La inestabilidad de la Selección riega de incertidumbre la chance de clasificar al Mundial

CARAS LARGAS. Durante la práctica matutina de ayer, en el predio de Ezeiza, los jugadores se mostraron preocupados. Dyn CARAS LARGAS. Durante la práctica matutina de ayer, en el predio de Ezeiza, los jugadores se mostraron preocupados. Dyn

“No es el estadio, estúpido”. La paráfrasis de la famosa frase del ex presidente estadounidense Bill Clinton (“la economía, estúpido”) dirigida a George W. Bush, en referencia a lo que verdaderamente es esencial, sirve para ilustrar una verdad de Perogrullo: los partidos de fútbol se ganan (o se pierden) por lo que los equipos hacen en el campo de juego, no por el aliento que baje (o no) desde las gradas.

Argentina no se anda arrastrando con el alma en pena por las Eliminatorias sudamericanas debido a los escenarios de sus cotejos como local, que en el Monumental como manda la tradición, que mejor en el interior del país, que la Bombonera late pero no tiembla: “La verdad está en el verde césped”, como decía Ángel Labruna.

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¿Qué verdad se reveló ante los ojos de los hinchas argentinos el jueves ante Perú? Más que una verdad unívoca, varias constataciones. Por caso, la del discurso de Jorge Sampaoli en el pos partido no está alejada de la realidad: “Tuvimos una diferencia muy marcada sobre el rival, no pudimos concretar la diferencia que hubo, generamos varias (seis) situaciones claras de gol”. Otra, que Javier Mascherano y Lionel Messi, muchas veces cuestionados por sus prestaciones en horas clave, se pusieron el equipo al hombro, cada uno en lo que le toca.

Y también los vaivenes del técnico en la previa en relación a cuál es “su” equipo, un notable cambalache de sistemas tácticos y de nombres que marea a propios y extraños; decisiones controversiales como la inclusión de un Ángel Di María inactivo, por derecha y con perfil cambiado (y con todo un tiempo sin orden de cambiar de banda); la postal de la segunda etapa, con el equipo jugándose una parada decisiva con hombres (Alejandro Gómez, Emiliano Rigoni, Darío Benedetto) que estrenaban (o casi) la pilcha celeste y blanca; la declamación de una supuesta “identidad” como conjunto, en todo caso únicamente consistente en el protagonismo de la búsqueda, sin sociedades probadas ni alternativas ante los dilemas que presentan rivales y momentos del partido.

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“Solo faltó el gol”, dijo con toda obviedad Sampaoli. Nada más y nada menos, esos goles que llegaron en cuentagotas en estas eliminatorias (16 en 17 partidos). La pericia en la definición también forma parte del juego, así como las prestaciones de los arqueros rivales. La atribución de supuestos poderes al “no ligar” o a la “sal” que tiene esta selección entra en contradicho con la velada admisión de las pesadas mochilas que cargan sobre sus espaldas (más bien en sus mentes) los conocidos de siempre o los nuevos que desembarcaron bajo el clamor popular o surgieron de la caja de pandora del entrenador.

Ciertas fotos mostraron a una Argentina cerca de la victoria ante Perú. La película de “La Bombonera”, en cambio, dejó escenas más acordes con el cero final y el presente de la selección, como la enésima lesión de Fernando Gago; las malas resoluciones de Benedetto, quien en Boca hasta la mete de taco y frente a Perú pareció necesitar de un Arco del Triunfo; la impotencia del “doble de riesgo” de Messi a la hora de ejecutar tiros libres que en otras latitudes se contabilizan como medio gol.

Los hinchas argentinos, de cara a Ecuador y al “súper martes” para el infarto que se viene, ya no saben a qué aferrarse para cumplir el sueño de sacar en cuotas un pasaje a Moscú, o al menos para comprarse un televisor de generosas pulgadas frente al cual sentarse el próximo invierno.

La confianza de Sampaoli pareció más un mensaje hacia dentro del grupo que una frase con raíces firmes en lo visto y actuado en sus tres presentaciones. En todo caso, los puntos que pierden y pueden seguir perdiendo otros contendientes son, a esta altura, una luz al final del túnel para un equipo que parece perdido en sus propios laberintos, que poco y nada tiene que ver con el que peleó y perdió tres finales, que más bien se asemeja a un puñado de voluntades que batallan contra la posibilidad cierta de irse al descenso (¡no jugar el Mundial!).

En las entrañas de una Bombonera en silencio, Sampaoli exhortaba a “no buscar tantas profundidades” en relación a la nueva frustración que se había consumado minutos antes. “Paciencia es una mezcla de ‘paz’ y de ‘ciencia’”, ilustró. Y agregó: “Sería injusto no ir a Rusia”, sin recordar que ni la vida ni el fútbol suelen dejarse sopesar de acuerdo a los designios de esa señora con ojos vendados y balanzas en mano.

Es probable que Argentina venza a Ecuador en la altura de Quito. Tanto como que no lo haga.

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