Hace dos décadas, Víctor Díaz se radicó en la Capital Federal para desarrollar su carrera artística. Se fue con su música y sus ganas, y nunca más volvió a disfrutar de los carnavales tucumanos hasta hoy. “No puedo creer que pasó tanto tiempo. Es cierto ese dicho de que ‘Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires’ y si no estaba allá no podría haber logrado todo lo que alcancé”, afirma a LA GACETA.
En el listado de lo hecho figura haber participado varias veces en el programa de Crónica TV que conduce Anabela Ascar, haber concretado apariciones en la pantalla de América TV con Pamela David, Diego Korol y Alejandro Fantino; y haber compartido escenario con la Tota Santillán y con Rosamel Araya, entre otros artistas, aparte de actuar en fiestas privadas, enseñar música y tener una florería en la avenida Maipú de Vicente López, donde se radicó en los 90.
El compositor e intérprete no sólo retornó a su provincia natal para las fiestas, sino que se abocó a armar una banda con seis músicos locales para participar de los festivales hasta marzo: la tituló “Víctor Díaz y su maravillosa guitarra tropical”, y tiene a Juan Carlos Carrizo de padrino.
- ¿Es tu género preferido?
- En realidad no. Me inclino más por el jazz y por la música clásica, que me abrieron la cabeza para componer e improvisar. No mezclo los géneros, pero sí uso mucho todo lo que aprendí. Pero la música tropical es lo que más vende y se puede tocar en todos los lugares.
- Aparte de guitarrista, sos compositor.
- Me fuí de Tucumán porque con mi canción “Cuánto te quiero”, la cantante Violeta ganó disco de Oro y de Platino en los 90 cuando la grabó con el sello Magenta, y pensé que era mi oportunidad. Ese tema también lo grabó Gladys la Bomba Tucumana y es muy ganchero. También le escribí una canción para Diego Maradona y “Viva mi Tucumán” en ritmo de cumbia, que canta Mario Marcelo. En mis composiciones trabajo mucho con la armonía para que los temas suenen más sofisticados, sin repetir las mismas notas, porque me distingo de lo común. No me gusta el “chingui/chingui”, sino que trabajo en la orquestación hasta lograr que todo sea bailable.
- ¿Por qué montaste una florería y no te dedicaste a otra cosa?
- Porque las flores están relacionadas con lo artístico, y un amigo me enseñó ese arte cuando llegué a Buenos Aires y me instalé en Vicente López, el lugar más lindo que tiene.
- ¿Con quién actuaste en Tucumán antes de irte?
- Con muchos. Comencé en los 80 como baterista de la banda Dixieland, que lideraba mi hermano mayor, y se dedicaba al jazz y al swing. También fui chelista de la Camerata Lazarte e integré la banda municipal del maestro Luzbel Giacobbe. Yo toco 14 instrumentos y dirijo mi propias formaciones, lo que no es fácil pero ya aprendí a dominar. Una cuestión clave es estar concentrado todo el tiempo y no tener nervios sobre el escenario.
- ¿Cómo eran los shows de hace 30 años?
- Antes se tocaba todo lo que era música popular: pasodoble, tango, cumbia, bolero, vals, milonga... Estabas toda la noche arriba del escenario y no sólo 20 minutos como ahora. Había que ser músico en serio y cambiar de ritmo a toda velocidad. Muchos grupos de ahora me aburren, pero no Los Wawancó, el Cuarteto Imperial, Ráfaga con su anterior cantante o Gladys, que afina mucho.