El millonario Paul Allen invierte en solidaridad

El millonario Paul Allen invierte en solidaridad

 - Foto de Joshua Bright /T he New York Times - Foto de Joshua Bright /T he New York Times
22 Noviembre 2015

Quentin Hardy / The New York Times 

Paul Allen, el multimillonario de Microsoft, donó más de U$S 100 millones en el último año para combatir el ébola en África. También trabaja en la conservación de animales en aquel continente. Allen asignó gran parte de sus donaciones que, hasta ahora, exceden los U$S 2.000 millones (de una fortuna de U$S 17.000 millones) a Seattle, su ciudad natal. Sus intereses son diversos: encabeza un proyecto para crear museos dedicados al rock y a las computadoras retro. También quiere construir institutos que investiguen las células y el cerebro humanos, y la inteligencia artificial.

Recientemente, el empresario celebró el décimo aniversario del Instituto Allen para la Inteligencia Artificial. En la fiesta, se presentó con su banda de rock Underthinkers y tocó la guitarra Strat retro. “Todo se reduce a lo que más apasiona”, expresó Allen, de 62 años. “Por medio de la filantropía, las personas transmiten sus esperanzas y hacen que continúen en el futuro”, agregó.

A lo largo de la historia, muchos de los empresarios más ricos del mundo han buscado formas efectivas de donar dinero. Su beneficencia ha influido en todo el mundo y ha servido como un poderoso motor para el desarrollo. En el pasado, los reyes daban limosnas para ganar méritos. Luego, los industrialistas crearon una especie de filantropía empresarial, con instituciones durables, y buscaban un tipo de mejoramiento moral a escala masiva, equiparable a la producción fabril de mejores personas. 

En nuestra época de alteraciones tecnológicas, basadas en programas de computación, los multimillonarios digitales buscan avances que transformen a la sociedad y que recompensen la creatividad individual. Los resultados son mixtos, pero los empresarios que donan recursos parecen dedicados a sus modelos, de la misma forma en la que un capitalista de riesgo fondea a una prometedora empresa emergente.

Aportes que inspiran

Allen, quien hace poco recibió una medalla de la Corporación Carnegie por sus donaciones, afirma que, al final, dará la mayor parte de su dinero, con la idea de que sea algo no tan programático como Microsoft, pero tan inspirador como una gran solo de guitarra. “En los últimos años, he sentido que estoy en un camino”, comentó en una entrevista reciente. “Trato de transmitir las visiones de creatividad y de construir instituciones que sean catalizadoras en sus campos”, subrayó.

Mientras muchas personas intentan dejar su marca en el mundo, los filántropos empresariales buscan un modo particular de ayudar. Las biografías pueden conformar el estilo y el impacto de la forma de dar, con consecuencias significativas para la sociedad. “La personalización es enormemente importante”, señaló Karl Zinsmeister, el autor del libro “El almanaque de la filantropía estadounidense”. El escritor es, además, ejecutivo de Philanthropy Roundtable, una red de donadores de beneficencias, sin fines de lucro. “La pasión y los instintos de cómo cambiar al mundo son tan importantes como una chequera”, reflexionó.

La filantropía en la historia

Andrew Carnegie fue autodidacta y piadoso, en el estilo de su época. Las casi 3.000 bibliotecas públicas gratuitas que construyó en todo el mundo, como los 7.000 órganos para iglesia que donó a lo largo de su vida, estaban orientados a un tipo de mejoramiento moral que sentía que elevarían al individuo y a la sociedad. Allen ve a la música como algo inspirador. En la época de Carnegie, la música elevaba a las masas.

John Rockefeller desarrolló la primera corporación multinacional en la Standard Oil. La fundación que lleva su nombre parece estar formada con esa experiencia, que se convirtió en la primera beneficencia multinacional, motivada por una misión, que brindaba tratamiento contra los anquilostomas, contra la fiebre amarilla y otras enfermedades a millones de personas en todo el mundo.

A diferencia de las grandes refinerías y de las plantas de acero, los negocios vinculados a programas de computación surgen a partir de equipos reducidos de individuos talentosos, que no requieren de gran infraestructura para hacerse ricos. Sus productos se hacen grandes con rapidez. Esto llevó a una mentalidad de impacto y de reverencia, o la llamada filantropía de riesgo, que requiere cantidades relativamente de proyectos que marquen diferencias.

En esta dirección sobresale Steve Kirsch, de 59 años, un emprendedor en internet que, en la última década, donó alrededor de U$S 20 millones a diversos investigadores médicos. “Todavía no hay avances pero espero lo mejor”, manifestó. Con un enfoque similar de gran apuesta, la Fundación XPrize, apoyada por diversas compañías de tecnología y por millonarios, se describe a sí misma como un motor innovador, que trabaja para el beneficio de la humanidad.

La fundación que formó Bill Gates, quien fue socio de negocios de Allen, es más programática, ya que ataca problemas de salud mundial y de educación con cantidades inmensas de datos y objetivos. Sus altos ejecutivos incluyen a un director digital. “Es frecuente que Bill lea informes sobre el estado de la polio en Afganistán”, comentó Allen. “Se hace cargo de la educación y de los grandes problemas epidemiológicos, objetivos enormes y nobles”, remarcó.

Allen es fanático de la ciencia ficción y lanzó cohetes al espacio. Además, es dueño de Portland Trail Blazers, un equipo de básquet. Como muchos multimillonarios, sus límites para empresas no se delinean nítidamente. “Algo que es característico en mí es la amplitud de intereses. Estoy tratando de mostrarle a la gente que puede activar sus propias pasiones y encontrar su propio camino”, concluyó el magnate.


Aportes contributivos

La filantropía empresarial o corporativa se define como las contribuciones que provienen del sector empresarial. Según expertos, son ganancias corporativas, que se utilizan para apoyar al sector civil, y que persiguen fines de lucro. Este tipo de inversiones no buscan beneficios financieros, ni están alineadas a estrategias corporativas. Esta es una diferencia sustancial con la responsabilidad social empresaria. 

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