La contaminación invisible necesita un freno

La “Semana del sonido 2017” se desarrollará hasta mañana en la Facultad de Arquitectura de la UNT. Por medio de charlas, demostraciones, música, videos, juegos interactivos y un amplio despliegue visual, se procura crear conciencia acerca de los daños que provoca la polución acústica.

UN MURO DISTINTO. Sirve para medir la intensidad de los distintos sonidos. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI.- UN MURO DISTINTO. Sirve para medir la intensidad de los distintos sonidos. LA GACETA / FOTOS DE ANTONIO FERRONI.-
26 Abril 2017

El patio central de la Facultad de Arquitectura bulle de color y actividad. En uno de los cuatro ángulos, bajo un manto de banderas de colores, Mariana Caro toca la gaita. Es la señal: han comenzado el “Día de concienciación sobre el ruido” y la “Semana del sonido 2017”.

“A diferencia de los ojos, el oído no puede cerrarse -comenta poco después la arquitecta Beatriz Garzón-; y lo que nos llega por él puede ser hermoso, pero también puede ser una tortura”.

Desde hace tres años Garzón dicta en la Facultad de Arquitectura de la UNT una materia electiva, llamada “Sonido y hábitat”; desde esa base se han organizado estos eventos. Así, hasta mañana, entre las 9 y las 10.30, para todo público habrá breves charlas, videos preparados por los alumnos, música en vivo, experimentos sonoros... Todo pensado para que reflexionemos sobre los daños que causa la contaminación auditiva.

Lo aprendido y constatado

Las actividades realizadas por Garzón, su equipo (los arquitectos Elisa Soldati y Leonardo Paterlini) y sus estudiantes desnudan con pelos y señales lo que ella describe como “la contaminación invisible”. “Nos hemos acostumbrado a aceptar situaciones de ruido que no son sanas, y tenemos derecho a que eso no ocurra”, asegura e insta a: “hacer de la ciudad, entre todos, un lugar menos ruidoso”.



Antes de presentar los resultados del trabajo en unos videos, y como para marcar el contraste sonido/ruido, más música: “Durazno sangrante”, de Luis Alberto Spinetta, y “El cóndor pasa” (que en realidad es un fragmento de una zarzuela peruana) de Daniel Alomía Robles, a cargo de un trío de violín, ukelele y bombo, uno de cuyos integrantes, José Luis Filgueira (que también prestó su voz) es estudiante de la FAU.

A su alrededor se despliegan casi dos decenas de pósters que resumen los resultados de las muchas investigaciones realizadas en espacios muy variados: desde el auditorio del Colegio de Abogados hasta esquinas clave de San Miguel de Tucumán y Yerba Buena, pasando por viviendas y aulas de escuelas.

“Nuestras experiencias nos han mostrado hasta qué punto tenemos ‘naturalizado’ el ruido; la gente va al centro a trabajar y vuelve de mal humor, sin saber por qué. Y es que un paisaje sonoro poco amable puede causar estrés y enfermedades, como gástricas y cardíacas”, cuenta Natalia Cerasuolo, que cursó la electiva hace tres años y se enamoró del tema. Aún no se recibió, pero ya ha ganado dos becas de investigación. “El proyecto buscó medir la contaminación sonora en los bares; hicimos mediciones y entrevistas, e incluso elegimos un bar para proponer un rediseño que contemplara el ambiente sonoro; a ellos no les interesó llevarlo adelante, pero nosotros aprendimos un montón”, cuenta.

Publicidad



Como ella, más de 20 alumnos de la electiva trabajan con el equipo docente en esta campaña para generar conciencia. “Queremos que los propios ciudadanos se conviertan en custodios de la salud ambiental -dice Garzón-. El ruido es una forma de contaminación, pero no suele prestársele suficiente atención, seguramente porque no es tan notoria como la del aire o el agua. Sin embargo, sus consecuencias sobre las personas y el ambiente son acumulativas, y los daños pueden llegar a ser irreparables”.

> Lo tolerable y lo nocivo

50 decibles (db) - es la intensidad máxima deseable de sonido durante el día, según la OMS (30 db para la noche).

