Imponente “Cura Campo”

Imponente “Cura Campo”

Julio P. Ávila lo vio en sus últimos años

JOSÉ MARÍA DEL CAMPO. Líder de los liberales, fue varias veces gobernador de Tucumán y mandó sus ejércitos en las luchas de la organización. JOSÉ MARÍA DEL CAMPO. Líder de los liberales, fue varias veces gobernador de Tucumán y mandó sus ejércitos en las luchas de la organización.

Una figura realmente imponente en Tucumán, era la del presbítero José María del Campo (1826-1884). Era joven cuando cambió para siempre la sotana por el sable, pero la gente lo seguía llamando “El Cura Campo”. Líder de los liberales, desempeñó varias veces la gobernación de Tucumán, mandó sus ejércitos en las cruentas batallas que suscitó en el norte la organización nacional y fue senador al Congreso. El historiador Julio P. Ávila –nacido en 1868- lo vio de niño, y nunca olvidaría su figura.

Del rostro, recordaba “esa mirada, muy poco común en los hombres, de poder inmenso, penetrante” y su “amplia y despejada frente”. Decía: “¡Cuántas veces, siendo niño, nos hemos parado en la vereda para mirarlo, cuando en los últimos años de su vida, atravesaba al lento andar de su caballo colorado, las tranquilas calles de la ciudad, enfermo de cuerpo y al parecer del alma, pero conservando aún todo el fuego de aquel mirar que sólo tenían sus ojos”.

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“En lugar de la bota militar con espuelas de plata, calzaban sus pies enfermos zapatos de negro paño; en sus manos, en vez de la espada del combate, apenas si se sostenía un delgado látigo de largas trenzas que llevaba, más por costumbre, que por necesidad de animar su caballo que no tenía otro andar que el tranco; y en vez del airoso sombrero que en los combates y en sus animadas y violentas conversaciones movía sin cesar a un lado y otro de su cabeza, hacíale sombra otro de modestísimo aspecto, de anchas alas, caída con preferencia sobre sus cejas perfectamente perfiladas”

Atestigua Ávila que “¡’Ese es Campo’, decían niños y hombres después de mirarlo atentamente por espacio de minutos, mientras él, con lento andar, sin reparar en nada ni en nadie avanzaba melancólico, al tardío andar de su manso colorado”...

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