La muerte de un recordado pistolero

La muerte de un recordado pistolero

Nemo Volarino llegó desde Buenos Aires, desarrolló un raid delictivo intenso en nuestra provincia y terminó sus días en un enfrentamiento con la Policía en El Colmenar

RIVADAVIA AL 2.200. Tras la actuación judicial los restos son retirados del lugar por personal de la Asistencia Pública.  RIVADAVIA AL 2.200. Tras la actuación judicial los restos son retirados del lugar por personal de la Asistencia Pública.
18 Septiembre 2017

Manuel Riva - LA GACETA

Faltaba media hora para las dos de la mañana. Era la madrugada del domingo. La tranquilidad de la zona se iba a ver alterada en minutos. Hacia un domicilio de Rivadavia al 2.200 se acercó una numerosa comisión policial. En el interior de la casa, se les informó a los pesquisas, se encontraba un peligroso delincuente que cuatro días antes se había tiroteado con sus perseguidores y muerto a uno de ellos.

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El hombre descubrió a los policías que habían rodeado el lugar sin dejarle ninguna vía de escape, se resistió a tiros y fue muerto por las balas policiales. Este era el final de Nemo Volarino, quien fue autor de varios robos y hechos violentos en contra de negocios y de sus propietarios además de la muerte del agente Eduardo Calle. La historia nos remonta al 12 de septiembre de 1937 y nuestro diario titulaba Mataron al pistolero Volarino. En la contratapa bajo el título La policía lo ultimó en El Colmenar señalaba que a la 1.45 recibimos la inesperada noticia que Nemo Volarino, el pistolero que diera muerte a Eduardo Calle, había sido ultimado a balazos por la policía de la capital en las inmediaciones de El Colmenar. Tras informar sobre la forma del operativo cerrojo para acorralar al delincuente y destacar la importancia de una información confidencial, el relato se dirige al momento del tiroteo mortal. A esta altura del procedimiento Volarino, que se encontraba durmiendo en una habitación posterior de la casa, se aprestó a la defensa y gritó que no habrían de tomarle vivo y que los recibiría a balazos continúa el relato. La oscuridad impenetrable del lugar hacía más peligroso y difícil la empresa de reducir al desesperado delincuente. Los fogonazos de los disparos permitían a los contendientes ubicarse. Se cerraba el cerco. El hombre recibió cuatro disparos, uno de ellos mortal que afectó órganos vitales que determinaron su muerte poco después. Al ingresar los efectivos encontraron su cuerpo y a su lado el revólver con el que se había defendido.

Muerte del policía

En la jornada del 7 de septiembre, siguiendo una pista que informaba la presencia de Volarino en la provincia y tras investigarse algunos asaltos ocurridos en la campaña, el jefe de Investigaciones Parache Chávez dispuso que dos efectivos Eduardo Calle y Germán Fernández se dirigieran a la sede del sindicato de panaderos en calle San Lorenzo casi La Rioja. La orden obedecía a la pista que había dado una fuente en el sentido de que Volarino -que también se hacía llamar Quiroga, y que era intensamente buscado- iba a ir a ese local.

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Los policías esperaron un par de horas pero Volarino no se presentó. Tampoco algún cómplice suyo. Calle envió a Fernández para que vea en el interior del local. Habló con una mujer algunos minutos y al parecer los hombres en el interior lo identificaron como policía. En ese momento Calle estaba pidiendo refuerzos desde el teléfono de un negocio cercano. Su compañero pidió apoyo, Calle dejó el teléfono y salió. Desde dentro del local salieron dos hombre y detrás de ellos estaba Volarino. Calle cruzó San Lorenzo, mientras el delincuente observaba la acción y sacaba dos armas, una en cada mano y comenzaba a disparar. Sorprendidos, los policías desenfundaron sus pistolas. Avanzaron detrás del delincuente y se parapetaron en el vano de las puertas. El pistolero ya había llegado hasta la esquina de calle La Rioja. hasta un baldío. donde se puso a resguardo de una pared. Calle decidió buscarlo para evitar que escape, dejó la protección de los quicios y cruzó hacia la calzada. Esto lo puso en la línea de fuego. Al ver esta acción, Volarino hizo varios disparos, y uno impactó a Calle en el pecho; el uniformado cayó mortalmente herido allí mismo y sin desprenderse de su arma. Otro de los proyectiles penetró por la espalda de una mujer que murió instantáneamente: Francisca Paula Aguilar de Aráoz. Ella estaba, junto a su hijo de 11 años y un bebé de tres meses, esperando el colectivo que la iba a llevar a Yerba Buena. Fernández se acercó a ayudar a su compañero, pero los eventuales testigos le indicaron que saliera en persecución de los delincuentes que se habían fugado por La Rioja hacia el sur. No se supo de ellos hasta unos días después cuando fue abatido Volarino y detenidos los otros dos.

La investigación tras la muerte de Volarino descubrió la ropa que llevaba el día de la balacera en la que mató al policía Calle y que había sido descripta por el otro efectivo y varios de los detenidos. El pistolero, al parecer, luego del enfrentamiento evadió a los pesquisas escondiéndose en casas de cómplices, de amigos y de alguna mujer con cierta cercanía a él. El día anterior al enfrentamiento mortal la policía había estado realizando una serie de investigaciones en la zona de Río Colorado, donde se presumía que podría haberse escondido Volarino. No lo encontraron, pero recogieron información clave para los hechos posteriores.

Prontuario

Según la información de la policía de la Capital Federal, el delincuente muerto que se hacía llamar Nemo Cesáreo Volarino, Valarino o Ballarino o Leopoldo Díaz, había tenido varios ingresos policiales, tanto en la metrópolis como en la provincia de Buenos Aires. Había nacido en la Capital Federal el 18 de junio de 1898, era soltero y ejercía la profesión de panadero. Era de tez blanca, pelo castaño, delgado, medía más de 1,70. Su prontuario lo señalaba como pistolero, delincuente y también como anarquista y miembro de sociedades extremistas.

Volarino y dos cómplices, relacionados con un sindicato de panaderos de antecedentes anarquistas, fueron vinculados con el asalto y luego destrucción (lo quemaron) del camión de reparto de la panadería “Flor de mayo”. Al parecer este sabotaje habría estado relacionado a un plan contra los propietarios panaderos sindicados por ellos de pagar a los jornaleros precios bajos y brindar a los obreros desocupados pocas “changas” indicaba nuestro diario del 16 de setiembre de 1937 en base a la investigación que se realizó por aquellos días. Uno de sus cómplices, Rafael Sinis Calco relató que vinieron a Tucumán en mayo último. Ambos eran intensamente buscados en Buenos Aires y en el Litoral. Una vez instalados en nuestra provincia, cada uno por su lado, Sinis comenzó a repartir pan en un chata mientras que Volarino realizaba changas en panaderías de Lastenia, Ranchillos, Famaillá, Concepción y Luisiana. Poco después se enteró de la llegada de otro de sus cómplices, Dionisio Soria quien había cumplido una condena por robo y lo visitó. Rearmaron su banda y decidieron llevar adelante algunos “golpes”. La policía de la provincia declaró que aparte de haber asesinado al agente de investigaciones Eduardo Calle, en cuya circunstancia también resultó muerta Francisca Paula Aguilar de Aráoz, estaba acusado de reiterados asaltos y robos siendo además prófugo de la cárcel de La Plata donde purgaba condena por dos homicidios.

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