Un tango brota en los surcos de un disco de 78 revoluciones por minuto. La orquesta típica de Francisco Lomuto pinta la tarde con ese “Recuerdo”, de Osvaldo Pugliese, en Matienzo al 1.600. Pilas de casetes y elepés presiden la mesa, los estantes, los placares. La vida en dos por cuatro lo rodea desde cuando, en sus mocedades, comenzó a coleccionar discos de tango. “Mi afición viene desde chico, el tango era lo que más se difundía en las emisoras. Mi papá no era afecto a escuchar música, pero cantaba siempre ‘en un viejo almacén del Paseo Colón…’, cuando venía medio tomado. También me gustaba el jazz y el bolero, pero el tango es un canto a la vida. Aparece el que es desgraciado, el enamorado, todo tipo de temas. Para mí Carlos Gardel está fuera de carrera, lo más grande porque nadie cantó como él. Todas las emisoras difunden canciones de sus cinco o seis películas, pero yo tengo la colección completa”, dice Domingo Rafael Deleo, nacido el 6 de agosto de 1936 en el barrio Ciudadela, frente al Mercado de Abasto, kinesiólogo retirado del club de los “cirujas”.
- ¿En su juventud, practicaba boxeo como su hermano?
- Somos de familia de boxeadores, hice 18 o 19 peleas y anduve bien, era medio mediano liviano de 63 kilos. De chico vendí lotería, nunca trabajé con patrones… En el Mercado de Abasto, los dueños de los puestos mayoristas en aquella época eran analfabetos, sólo sabían contar, y me decía: “estos tipos no han ido a la escuela y la guita que han hecho, yo no haré la guita de ellos pero voy a vivir comercialmente, voy a vender cualquier cosa”. También vendí LA GACETA. Mi padre era empacador de fruta y trabajaba en el Abasto.
- Habrá escuchado muchas orquestas y cantores en los bailes…
- Los sábados siempre había bailes en el solar de los deportes del club San Martín, que era un lugar grande, ingresaban 7.000 u 8.000 personas para carnaval. A la primera que escuché fue a la Ñata Gaucha (Azucena Maizani), ya vino un poco grande. Juan D’Arienzo actuaba siempre en el Parque de Grandes Espectáculos, en el parque 9 de Julio… Casi en todos los bailes las chicas iban con sus madres, ahora van solas. En Tucumán estaba la orquesta de Luis D’Ángelo. a quien escuché y traté. Bailaba tango lo normal, un 50%; tampoco me interesaba aprender sólo para bailar con un amiga, una novia o mi esposa, estaba bien. Lo escuché a Julio de Caro, a los 14 años cuando yo era cadete. En el Parque de Grandes Espectáculos, como yo era muy correcto, me colaba y me sentaba cerca del escenario y los veía de cerca a todos. Yo era muy amigo de Domingo Scapola y de su hermano Francisco que llegó muy arriba, se fue a México…
- ¿Cómo surge la inclinación por coleccionar discos de tango?
- Un muchacho me encargó que le comprara dos discos, y compré uno para mí, debe haber sido “La cumparsita”. Solía comprar los discos en la casa Grignola, estamos hablando de los años 50: me hacía amigo de los vendedores y les pedía discos, me los prestaban, los grababa, los devolvía y después compraba otros. Me gustaban mucho D’Arienzo, Osvaldo Fresedo… pero todos hicieron su aporte. Tengo grabaciones de Juan Maglio, “Pacho” (muestra los discos de pasta del bandoneonista con “El cachafaz” y “El apache argentino”). Mi joya principal es la grabación de “Recuerdo”. Resulta que tiempo después, Me encuentro en la disquería con Pirulo Fernández, a quien no conocía hasta ese momento. Él estaba buscando “Puente Alsina” por un cantor conocido y no estaba. Entonces le dije que yo lo tenía. Fue a mi casa con su equipo de grabación, nos hicimos amigos y compartimos el material que teníamos. Luego comenzamos a conocer a otros coleccionistas; casi todo lo que yo tengo es por cambalache, intercambiábamos material. Tengo unos 12.000 discos.
- ¿Quedan coleccionistas de tango?
- Sí un muchacho que vive en la Buenos Aires y Alsina, el Ñato Romero. Los otros se han ido muriendo.
- ¿A qué famosos conoció y trató personalmente?
- A Aníbal Troilo en “Caño 14”, me lo presentó Rinaldo Martino, destacado jugador de fútbol de Central Córdoba de Rosario, que era el gerente. Antes de que actuaran me hizo compartir la mesa con Pichuco y sus músicos, como el Colorado Baffa. También conocí ahí a Rubén Juárez, muy jovencito. A Edmundo Rivero lo vi en El Viejo Almacén: yo estaba en la barra, él hablaba con una gente en una mesa cercana, se acercó y lo saludé Le dije que era de Tucumán, de donde él tenía buenos recuerdos. “Estamos perdiendo los tangueros, porque viene un pibe que mete bulla con una batería y grita como perro y eso vende mucho; nos van sacando de a poco”, me dijo. Contó que había grabado “Pucherito de gallina con viejo vino carlón…”, me causó gracia cómo iba a grabar un tango con ese título. Resulta que un día, escuchando LV7, anunciaron ese tema y había sido un flor de tango.