayuda mucho que, de modo oportuno, comiencen a trascender ahora versiones de supuestas irregularidades con la administración de algunos dineros. Fueron más de siete años de aportes, de 2.500 millones de pesos que ayudaron a posicionar al deporte olímpico después de décadas en las que ganar una medalla de oro era una quimera.

Aseguran que todo se solucionará en el curso de esta semana. Pero sigue sin responderse la pregunta sobre por qué el gobierno decidió intervenir en algo que funcionaba bien. Pareciera formar parte de una decisión política de intervenir en demasiados escenarios, el de los medios de comunicación incluído. Porque también sigue sin responderse de qué modo se respetará la autarquía del Enard mucho más allá de que se mantenga a Werthein en la presidencia y hasta se aumente la partida presupuestaria. El intervencionismo no funcionó bien en el fútbol. La Comisión Regularizadora tuvo que irse por la puerta de atrás. No importó. Ahora es el turno del deporte olímpico. No importa siquiera que falte menos de un año para que Buenos Aires reciba los Juegos de la Juventud. El poder suele ser arrasador.

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