La lección de Tony Blair para Trump

“BREXIT” Y TRUMPISMO. Blair pide que Gran Bretaña se quede en la UE.  reuters (archivo) “BREXIT” Y TRUMPISMO. Blair pide que Gran Bretaña se quede en la UE. reuters (archivo)
04 Marzo 2017

Thomas L. Friedman - The New York Times

Qué mal que los demócratas no reclutaran a un extranjero para responder el discurso que pronunció el presidente Donald Trump ante el Congreso. Pudieron solo haber repetido el discurso que dio Tony Blair, el ex primer ministro británico, 11 días antes.

Fue un apasionado llamado a su país para rechazar su versión del trumpismo. Blair dijo que el Reino Unido debe reconsiderar al “brexit”, el estrecho margen con el que se ganó la votación de abandonar a la Unión Europea en el 2016.

Es un discurso que vale la pena leer porque son profundos los paralelismos entre el “brexit” y el trumpismo. En su núcleo, ambos buscan minar a los grandes sistemas que han estabilizado al mundo y propagado la la prosperidad, la seguridad, el Estado de derecho, la democracia y la apertura después de dos guerras mundiales: la Unión Europea, el sistema mundial de comercio, el TLCAN, la OTAN, las Naciones Unidas y la propuesta del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica.

El “brexit” y el trumpismo arguyen que abandonar o disminuir todo eso a favor de un nacionalismo económico hará – supuestamente sin sufrimiento –que les vaya mejor a Gran Bretaña y Estados Unidos.

Jugar con estos grandes sistemas es peligroso, no porque no necesiten mejoras – sí las necesitan -, sino porque muchas de las recetas – solo levantemos un muro o salgámonos – solo harán que las cosas sean mucho peores para muchas más personas. Los críticos son muy buenos para señalar las fallas de estos sistemas, pero siempre se les olvida mencionar a las cientos de millones de personas a las que sacaron de la pobreza y los extraordinarios 70 años de paz que mantuvieron desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

En su lugar, los brexistas y trumpistas quieren regresarnos a un mundo de nacionalismos de todos para sí mismos, que ayudó a fomentar dos guerras mundiales. Hablan de liderar grandes “movimientos”. Su promesa es “destrozar no arreglar”. Como notó Blair: “La característica incontrovertible de la política hoy es su propensión a la revuelta”.

Es una tontería peligrosa. En la época de la guerra fría, el mundo estaba unido por estas instituciones, así como por el miedo y la disciplina de dos superpotencias. En la posguerra fría, el mundo estaba unido por estos grandes sistemas mundiales y un hegemón estadounidense. Ahora estamos en el mundo pos posguerra fría, cuando el liderazgo de Estados Unidos y el pegamento de estos grandes sistemas mundiales son más necesarios que nunca; porque las aceleraciones simultáneas en la tecnología, la globalización y el cambio climático están debilitando a los Estado en todas partes, engendrando pueblos superempoderados y enojados, y creando vasta zonas de desorden.

Si en este momento optamos por disminuir el liderazgo mundial de Estados Unidos y a estos grandes sistema estabilizadores – y solo ponemos a Estados Unidos primero, provocando, así, a todos los demás países a que pongan primero su propio nacionalismo económico – estaremos cometiendo el error más grave que posiblemente podamos cometer.

Esa fue una gran parte del discurso de Blair. El no es popular en el Reino Unido – pero eso es precisamente lo que lo liberó para decir lo que muchos en la política británica saben que es cierto, pero no lo dicen: el “brexit” fue una idea estúpida, basada en una vieja fantasía política de una minoría de conservadores; se promovió con datos falsos y seguir con ella hasta el final hará que Gran Bretaña sea más pobre y más débil, y se aísle más, y que Europa sea más inestable.

“La libra británica bajó alrededor de 12 por ciento contra el euro y 20 por ciento contra el dólar desde el referendo del ‘brexit’”, notó. “Se trata de la evaluación de nuestra prosperidad futura que hizo el mercado financiero internacional: vamos a ser más pobres. Subió el precio de los bienes importados en los supermercados y, por tanto, el costo de la vida”.

La forma en la que Blair describió el compromiso de la primera ministra Theresa May para ejecutar el “brexit” – sin importar qué – sonó justo como el apoyo de los dirigentes del Partido Republicano a las ideas de Trump, después de que las habían denunciado como completamente lunáticas durante la campaña presidencial. Hoy, aparentemente, se trata de una “oportunidad para la grandeza que se da una vez en una generación”.

