Uno de los terrenos más complejos en el arte es el de la competencia. El amor al trabajo propio, el esfuerzo volcado en cada creación, los egos a flor de piel y el amplio espectro de criterios que entran en juego a la hora de evaluar una obra, hacen que los concursos sean frecuentes espacios donde aparece lo peor de cada artista y se rompen amistades de mucho tiempo.
Todos los años, el mundo del teatro tucumano espera ansioso la entrega de los premios Artea (Arte Teatral, otorgados por la delegación local de la Asociación Argentina de Actores) y la Fiesta Provincial de Teatro organizada por el Instituto Nacional de Teatro (INT), que casi siempre se realizan como cierre de la temporada. Para los ganadores todo es alegría, aunque la conquista sea diferente. Los Artea conllevan una fuerte carga simbólica expresada en una estatuilla; la Fiesta, en cambio, ofrece la posibilidad de representar a la provincia en encuentros nacionales o regionales y en giras, lo que significa entrar en el circuito de intercambios, conocer otros teatristas y potenciar económicamente (aunque sea con poco dinero) al grupo.
En esta oportunidad, a diferencia de otras Fiestas, todo transcurrió con normalidad y aceptación general de los resultados, sin dictámenes impugnados, malestares varios, críticas o denuncias por las redes sociales. Por el contrario, hubo reconocimiento y satisfacción por el veredicto del jurado, con la característica especial de mucha coincidencia en varios premios con los otorgados previamente en los Artea. Para pasar en limpio, el vencedor de los Artea otorgados el 26 de noviembre lo fue también el miércoles pasado, en la Fiesta. Los jueces tucumanos y nacionales coincidieron. Se trata de “Un tonto en una caja”, que fue distinguida como la mejor obra del año por Actores y representará a la provincia en Mendoza, durante el encuentro anual de teatristas de todo el país que realiza el INT. Su protagonista, Gabriel Carreras, fue reconocido en una y en otra competencia, algo poco frecuente. Sus compañeros de elenco también recibieron elogios, tanto en uno como en otro certamen. El otro elenco escogido para Mendoza es “Amar amando (o los ojos de la mosca)”, cuyo director, César Romero, mereció felicitaciones del jurado en la reciente premiación.
En los hechos, el gran ganador fue el teatro producido de comienzo a fin en Tucumán. Las dos obras son de autores locales: “Un tonto...” fue escrita y dirigida por Martín Giner, radicado en la provincia desde hace décadas; y Romero hizo lo propio con “Amar amando...”, sobre la base de una creación colectiva. Ambos ya habían cosechado el Artea por su producción autoral. Los dos trabajan con ideas que giran alrededor del poder, su uso indiscriminado, la fractura social y los juegos de opresión. En ese contexto, se puede mencionar a su teatro como político en un sentido alejado de la estética del distanciamiento de Bertolt Brecht o de las ideas iniciáticas de Edwin Piscator (ni qué hablar del teatro de barricada y de resistencia), y más cercanas a la era del fin de las utopías.
Romero trabaja desde el involucramiento personal crítico y cuestionador de los parámetros y modelos dominantes, con fuertes dosis dramáticas en sus puestas; Giner, por su parte, lo hace más desde el afuera, como quien describe lo que le pasa a los otros, apuntalado en un humor efectivo y eficiente y una puesta preciosista que incluye (habitual en sus textos) una vuelta de tuerca final, con la cual justifica todo lo que dijo y mostró antes. El primero fuerza la incomodidad y la reacción del espectador; el otro, la risa y el ingenio de la sorpresa en el giro último de la historia.
“Amar amando...” es un producto nacido de las entrañas del teatro independiente, con circulación en salas fuera del microcentro. “Un tonto...” se vio en el Centro Cultural Virla, lo que le da un entorno físico institucionalizado.
Suplentes con mérito
En la misma línea de las dos seleccionadas, el listado de los suplentes a la Fiesta Nacional en suelo cuyano está integrado casi totalmente por trabajos de la dramaturgia local. “Amiaire”, elegida como la primera alternativa, es otra creación colectiva, coordinada por Patricia García, docente de la Licenciatura de Teatro de la Facultad de Artes de la UNT y miembro de la camada original que le dio vida a esa carrera hace ya 32 años. No es casual, sino que ese lugar fue la cantera principal de donde se renovó el teatro local y el motor clave para que los estrenos se mantengan entre las 40 y 50 obras por año, aunque golpee la crisis.
Le siguen en la lista de opciones para Mendoza “Mucamas: variaciones sobre el orden y la limpieza”, también elaborado por el elenco que la protagoniza a partir de experiencias propias de los actores; “Hilos de azúcar”, comedia musical para toda la familia que se vio en horario del teatro infantil durante la temporada, escrita por la tucumana Romina Ponce (además la dirigió); “Terapia”, reposición de otra obra de Giner, con Raúl Bigote Aguirre como director debutante; y “Potranca”, que ya lleva dos años en cartel, con la autoría del teatrista local César Domínguez (la labor de su protagonista, Jéssica Carrizo, fue reconocida tanto en los Artea como en la Fiesta).
El último suplente (en el octavo lugar en la grilla definida por los jueces nacionales Ana Seoane, Luciano Delprato y Carlos Werlen) es la única obra de la lista que no fue escrita por un tucumano. Se trata de “Tierra del Fuego”, del dramaturgo porteño Mario Diament, radicado desde hace años en La Florida (EEUU), desde donde ejerce el periodismo.
Estas definiciones arrojan como primer intento de conclusión que la búsqueda de un teatro tucumano está viva y activa. Cada vez son más las obras que tienen una construcción local aunque hablen del mundo, porque ninguna de las elegidas se inscribe dentro del llamado teatro antropológico, ni describe sociedades que sólo se encuentran en Tucumán. Por el contrario, la mirada parte de lo cercano pero para abarcar lo máximo posible. Quizás ese sea el único camino.
