El final del viento de cola para los mercados emergentes comenzó hace algunos años atrás. Pero se ha ido erosionando con el correr de los años. Si observamos por ejemplo el valor de los commodities, principales materias de exportación de estos países, desde 2011, cuando alcanzaron sus valores máximos en los mercados internacionales, vienen en franca contracción. Y, tal recorte, se ha acelerado desde que, a partir de Noviembre de 2014, la Reserva Federal inició un cambio fuerte en su política monetaria expansiva. Cambio que comenzó con el fin del período del QE (quantitative easing) en dicho momento y que se coronó con una suba de tasas esta semana. Commodites como la soja, el petróleo y el oro han caído desde valores de 650 USD/tn, 112 USD/Barril y 1899 USD/onza respectivamente entre 2011 y 2012 a 318.5 USD/tn, 42.7 USD/Barril y 1084.2 USD/onza a principios de Diciembre de este año.
Claro que el final del viento de cola para los países emergentes, estuvo precedido por un tiempo tan generoso para estos gobiernos que generó un chanchito de reservas muy elevadas. Países como Brasil, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Chile aprovecharon este período de bonanza y bajas tasas en el mundo tomando crédito barato, cercano al 4.6% en dólares de largo plazo. Hoy, esas tasas ya están comenzando a desaparecer y Brasil tiene que endeudarse al 6.43%.
Otros, como Argentina, producto de su default selectivo, dejaron pasar ese buen momento para tomar deuda. Sin embargo, también se beneficiaron del ingreso de dólares masivamente por los precios de los commodities. Ahora, el escenario es distinto. Las tasas comienzan a subir y empiezan a secarse las plazas para las inversiones más riesgosas. Así como los commodities vuelven a valores anteriores a la crisis del 2008.
En Argentina, pese a haber contado con reservas que llegaron a USD 55.000 millones y superávits gemelos en 2011, el cambio de gobierno deja un saldo de USD 25.000 millones de reservas (de los cuales netos de swaps y otros pasivos, quedan cerca de 2000 USD millones palpables), drenaje de reservas por balanza comercial negativa producto del tipo de cambio atrasado y un déficit fiscal de 6 puntos del producto. Brasil, por su parte, no se queda atrás. Desde 2011 sus reservas no aumentan, y esto ha presionado a la inflación que se elevó hasta el 10%, de la mano de un déficit fiscal que llega, luego de intereses, al 8.5% del producto. Esta situación es cierta para los distintos gobiernos latinoamericanos, de carácter populista, que dilapidaron la bonanza y hoy todos sufren déficits presupuestarios.
Lo que enfrentamos es una época que podríamos definir como “rascar el final del chanchito”. Utilizando los últimos ahorros de una época que ya no volverá. Los distintos gobiernos están enfrentados a un contexto más hostil en el mundo, con cuentas internas que no cierran y los populismos latinoamericanos muestran, ante el notorio deterioro de la economía, señales de debilidad política. Primero fue Macri ganando en Argentina, luego las elecciones legislativas en Venezuela donde perdió el partido que dirige Maduro y ahora parece ser el turno de Brasil donde el escenario político cada día se pone más complicado para Dilma Rousseff.