Blair agregó: “May dice que quiere que Gran Bretaña sea un país grande, abierto al comercio. ¿Nuestro primer paso en este esfuerzo? Abandonar el bloque de libre comercio más grande del mundo. Quiere que Gran Bretaña sea un puente entre la Unión Europea y Estados Unidos. ¿No tener ningún punto de apoyo en Europa es realmente la forma de hacerlo?

Se nos ha dicho que ya era hora de que nuestro capitalismo se hiciera más justo. ¿Cómo empezamos a poner los cimientos para tan noble causa? Amenazando a Europa con hacernos hacia una economía de bajos impuestos y poco regulada, que es la mismísima antítesis de esa causa”.

“¿Y qué dirán los futuros historiadores sobre todos esos inmigrantes que llegaron al Reino Unido y fueron la razón clave para el voto a favor del ‘brexit’?”, preguntó Blair. “Que los inmigrantes eran personas terribles que amenazaron a la estabilidad del país? No, averiguarán que, en su conjunto, los inmigrantes se comportaban bien, trabajaban duro, pagaban impuestos y eran un beneficio económico neto para el país”.

Blair recordó otros argumentos falaces que usaron los defensores del “brexit” y que ya se evaporaron, como las nociones de que salirse de la Unión Europea le ahorraría a Gran Bretaña 440 millones de dólares a la semana para sus servicio nacional de atención de la salud y que existía un peligro – explotado más efectivamente en un cartel que inducía al temor – que los refugiados sirios abrumarían al Reino Unido. Sin embargo, no hubo una avalancha de refugiados sirios.

“Nada de esto”, concluye Blair, “ignorar los retos que cebaron el enojo para el voto por el ‘brexit’: quienes se rezagaron por la globalización; las consecuencias de la crisis financiera; los ingresos estancados para algunas familias, y las presiones planteadas por los grandes incrementos en la migración, lo que hace que gente perfectamente razonable esté ansiosa y luego sienta que no la escuchan en su ansiedad”. Eso es cierto también en Estados Unidos. Trump no está equivocado en todo. Sí necesitamos arreglar nuestra relación comercial con China, la cual se ha aprovechado de parte de nuestra apertura. Los miembros de la OTAN deberían pagar su parte justa por estar en la alianza. Sí necesitamos reconstruir nuestra infraestructura y aprobar una desregulación sensata.

Es lo que Trump cree – pero que probablemente está equivocado – lo que a mí me asusta.

Como que las importaciones de México y China – no los robots, ni los programas informáticos y la automatización – son las grandes culpables de llevarse los empleos de la clase media; que nos estamos saturando con los inmigrantes de México, cuando que hoy, la inmigración de ese país es, realmente, nula (la mayoría de los inmigrantes están llegando de Estados fallidos en América Central, y México, la segunda fuente más grande de turistas que gastan dinero en nuestro país, juega un papel clave para detenerlos); que el cambio climático es una estafa y que deberíamos reducir las reglas sobre emisiones de las plantas de electricidad a base de carbón para restablecer los empleos carboníferos e ignorar las implicaciones de largo plazo para las salud y el impacto en los empleos en energía limpia, mejor remunerados; que la clave para restablecer los empleos de la clase media no es invirtiendo en las personas, la atención de la salud, la infraestructura y el aprendizaje durante toda la vida, sino, más bien, imponiendo un impuesto fronterizo. Y que la Unión Europea, la OTAN, el Acuerdo Transpacífico y el TLCAN son solo pilares obsoletos de un “Estado administrativo” mundial y opresivo al que se necesita desmontar, en lugar de los pilares de un orden democrático liberal con el que se han globalizado nuestros valores, nuestras normas y nuestros estándares, para nuestro gran beneficio.

Como dijo Blair sobre la Unión Europea: “En el largo plazo, ésta es, esencialmente, una alianza de valores: libertad, democracia y Estado de derecho. ¿A medida que cambia el mundo y trasciende las frontera de culturas y países, ¿qué valores regirán en el siglo XXI? Hoy, por primera vez en mi vida adulta, no está claro que la resolución de esta interrogante será benigna. Gran Bretaña, debido a su historia, alianzas y carácter, tiene un papel único que jugar en asegurar que sí lo sea”.

Lo mismo con Estados Unidos. Sin embargo, la difusión de esos valores no anima a Trump. Para él, el mundo es un mercado inmobiliario en el que se gana y se pierde. En el corto plazo, es posible que acumule algunas victorias. Sin embargo, Estados Unidos se hizo tan próspero y seguro como es ahora por construir un mundo a nuestra imagen; no solo un mundo en el que somos los únicos ganadores.

Publicidad
Comentarios