El péndulo de Carrió

El péndulo de Carrió

¿Está loca Lilita o dice la verdad? ¿Don Quijote de la Mancha estaba loco? Ella es imprescindible para el funcionamiento del país. Lilita encarna una pregunta incómoda, porque las dos respuestas posibles desestabilizan al sistema o a la sociedad.

Todos se hicieron la misma pregunta. Nadie se animó a gritar una respuesta. Contestar afirmativamente implicaba tomar una posición extrema y esconder bajo la alfombra la corrupción. Responder negativamente es hasta desestabilizante; y eso suena mal donde se lo diga porque en la Argentina, en el fondo, por más que el péndulo suba hasta lo más alto en su balanceo, todos esperan que vuelva rápido en busca de un equilibrio.

¿Lilita Carrió está loca o dice la verdad? Esa es la pregunta. ¿Don Quijote de La Mancha estaba loco? Qué importa, era un hombre de bien, al que no le gustaba cómo estaba el mundo y luchaba denodadamente para mejorarlo. Afrontaba batallas innecesarias de las que no saldría victorioso, pero no se apartaba de su camino aunque se burlasen o lo molieran a palos.

Carrió, aunque no les guste a los poderes, es imprescindible para el funcionamiento del país, aunque le dé arritmia al Presidente y aunque obligue al titular de la Corte a confesarse ante el Papa. No hace falta que esta diputada patalee para que los argentinos sepan que la corrupción viene ganando sus batallas. Carrió hace falta para que nadie mire para otro lado. Se ha vuelto absolutamente necesaria. El mérito no es de ella. Su figura se agiganta porque la Justicia ha demostrado en los últimos 40 años que no tiene los ojos vendados, sino que es tuerta: espía cuando puede. Así, sus decisiones siempre están atentas a cómo le cae al poder de turno. Por eso atrasa. Por eso juzga cuando ya es tarde. Por eso investiga a los presidentes cuando éstos se quedan sin poder. Por eso avanzó a fondo con las causas de Derechos Humanos cuando el poder militar ya ni cuadros tenía. Por eso la balanza está descalibrada. Por eso es inconcebible que el presidente de la Corte Suprema de la Nación se suba al púlpito en Italia y declame que cuando se presiona a los jueces la Justicia pierde credibilidad. Chocolate por la noticia, dirían los abuelos.

En la Argentina el que hace siempre sufre presiones y no se trata de andar quejándose sino de ejercer los roles que le cuestan. Muchos jueces, como muchos políticos, no están en condiciones de ponerse esos trajes. Es tan asqueroso como que alguien que aspire a ser juez copie en su examen de selección. O que un estudiante de Derecho haga trampas para aprobar materias. Tucumán tiene el privilegio y el triste orgullo de protagonizar ambos casos. Después andarán por el mundo quejándose de presiones o de otras fallas del sistema. ¿Hay alguna Lilita en Tucumán? No. Y, eso explica muchas otras cosas.

Suéltame, pasado

La casa del gobernador inicialmente había sido pergeñada por una institución estatal como la DAU, cuyo ex titular, Miguel Brito, tiene tantos problemas como Amado Boudou. Después, el actual gobernador le dio la envergadura que él quería a su residencia. Los que suelen frecuentar ese domicilio yerbabuenense vuelven impactados con las dimensiones de la residencia, pero rápidamente advierten más familiaridad que la que pudieron haber registrado en lo de los Alperovich. A la hora de analizar los detalles, el asador hace humo y el tiraje se lleva todas las críticas.

Lo mismo le pasa a Juan Manzur con su imagen. El mandatario se deshace en mostrar un espíritu y una gestión conciliadores. Se desarma en agradecimientos y bienvenidas, pero cuando más cómodo se siente, una humareda ahoga su imagen. Esta semana la Justicia Federal volvió a recordarle de su enriquecimiento, de las denuncias en su contra. “Suéltame, pasado”, solían repetir Les Luthiers en un viejo sketch y le dan ganas de gritar al gobernador cuando mejor le va. Y el pasado, menos el reciente, no lo va a dejar tranquilo, como en estos días durante los que el fiscal Pablo Camuña anduvo revisando las cuentas del ex ministro K. Manzur se desvela por mostrarse diferente, por eso abrazó a la Sociedad Rural; y siempre se muestra más democrático que su antecesor, que hizo culto de la hegemonía. Sin embargo, el pasado no lo suelta.

Gestos

El lunes, que ya nunca volverá, dejó una marca de la vida política tucumana. El gobernador recibió a las autoridades de la DAIA. Tuvo expresa preocupación de que ese fuera el acto central de la jornada. Ese mismo día, las autoridades de Plan Belgrano ponían en marcha el proceso para que de una vez por todas se construya el dique Potrero del Clavillo. El organismo nacional eligió la Universidad Nacional de Tucumán para este lanzamiento.

No fue -como otras veces- un acto compartido entre José Cano y Manzur. Fue clara la divisoria de aguas. Cano y su gente quisieron llevar a Manzur a un redil propio y el gobernador evitó hacerlo. La obra y su trascendencia no justifican estas posiciones, pero ya todos tienen claro que los comicios de 2017 están muy cerca y cada uno quiere llevar agua hasta su molino.

Tanto en la Casa de Gobierno de Tucumán, como en Diagonal Roca 782 hubo rabietas porque cada uno quería imponer su agenda. Ninguno quería ceder ni un gesto. La construcción de Potrero del Clavillo era lo suficientemente importante como para hacerlo.

Salvo en aquellos acontecimientos en los que el Bicentenario los convoca, cada paso, cada movimiento, cada gesto, será medido milimétricamente por las dos principales fuerzas políticas de la provincia.

Ni una menos

Como Carrió a la corrupción, las marchas #NiUnaMenos le dieron visibilidad a expresiones de violencia que la sociedad ha sabido esconder bajo la alfombra. Las cifras espantan y que vayan en aumento -como las de los suicidios- alertan sobre la necesidad de tomar cartas en el asunto, de cambiar la forma de educar en la célula mínima y en los establecimientos escolares. La violencia suele convocar a la soledad, se sufre en silencio y se esconde en público.

La movilización con la que concluyó la semana dan testimonio del repudio a los 275 casos de muertes por violencia de género que se conocen. Y hay más, pero no aparecen en las estadísticas. La información precisa -por la que también se marchó- contribuirá a saber dónde estamos parados.

Según un estudio del psicólogo Gustavo Vaquera, una de las informaciones “más reprimidas” del mundo de las violaciones es que entre el 60% al 80% de las violaciones “evolutivas”, el perpetrador o abusador hace un uso instrumental de la fuerza y el daño. En su libro “Superando la violación” advierte que durante los próximos 30 años es probable que entre 24.000 y 48.000 mujeres tucumanas pueden llegar a sufrir una experiencia de abuso. Toda esta información de violencia de género había venido siendo reprimida culturalmente. Las movilizaciones han empezado a romper este paradigma, dentro del cual a las mujeres que hablaban hasta se las tildaba de locas.

Pero, Carrió, ¿está loca o no? Como en el caso del Quijote, no importa. Fue una de las diputadas que advirtió y no firmó la designación de Echegaray. El tiempo parece estar dándole la razón.

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