El largo viaje de Moby Dick

El largo viaje de Moby Dick

Se acerca el bicentenario del nacimiento de Herman Melville y su obra cumbre sigue generando lecturas, interpretaciones y reescrituras, con una intensidad sorprendente, en todo el mundo. Cabe, por lo tanto, repasar los antecedentes, las secuelas y las claves de este clásico indiscutible

23 Julio 2017

Imposible soslayar Moby Dick, de John Huston, de 1956, con Gregory Peck como un Ahab quizá muy joven, pero impecablemente dramático. Huston logró una visión respetuosa y a ratos impactante del texto de Melville, pese a carecer de los efectos especiales que vendrían después. El guionista, un joven Ray Bradbury, trabajando cabeza a cabeza con el director, cumple su parte con eficacia y, mucho más tarde, en 1992, escribiría un texto sobre sus experiencias –por cierto jocosas y bien regadas con alcohol– en Irlanda, donde prepararon el libreto: Sombras verdes, ballena blanca.

Orson Welles, que tuviera un breve rol en la película de Huston como ministro del pequeño templo cuáquero de Nantucket donde se celebra un servicio religioso previo al viaje del Pequod, dirige en 1971 una obra teatral, Moby Dick-Ensayo, cuya filmación se perdió. Otro abordaje de Welles al tema fue una película inconclusa en la que el gran cineasta lee fragmentos de la novela. En 1999, fallecido ya su autor, el Museo del Cine de Munich compiló el material.

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En 1961, un programa infantil de televisión, Rocky and his friends, emite un episodio en el que los personajes buscan a Maybe Dick, the Wailing Whale (“Quizás Dick, la ballena gimiente”), ingeniosa aliteración a tono con la tendencia sesentista de empatizar con el sufriente y desdemonizar a quien fuera indiscutido villano, lo que también sucede en Sally, Song of the Whales, de 1984, sobre la búsqueda que emprende Samson, un blanco, joven macho, para encontrar a Moby Dick, quien, según una leyenda un tanto crística, volverá para salvar a todas las ballenas. Una joven mamá ballena narra a su bebé la historia del naufragio del Pequod, gloriosa epopeya en su mirada. Otra película para el público infantil: Dot and the Whale, de 1986, en la que Dot busca a Moby Dick para que ayude a rescatar una ballena encallada.

En 1978, Paul Stanley dirigiría una nueva versión de Moby Dick, editada en DVD en 2005. Hay una versión francesa, de 2004: Capitaine Achab, dirigida por Philippe Ramos, con Valérie Crunchant y Fredric Bonpart. Otra Moby Dick aparece en 2010, con Barry Boswick como Ahab, capitán de un Pequod de alta tecnología.

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Hay una versión animada, de pintura sobre vidrio, del estudio ruso “Hombre y tiempo”, dirigida por Natalia Orlova, con Rod Steiger como Ahab, hablada en inglés. Premiada en el 5º Festival Abierto Ruso de Cine Animado, está en DVD en la serie World Literary Classics.

El músico estadounidense Bernard Herrman compuso la Cantata Moby Dick para orquesta, con dos tenores, 2 bajos y coro de hombres, sobre libreto de Clark Harrington. En 1940, Sir John Barbirolli dirigió la New York Philarmonic en su estreno en el Carnegie Hall.

Mencionemos también El Capitán y la ballena (2008), del dramaturgo tucumano Carlos Alsina (1958), pieza en un acto que dramatiza a una suerte de lector fanático: el Hombre, entregado a la lectura de Moby Dick, está tan posesionado del texto, que constantemente relee y actúa escenas de la novela, en contraste con la joven que, en busca de refugio en una noche de tormenta, llega a su solitaria vivienda. A ella no le basta la experiencia de segunda mano del Hombre: él vive la aventura leyéndola. Ella, en cambio, busca el mar, como el Ismael de Melville, y no se conforma con la narración del dueño de casa ni con la lectura del libro. Para ella no es un juego de la imaginación, sino un proyecto de vida. Este rol, nos dice Alsina, puede ser interpretado también por un varón: lo que cuenta es su juventud y su propósito, simbolizado en la novela por Ismael.

© LA GACETA

Eugenia Flores de Molinillo - Escritora, ex profesora de Literatura de los EEUU en la UNT.


PERFIL

Herman Melville nació y murió en Nueva York (1819 - 1891). En 1841 trabajó como ballenero y de esa experiencia surgieron sus textos Typee (1846) y Omoo (1847). El más célebre, rechazado previamente, aparecería pocos años más tarde, Moby Dick. En 1856 publica Cuentos del mirador, libro que contiene su cuento más celebrado por la crítica, Bartleby. Israel Potter (1855) y El confidente (1857) fueron las últimas obras que publicó en vida. Otra de sus novelas destacadas, Billy Budd, se publicaría tres décadas después de su muerte. El reconocimiento sería, también, post-mortem.

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