ESTILO. En el Colón, o en cualquier otro escenario, el sonido del violín de Saraví tiene nombre y apellido. LA GACETA / FOTO DE HÉCTOR PERALTA.

Cuatro cuerdas y un arco
Pablo Saraví estudió con Miguel Puebla, Szymsia Bajour, Alberto Lysy y Yehudi Menuhin. Primer violín y miembro fundador de la World Orchestra for Peace (fundada por Solti en 95). Codirigió la Camerata Bariloche. Concertino de la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires (Teatro Colón), de la Academia Bach de Buenos Aires e integrante del Cuarteto Petrus. Recibió el Konex en 1999 y el Konex de Platino en 2002.
“Tucumán siempre ejerció cierta supremacía cultural en el NOA. Obviamente, hay vaivenes, pero desde que se inauguró la Sinfónica en los 40, y con el trabajo de la universidad, vinieron grandes maestros y profesores que han formado músicos de muy buen nivel, a su vez formadores de los actuales”.
El concepto, que alienta a recuperar valores, parte de un músico de renombre que nació en Mendoza. Pablo Saraví tocó como solista en la apertura de la temporada de la Sinfónica Juvenil de la UNT, dirigida por Gustavo Guersman.
- ¿Dónde pone más arco?
- He hecho tanta música sinfónica que ahora me gusta más la de cámara, algo que siempre hice. Como solista, siempre me gusta tocar algunos conciertos, por el repertorio y porque me obliga a estar muy en estado desde el punto de vista técnico, a tener todo bajo los dedos. También hago algo de docencia, pero no en la medida en que me dedico a lo instrumental.
- A usted hay que preguntarle dónde no tocó.
- Dentro del país conozco todos los centros donde se hace música clásica y de América del Sur también. He tocado en 36 países.
- Y además tocó a la gorra en la estación Pellegrini del subte porteño.
- Esa fue una aventura que me propuso el diario La Nación en 2013, y fue muy simpática. También toqué en un shopping y en un barrio humilde. En Recoleta la recaudación fue similar a la del subte, pero en distinta proporción: menos gente puso más plata. De los muchos que corrían como locos para llegar al trabajo unos cuantos se detuvieron a escuchar un poquito, a decir unas palabras o a tirar unas monedas. Son datos de que no estamos tan mal como a veces parece.
- No estaremos tan mal en sensibilidad, pero ¿cómo estamos en cuanto a la producción musical?
- Si comparamos con la que teníamos en los 50, 60 y 70, en general los organismos grandes están menos bien. En cuanto a los estudiantes, hay muchos más por el movimiento de orquestas juveniles, pero hay que decirlo: no es mejor el nivel de la media. Además, los alumnos que tienen cierto nivel en mi generación lo alcanzaban a los 14 años; ahora lo alcanzan a los 20 o 22. Por muchas razones, carecen del empuje que tendrían que tener. Lo cierto es que no siempre invierten todas las horas que deberían en calidad de estudio. Se aletargan hasta ver si realmente les gusta y, cuando lo comprueban, a veces es un poco tarde, y es más difícil. En las disciplinas artísticas se suele tratar de que el chico, en particular en un instrumento, tenga un acercamiento muy temprano. Todo lo que debe desarrollarse con el niño (la disociación de las manos, aprender el lenguaje) es mejor que lo aprenda de chico, tal como el lenguaje hablado.
- ¿Tiene algún compositor recurrente?
- Unos cuantos. Me gustan mucho Beethoven, Brahms, Mozart... pero si tengo que elegir uno, ese es Juan Sebastian Bach. Siempre termino volviendo a él, siempre encuentro cosas nuevas y cada vez más profundas, como si fueran muchas capas. Y sobre él muchos compositores aprendieron toda su vida, así que no es casualidad.
- ¿Cómo se lleva con el repertorio de música contemporánea?
- Algunas corrientes me gustan mucho, pero la música para mí tiene que sonar a música más allá del lenguaje. No solamente referido a lo tonal sino que sea agradable en el sentido de presenciarla, escucharla, de poder tocarla. Más allá de que sea un lenguaje tenso, debe estar bien escrita; que no haya que estar luchando contra ese tipo de lenguaje, y que además deje algo que motive a hacerla. Por mi parte, a menos que esté obligado a tocarla en una orquesta, no toco música que no me convenza. No sería honesto. Hay buena música escrita, y hay que saber discernirla. Como en todas las épocas hubo compositores que se basan en otros compositores y que redescubren algo: se ve mucho en la música de cine.
En opinión del maestro Saraví desde fines del siglo XIX los autores grandes son Debussy, Ravel, Bartok, Stravinsky, Shostakovich y Prokofiev. “Luego, varios compositores hicieron buenas obras, pero no todas son tan geniales”.









