03 Agosto 2016
EXPERIENCIA PURA. Scola (sentado) y Ginóbili, dos grandes de verdad. dyn (archivo)
RÍO DE JANEIRO (Télam, por Walter Vargas)-. Emanuel Ginóbili y Luis Scola son inmensos. Y aunque parezcan odiosas las comparaciones, en casos como los suyos son indispensables.
La gran noticia-gran-gran reside en con que el regreso de “Manu” y el sarmientino presentismo de “Luifa” va de suyo que la Selección argentina de la pelota naranja dispondrá en Río de las dos piezas de lujo a la hora de soñar con una epopeya a simple vista improbable, pero jamás imposible.También contarán con la sangre caliente del “Chapu” Nocioni, con el crepitante fervor de los maduritos que piden cancha y el natural empuje de los más pibes. Como plus, con los chispazos imaginativos de Carlos Delfino y desde ya con el minucioso tablero que operará el entrenador Sergio Hernández. Pero con Ginóbili y con Scola todo adquiere otro sentido, y otro color.
“Manu” nació hace 39 años en Bahía Blanca y Scola, el abanderado argentino en Río 2016, lo hizo en el porteño barrio de Floresta hace 36. Uno es escolta y el otro ala-pivot, los dos juegan en la NBA (uno en San Antonio Spurs y el otro en Brooklyn Nets): la historia grande del básquet argentino ha necesitado de los dos y los dos ya han quedado en el bronce.
Pensemos que entre otras arenas compartieron equipo en el Preolímpico ganado en 2001 y en el subcampeonato del Mundial de Indianápolis, en 2002. Eran lejanas épocas en las que Ginóbili ya transitaba el pasaje de su estrellato en el Kinder Bolonia de Italia a la NBA y Scola destacaba en tierras navarras, en Vitoria, en el Saski Baskonia.
También tienen una historia común en los Juegos Olímpicos, vaya si la tienen. En Atenas 2004, cuando escribieron la página más maravillosa de la historia del deporte argentino (les ganaron al campeón mundial, Serbia y Montenegro, eliminaron al Dream Team de los Estados Unidos y se quedaron con la medalla dorada a expensas de Italia), “Manu” integró el quinteto ideal y fue nada menos que MVP (Jugador más Valioso). En tanto que Luifa, sin ser titular, ofreció respuestas providenciales y, en más de un caso, magistrales.
En Beijing 2008 se invirtieron los términos de la gravitación: “Manu” hizo lo que pudo y lo que pudo fue escaso, por una lesión que no le dio tregua; “Luifa”, en cambio, fue una máquina de contagiar, de bajar rebotes y de anotar.
La derrota con Rusia, en Londres 2012, les dolió por partida doble, por haber visto cómo la medalla de bronce se les escapaba al cabo de un juego parejo, incluso con algunos momentos de marea alta. Pero también porque sobrevolaba la pregunta más postergada y más antipática: ¿cuántos de la Generación Dorada estarían en Río 2016?
Luifa consolidó el perfil del crack-emblema, del crack-estandarte: fue figura en el Mundial de España de 2014, pieza vital en el Preolímpico de México, en 2015, donde además de MPV devino máximo goleador de ese tipo de competencia. ¿Qué opina “Manu” de él? Así dijo en 2011: “la Selección es mejor sin mí que sin Scola”. ¿Qué opina “Luifa” de “Manu”? Palabras más, palabras menos, así dijo más de una vez: “si por mí fuera, quisiera que jugara a mi lado en todos los partidos”.
La gran noticia-gran-gran reside en con que el regreso de “Manu” y el sarmientino presentismo de “Luifa” va de suyo que la Selección argentina de la pelota naranja dispondrá en Río de las dos piezas de lujo a la hora de soñar con una epopeya a simple vista improbable, pero jamás imposible.También contarán con la sangre caliente del “Chapu” Nocioni, con el crepitante fervor de los maduritos que piden cancha y el natural empuje de los más pibes. Como plus, con los chispazos imaginativos de Carlos Delfino y desde ya con el minucioso tablero que operará el entrenador Sergio Hernández. Pero con Ginóbili y con Scola todo adquiere otro sentido, y otro color.
“Manu” nació hace 39 años en Bahía Blanca y Scola, el abanderado argentino en Río 2016, lo hizo en el porteño barrio de Floresta hace 36. Uno es escolta y el otro ala-pivot, los dos juegan en la NBA (uno en San Antonio Spurs y el otro en Brooklyn Nets): la historia grande del básquet argentino ha necesitado de los dos y los dos ya han quedado en el bronce.
Pensemos que entre otras arenas compartieron equipo en el Preolímpico ganado en 2001 y en el subcampeonato del Mundial de Indianápolis, en 2002. Eran lejanas épocas en las que Ginóbili ya transitaba el pasaje de su estrellato en el Kinder Bolonia de Italia a la NBA y Scola destacaba en tierras navarras, en Vitoria, en el Saski Baskonia.
También tienen una historia común en los Juegos Olímpicos, vaya si la tienen. En Atenas 2004, cuando escribieron la página más maravillosa de la historia del deporte argentino (les ganaron al campeón mundial, Serbia y Montenegro, eliminaron al Dream Team de los Estados Unidos y se quedaron con la medalla dorada a expensas de Italia), “Manu” integró el quinteto ideal y fue nada menos que MVP (Jugador más Valioso). En tanto que Luifa, sin ser titular, ofreció respuestas providenciales y, en más de un caso, magistrales.
En Beijing 2008 se invirtieron los términos de la gravitación: “Manu” hizo lo que pudo y lo que pudo fue escaso, por una lesión que no le dio tregua; “Luifa”, en cambio, fue una máquina de contagiar, de bajar rebotes y de anotar.
La derrota con Rusia, en Londres 2012, les dolió por partida doble, por haber visto cómo la medalla de bronce se les escapaba al cabo de un juego parejo, incluso con algunos momentos de marea alta. Pero también porque sobrevolaba la pregunta más postergada y más antipática: ¿cuántos de la Generación Dorada estarían en Río 2016?
Luifa consolidó el perfil del crack-emblema, del crack-estandarte: fue figura en el Mundial de España de 2014, pieza vital en el Preolímpico de México, en 2015, donde además de MPV devino máximo goleador de ese tipo de competencia. ¿Qué opina “Manu” de él? Así dijo en 2011: “la Selección es mejor sin mí que sin Scola”. ¿Qué opina “Luifa” de “Manu”? Palabras más, palabras menos, así dijo más de una vez: “si por mí fuera, quisiera que jugara a mi lado en todos los partidos”.