Eso que el dinero no puede comprar

Eso que el dinero no puede comprar

AMIGOS. Messi y Neymar se respaldaron en momentos difíciles.  AMIGOS. Messi y Neymar se respaldaron en momentos difíciles.

Retrocedamos cuatro años, el momento en el que Neymar llegó a Barcelona en pleno reinado de Leo Messi. “Imposible tener dos jefes en un mismo barco”, graficó Johan Cruyff. Un ranking de la revista estadounidense Sports Pro ubicaba al brasileño con mayor valor comercial que el rosarino. No era sólo que era más joven y también hábil, sino que, especialmente, sonreía y tenía más predisposición a las cámaras que Messi, siempre serio y más reservado, con su mundo íntimo cerrado a las luces del espectáculo. Peor pronto comenzaron a trascender cláusulas secretas del fichaje que desnudaban que Barcelona pagaba a Neymar más dinero que al capitán, que para entonces ya tenía tres Balones de Oro. Messi, como lo definió el fallecido DT de Barcelona, Tito Vilanova, era “el menos dictador” de los número uno. Pero solía ser exigente con sus socios de ataque, como lo habían sufrido David Villa y Alexis Sánchez. La pregunta del millón era qué pasaría el día que Neymar hiciera tres goles en el Camp Nou y los diarios le dedicaran todas sus portadas. ¿Cómo reaccionaría percibiendo que Barcelona saludaba a un nuevo rey?

El rumor era claro: Nike, patrocinador de Barcelona, había ayudado al arribo de Neymar. Acaso estaba cansada de ver a Barcelona victorioso y de que su jugador-bandera fuera siempre Messi, hombre de Adidas. Más aún, si el club catalán quería construir un nuevo estadio precisaba mucho dinero. ¿No había llegado acaso el tiempo, ahora que llegaba el nuevo rey Neymar, de pensar en vender a un Messi todavía bañado en oro antes de que comenzara a caer su valor de mercado? Cuatro años después, la historia es otra. Messi mantiene su reinado indiscutido y quien decidió irse, por cuenta propia fue Neymar. Y, lejos de lo que muchos especulaban, se fue después de formar la mejor sociedad argentino-brasileña en la historia del fútbol. Y de haber sumado al uruguayo Luis Suárez para integrar el trío sudamericano más poderoso de todos. Acaso la delantera más efectiva que recuerde la pelota mundial.

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Lo más increíble de todo fue que, aún siendo tres superestrellas, la MSN formó un club de amigos. Es cierto que Messi tuvo más afinidad y hasta compartió vacaciones con Suárez, pero porque son algo más grandes, casados y viven con hijos y, por eso, llevan una vida algo más más rutinaria que la de Neymar. Pero, dentro del campo, tango y samba funcionaron siempre bien. Neymar, además, asumió desde el inicio el liderazgo de Messi. Lo admiró siempre, como lo hizo saber después del 4-0 que Barcelona de Pep Guardiola propinó al Santos de Neymar en la final del Mundial de Clubes de 2011. Hay un detalle más que, acaso pocos recuerden hoy, y que refleja aún de modo más notable la admiración que Neymar sentía hacia Messi. Sucedió en pleno Mundial de 2014. Brasil acababa de sufrir acaso la peor humillación de su historia: 7-1 contra Alemania y en su propia casa. “Brasil, decime qué se siente”, cantaban las 24 horas los hinchas argentinos anticipando su fiesta. Quedaba como único consuelo que Alemania ganara la final para que Argentina no celebrara en el Maracaná. En ese contexto, Neymar, que había estado ausente por lesión en el 7-1, no tuvo reparos en aclarar que él apoyaría a Argentina. Porque él, aclaró, era “Messi FC”. Lo de Ney no era pura pose catalana. Era en serio.

La MSN fue mortal: 110 partidos con los tres juntos en cancha; 8.896 minutos; 84 victorias; 76 % de efectividad; 228 goles, uno cada 39 minutos. Y 124 asistencias entre ellos (una cada 72 minutos). Títulos: 2 Ligas, 3 Copas y 2 Supercopas de España, 1 Mundial de Clubes, 1 Champions League, 1 Supercopa de Europa, 1 Bota de Oro, 3 Pichichis y un Balón de Oro. A la eficiencia se sumó, además, la evidente buena “química”, buscándose siempre para compartir cada festejo y sin reprocharse jamás cuando a uno de los tres lo traicionaba su instinto de gol y hacía una de más o disparaba desde posición incómoda. Obligaron inclusive, para bien o para mal, a cambiar el juego de Barcelona. De más elaboración de jugada, como era tradición en Barcelona, se pasó a la verticalidad. A buscar cuanto antes a los tres fenómenos porque ellos tenían la llave del gol.

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Lo que no cambió fue el reinado de Messi. Neymar tuvo su noche de gloria. El 6-1 al PSG en el Camp Nou. Aún así, la foto fue la de Leo “ofreciéndole” su camiseta a los hinchas. Es cierto, PSG apareció ahora con su chequera y desnaturalizando ya de manera brutal lo que será de ahora en más el mercado de trasferencias. La TV, los magnates y los petrodólares han inflado todo. Pero también es cierto que Neymar tiene todo el derecho de querer ser el número uno. Advirtió que, con Leo vigente, eso sería imposible en Barcelona. Y que jamás le haría guerra sucia a su amigo. Deberá revalidar ahora su aspiración en el PSG. En Barcelona lo llamaron “traidor”, “pesetero”, “mercenario” y quemaron sus camisetas. Messi respondió como lo había hecho Ney en el Mundial. En medio de la furia, Leo saludó al “amigo”. Le dijo “te quiero mucho”. “Hermano”, le agradeció Neymar, ovacionado en París. El fútbol, aún en medio de tanto dinero obsceno, se declara agradecido.

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