Todos los años, el mundo del teatro tucumano espera ansioso la entrega de los premios Artea (Arte Teatral, otorgados por la delegación local de la Asociación Argentina de Actores) y la Fiesta Provincial de Teatro organizada por el Instituto Nacional de Teatro (INT), que casi siempre se realizan como cierre de la temporada. Para los ganadores todo es alegría, aunque la conquista sea diferente. Los Artea conllevan una fuerte carga simbólica expresada en una estatuilla; la Fiesta, en cambio, ofrece la posibilidad de representar a la provincia en encuentros nacionales o regionales y en giras, lo que significa entrar en el circuito de intercambios, conocer otros teatristas y potenciar económicamente (aunque sea con poco dinero) al grupo.
En esta oportunidad, a diferencia de otras Fiestas, todo transcurrió con normalidad y aceptación general de los resultados, sin dictámenes impugnados, malestares varios, críticas o denuncias por las redes sociales. Por el contrario, hubo reconocimiento y satisfacción por el veredicto del jurado, con la característica especial de mucha coincidencia en varios premios con los otorgados previamente en los Artea. Para pasar en limpio, el vencedor de los Artea otorgados el 26 de noviembre lo fue también el miércoles pasado, en la Fiesta. Los jueces tucumanos y nacionales coincidieron. Se trata de “Un tonto en una caja”, que fue distinguida como la mejor obra del año por Actores y representará a la provincia en Mendoza, durante el encuentro anual de teatristas de todo el país que realiza el INT. Su protagonista, Gabriel Carreras, fue reconocido en una y en otra competencia, algo poco frecuente. Sus compañeros de elenco también recibieron elogios, tanto en uno como en otro certamen. El otro elenco escogido para Mendoza es “Amar amando (o los ojos de la mosca)”, cuyo director, César Romero, mereció felicitaciones del jurado en la reciente premiación.
En los hechos, el gran ganador fue el teatro producido de comienzo a fin en Tucumán. Las dos obras son de autores locales: “Un tonto...” fue escrita y dirigida por Martín Giner, radicado en la provincia desde hace décadas; y Romero hizo lo propio con “Amar amando...”, sobre la base de una creación colectiva. Ambos ya habían cosechado el Artea por su producción autoral. Los dos trabajan con ideas que giran alrededor del poder, su uso indiscriminado, la fractura social y los juegos de opresión. En ese contexto, se puede mencionar a su teatro como político en un sentido alejado de la estética del distanciamiento de Bertolt Brecht o de las ideas iniciáticas de Edwin Piscator (ni qué hablar del teatro de barricada y de resistencia), y más cercanas a la era del fin de las utopías.
Romero trabaja desde el involucramiento personal crítico y cuestionador de los parámetros y modelos dominantes, con fuertes dosis dramáticas en sus puestas; Giner, por su parte, lo hace más desde el afuera, como quien describe lo que le pasa a los otros, apuntalado en un humor efectivo y eficiente y una puesta preciosista que incluye (habitual en sus textos) una vuelta de tuerca final, con la cual justifica todo lo que dijo y mostró antes. El primero fuerza la incomodidad y la reacción del espectador; el otro, la risa y el ingenio de la sorpresa en el giro último de la historia.
“Amar amando...” es un producto nacido de las entrañas del teatro independiente, con circulación en salas fuera del microcentro. “Un tonto...” se vio en el Centro Cultural Virla, lo que le da un entorno físico institucionalizado.
Suplentes con mérito
En la misma línea de las dos seleccionadas, el listado de los suplentes a la Fiesta Nacional en suelo cuyano está integrado casi totalmente por trabajos de la dramaturgia local. “Amiaire”, elegida como la primera alternativa, es otra creación colectiva, coordinada por Patricia García, docente de la Licenciatura de Teatro de la Facultad de Artes de la UNT y miembro de la camada original que le dio vida a esa carrera hace ya 32 años. No es casual, sino que ese lugar fue la cantera principal de donde se renovó el teatro local y el motor clave para que los estrenos se mantengan entre las 40 y 50 obras por año, aunque golpee la crisis.
Le siguen en la lista de opciones para Mendoza “Mucamas: variaciones sobre el orden y la limpieza”, también elaborado por el elenco que la protagoniza a partir de experiencias propias de los actores; “Hilos de azúcar”, comedia musical para toda la familia que se vio en horario del teatro infantil durante la temporada, escrita por la tucumana Romina Ponce (además la dirigió); “Terapia”, reposición de otra obra de Giner, con Raúl Bigote Aguirre como director debutante; y “Potranca”, que ya lleva dos años en cartel, con la autoría del teatrista local César Domínguez (la labor de su protagonista, Jéssica Carrizo, fue reconocida tanto en los Artea como en la Fiesta).
El último suplente (en el octavo lugar en la grilla definida por los jueces nacionales Ana Seoane, Luciano Delprato y Carlos Werlen) es la única obra de la lista que no fue escrita por un tucumano. Se trata de “Tierra del Fuego”, del dramaturgo porteño Mario Diament, radicado desde hace años en La Florida (EEUU), desde donde ejerce el periodismo.
Estas definiciones arrojan como primer intento de conclusión que la búsqueda de un teatro tucumano está viva y activa. Cada vez son más las obras que tienen una construcción local aunque hablen del mundo, porque ninguna de las elegidas se inscribe dentro del llamado teatro antropológico, ni describe sociedades que sólo se encuentran en Tucumán. Por el contrario, la mirada parte de lo cercano pero para abarcar lo máximo posible. Quizás ese sea el único camino.








