Con cara de espanto

Y sí...La Argentina es así. Tan pendular como especulativa. Tan oscilante, como vertiginosa. Tan volátil, como impredecible. Será por eso que cada uno de nosotros, los habitantes de este gran suelo, tenemos esa cuota de argentinidad que nos hace distinto en el mundo, un caso de estudio político y económico. Y, por imperio de la experiencia, asumimos el doctorado en crisis. Somos el laboratorio del planeta, en el que se estudian las economías de los países desarrollados, de los emergentes, de Japón y el fenómeno argentino, como casos testigos de escenarios económicos con aterrizajes forzosos y con despegues cíclicos.

La economía argentina se acostumbró a tener cara de espanto, como la que hoy muestran los analistas financieros, los brokers o agentes de bolsa, los empresarios, los inversores (mayoristas y minoristas, especulativos y cautelosos) y hasta los funcionarios, que deben salir a dar explicaciones sobre los alcances de tal o cual medida de corte financiero. Claro que lo que sucede en las alturas de la macroeconomía impacta en las decisiones micro, es decir, aquellas conductas que tienen los consumidores a la hora de afrontar los gastos diarios, con el mismo sueldo, y mirando con desconfianza los precios, por ese fantasma llamado inflación. En el medio de todo esto se cuela el dólar, que ayer estuvo tan histérico como el trabajador que intenta sobrevivir al estrés. El dólar se recalentó en pleno invierno. Y le bajó la fiebre en el mismo día.

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El martes, el Banco Central renovó parcialmente el stock de Letras Lebac, con una suba de la tasa al 26,5%. Al día siguiente, apenas arrancó la jornada financiera, el dólar trepó a su máximo histórico, de $ 17,45 para la venta al público porque la cuestión impositiva les ponía más ruido a los movimientos financieros. La cobertura del mercado fue automática; dolarizó las carteras (no hay restricciones para la entrada y salida de divisas) y se apreció la divisa estadounidense hasta que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, tuvo que aplacar los ánimos, anunciando que se iba a rever la medida. Así, el billete se contrajo a $ 17,15. Fue la hora del espanto. Más allá de esos vaivenes, los grandes jugadores del mercado mantuvieron sus posiciones y siguen apostando al “contado con liqui” como una manera de obtener una rentabilidad respetable, haciéndose de los dólares en la Bolsa.

Mientras tanto, los minoristas tendrán que seguir mirando las pizarras, con las oscilaciones naturales que tiene el dólar para preservar el valor de sus ahorros. No hay peligro alguno si la divisa estadounidense se mantiene en la zona de los $ 18 hasta fines de año, tal como lo estimó el Gobierno nacional en el Presupuesto de este año. Las Lebac, tan de moda en estos tiempos, son instrumentos que dejan buenos dividendos a partir de las tasas convalidadas por el Banco Central. Pero también revelan el humor del mercado. Al observar los montos adjudicados por la autoridad monetaria nacional, puede inferirse que los inversores han asumido una conducta más que cautelosa. De hecho, del total del monto ofrecido, alrededor de $ 530.000 millones, el 95% de lo adjudicado se concentra en vencimientos previos a las elecciones parlamentarias del 22 de octubre. Las cifras hablan por sí solas: al mercado no le gustan las sorpresas y necesitan certezas para saber cómo se invertirá en los dos años posteriores, es decir, hasta el final de mandato del presidente Mauricio Macri. O si habrá cambio de estrategias. Eso es algo que ya había sido planteado por JP Morgan cuando difirió hasta el año que viene la posibilidad de mejorar la nota a la Argentina.

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Así se mueven los actores económicos. Los que tienen márgenes dolarizan sus portafolios. También apostaron a las Lebac, por la tentadora tasa ofrecida por el Central. Y diversifican sus inversiones con los títulos que cotizan en el exterior. Entre los ahorristas, hay quienes acudieron a algún agente bursátil para operar con Letras, con capitales de entre $ 10.000 y $ 20.000. En esos montos, sí se aseguran cierta ganancia, más que un plazo fijo. Un 50% de la población, a su vez, trata de llegar a fines de mes estirando el salario como chicle y otro 30% de los habitantes están condenados a la pobreza. Por eso somos un caso de estudio en el mundo, porque pensamos en el dólar mientras hay necesidades básicas aún insatisfechas.

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