65 db - es el umbral del sonido: por encima de esa intensidad se considera ruido.

80 dB - son causa de trauma acústico

95 db - midieron en San Miguel de Tucumán

100 dB - o más provoca deficiencia auditiva


¿qué es? ¿cómo se mide?
También llamada contaminación sonora, puede definirse como el incremento significativo de los niveles acústicos del medio, y es una consecuencia directa no deseada de muchas de las actividades humanas: transporte, industrias, construcciones, etc. También se sufre en ambientes no preparados para albergar muchas personas que hablen al mismo tiempo, como bares, aulas, oficinas. Se mide por medio de un aparato llamado sonómetro y la unidad de medida son los decibeles. Se considera que el decibel 0 coincide con el umbral de audición (lo mínimo que podemos escuchar). Entre 50 y 60 decibeles se perciben en una aglomeración de gente o al oír funcionar el lavaplatos; una perforadora eléctrica produce 100 y la pirotecnia o el motor de un avión, 120. De 142,2 db fue el récord Guiness de ruido en un estadio, en 2014. Las bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki superaron los 200.
 
legislación vigente 
ordenanza municipal 288/78 y otras normasEn el ámbito municipal rige la Ordenanza 288/78 (actualizada en 2010). “Queda prohibido dentro de los límites del municipio de San Miguel de Tucumán causar, producir o estimular cualquier clase de ruidos o sonidos innecesarios, molestos o excesivos, procedentes tanto de fuentes fijas como móviles que (...) afecten o sean capaces de afectar la tranquilidad de las personas o al medio ambiente...”, establece el artículo 1. Por su parte, la ley provincial 6253 regula “el racional funcionamiento de los ecosistemas humanos -urbano y agropecuario- y natural; la utilización racional de los recursos naturales, materiales y energéticos, renovables y no renovables, el paisaje, el patrimonio histórico y cultural, y las funciones sensoriales: visuales y auditivas; y la regulación, el control o la prohibición de toda actividad que pueda perjudicar o perjudique alguno de los bienes protegidos por esta ley, en el corto, mediano y largo plazo”.

> Contaminación acústica 
¿qué es? ¿cómo se mide?

Publicidad

 También llamada contaminación sonora, puede definirse como el incremento significativo de los niveles acústicos del medio, y es una consecuencia directa no deseada de muchas de las actividades humanas: transporte, industrias, construcciones, etc. También se sufre en ambientes no preparados para albergar muchas personas que hablen al mismo tiempo, como bares, aulas, oficinas. Se mide por medio de un aparato llamado sonómetro y la unidad de medida son los decibeles. Se considera que el decibel 0 coincide con el umbral de audición (lo mínimo que podemos escuchar). Entre 50 y 60 decibeles se perciben en una aglomeración de gente o al oír funcionar el lavaplatos; una perforadora eléctrica produce 100 y la pirotecnia o el motor de un avión, 120. De 142,2 db fue el récord Guiness de ruido en un estadio, en 2014. Las bombas atómicas como las de Hiroshima y Nagasaki superaron los 200.

> Legislación vigente 
Ordenanza municipal 288/78 y otras normas

 En el ámbito municipal rige la Ordenanza 288/78 (actualizada en 2010). “Queda prohibido dentro de los límites del municipio de San Miguel de Tucumán causar, producir o estimular cualquier clase de ruidos o sonidos innecesarios, molestos o excesivos, procedentes tanto de fuentes fijas como móviles que (...) afecten o sean capaces de afectar la tranquilidad de las personas o al medio ambiente...”, establece el artículo 1. Por su parte, la ley provincial 6253 regula “el racional funcionamiento de los ecosistemas humanos -urbano y agropecuario- y natural; la utilización racional de los recursos naturales, materiales y energéticos, renovables y no renovables, el paisaje, el patrimonio histórico y cultural, y las funciones sensoriales: visuales y auditivas; y la regulación, el control o la prohibición de toda actividad que pueda perjudicar o perjudique alguno de los bienes protegidos por esta ley, en el corto, mediano y largo plazo”.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios